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3327. Historias de milicianas. Margarita Ribalta

Margarita Ribalta, de las Juventudes. Lleva vendado el brazo derecho y un parche en la cara. "Mono" gris, correaje militar, gran decisión en la mirada. 

—Me alisté con un compañero. El salió para el frente; a mí me destinaron aquí, al almacén, y yo no estaba contenta. ¡Quería salir, ir allí!

Margarita Ribalta estaba dedicada a las labores de su casa. Si se alistó fué justamente por su deseo de pelea, lo que ella concreta y llama así: '"su ideal". 

—Hace unos días se me consiguió. Salí con una columna, en la que también iba mi compañero. Cuando llegamos al frente, conseguí en seguida ir a las avanzadillas. 

Su propio ardor le hizo avanzar con los suyos. Subieron una ladera. Al coronarla, vieron cómo unos rebeldes disparaban con ametralladora. 

—Mi compañero tiró sobre ellos con tanto tino, que dio en la cabeza al que manejaba el arma. Los otros, unos cayeron también y otros huyeron. 

Avanzaron. Margarita Ribalta, transformada ya por completo de mujer de su casa en luchadora popular, se internó campo adentro para recoger la ametralladora abandonada. Toda la avanzadilla la seguía. Llegaron al emplazamiento. Desmontaron la máquina de guerra, y ya volvían con ella a cuestas, cuando... 

—Apareció un aeroplano. Era de los nuestros. Pero, al ver que avanzábamos, y nada menos que con una ametralladora, nos tomó por facciosos y nos tiró una bomba. 

Cayó cuando ya estaban en lo alto de la ladera. Se tiraron al suelo y rodaron cuesta abajo. Pero fué inevitable; la metralla hirió en cara y brazos a Margarita Ribalta, mujer de su casa hasta hasta bien poco, tan ajena como otras tantas y tantos otros a estos ajetreos. 

Ahora, herida, espera, como la obrerilla, como su compañero, herido también; como todos los luchadores que vienen del frente, a curarse... 

—Estoy aquí porque está él también. Si no, con vendas y todo, ya habría vuelto al frente. 


Claudio Laín
Estampa, 29 de agosto de 1936









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