Pier Paolo Pasolini, José Agustín Goytisolo y Salvador Clotas recorren el cementerio de Montjuïc, sobre las barracas de Can Tunis. Autor desconocido. Coleción Julia Goytisolo y UAB |
¿Qué hay en el sol
que cubre el
cementerio
de Barcelona?
Nada, pero entre el
andaluz,
entre el andaluz y
el sol,
sí hay un vínculo
antiguo.
Su alma se separó de
él
y vino a instalarse
bajo el Cementerio
de Barcelona.
¡Un alma puede
hacerse castellana
y un cuerpo
permanecer andaluz
bajo el mismo sol!
Se dice que almas
africanas
han llegado a
convertirse en blancas,
y no por voluntad
del Señor.
(Cuando a ningún
señor de Barcelona
marchado a Andalucía
se le ha vuelto
negra el alma.)
Antes de hacerse
castellana
el alma debe
aprender el catalán
dentro de un cuerpo
andaluz.
Dichoso pues quien
aprende el valón,
porque su cuerpo
está en el sol,
en el gran sol del
mundo.
Pero aquí se pasa de
un sol a otro,
y entre el catalán y
el andaluz
solo está el ojo del
castellano.
Sí, entre el andaluz
y el francés
está el sol de los
soles,
no el sol de un
cementerio.
Cuando él habla
castellano,
mientras aprende el
catalán,
da el alma a cambio
de unas pocas pesetas.
No a cambio de la
razón,
como el árabe o el
negro
bajo el sol de Lille
o Pigalle.
Una barraca a cambio
de un alma,
un montón de
tugurios a cambio de un montón de almas,
una lumbre prendida
bajo el sol.
¡Sol de Cataluña!
¡Lumbre de
Andalucía!
¡Garrote de
Castilla!
Tierra de España,
¿a qué esperas bajo
el sol
que no es nada más
que sol?
Un viaje de mil
horas
para encontrar un
cementerio
y un puñado de
barracas.
Es necesario venir a
España
para ver el silencio
de un hombre que solo es un hombre.
Pier Paolo Pasolini
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