Lo Último

3415. Julián Saldaña del Sanz, el guardia nacional que cayó prisionero y consiguió fugarse

Destrozados los pies, con hondas huellas en el rostro del sufrimiento pasado, ha llegado hoy al cuartel general del frente de Talavera este mozo rubio, espigado, de regular estatura, que se llama Julián Saldaña del Saz; es natural de Fuentidueña de Tajo y guardia nacional de los de reciente ingreso. Marchó la semana anterior desde Madrid al frente de Extremadura y pasó con otros compañeros a ocupar una avanzadilla a seis kilómetros de Talavera, en la ruta de Oropesa, en unas viñas, junto al pueblo de Torralba. Caía ya el domingo, las primeras sombras de la noche invadían casi por completo el campo, cuando Julián oyó el paso de camiones por un camino inmediato. 

—Me parece que esos coches son enemigos. Oigo dar vivas al fascio —dijo Julián.

—No. Son republicanos —respondió otro compañero de puesto.

Aún no habían terminado estas frases cuando tuvieron que tirarse precipitadamente al suelo. Con una ametralladora les hacían fuego violento. Se separaron para no presentar blanco. Corrió a campo traviesa el guardia Saldaña, desorientado, y fué a caer en manos de un pelotón de cerca de treinta legionarios, regulares y siete paisanos, al parecer fascistas. 

—A éste vamos a cortarle el cuello —dijo uno de los últimos, al mismo tiempo que lo desarmaban y sacaban los cuchillos. 

Un soldado que iba con ellos se puso delante y llamó: 

—¡Sargento Moreno, un prisionero!... 

Acudió el requerido. Era joven, alto. Llevaba uniforme de Regulares del número 3. Se opuso a que le mataran. Lo cogió del brazo y se lo llevó fuera de aquel circulo de salvajes:

—Son una manada de bestias. Tú, ven conmigo y te llevaré al cuartel general, y que los jefes hagan contigo lo que crean conveniente— le dijo el sargento. 

No hablaron más. Las ametralladoras leales comenzaron a enfilar los grupos rebeldes y éstos se dispersaron; pero obligaron a que el prisionero fuera con ellos, pero prohibiéndole que procurara irse resguardando de la granizada de balas que sobre los facciosos hacían nuestras máquinas. El repliegue llegó un momento en que por el intensísimo fuego que les hacían se convirtió en franca desbandada. Este momento lo aprovechó Saldaña. Nadie se preocupaba de él, buscando la huida. Se arrojó bajo los sarmientos de una cepa. Quieto estuvo durante más de un cuarto de hora. Alzó por fin lo cabeza y vló que moros y Regulares estaban ya muy lejos... Corrió hasta el río Alberche, que no distaba de la viña más que unos treinta metros, y se arrojó al agua y comenzó a nadar para ganar la orilla opuesta. A mitad de camino, otro pelotón fascista que huía le tiroteó fuertemente. No le alcanzaron... Ganó la ribera, y por la Sierra consiguió entrar en San Román... Después pasó a Cardiel, Bayuelas y Real de San Vicente, donde fué recogido por el Comité... Desde allí lo han traído hasta el cuartel general, donde ha comparecido ante los jefes del Mando, donde ha dado informes muy interesantes, sobre los cuales se guarda la mayor reserva. 

Al salir lo hemos detenido unos segundos: 

—Diga usted —nos ha dicho Saldaña— que he pasado horas muy amargas, pero que he conseguido salir con vida de las manos de aquellos canallas de fascistas. Dígalo mañana mismo, para que mi madre lo sepa y duerma tranquila...


José Quilez Vicente
Ahora, 11 de septiembre de 1936







2 comentarios:

  1. La revista Estampa no se publicó el día 11/09/1936. La hay del día 12 pero no sale este suceso

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    1. Tienes razón Salvador. Hubo un error en la transcripción de la fuente. Fue publicado por "Ahora", misma fecha. Gracias por advertirnos.

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