Censuro la actitud de los que se
llaman prematuramente a engaño porgue ante todo hay que ayudar a lo que acaba
de nacer, que si tiene sus naturales imperfecciones, es algo inaudito en
nuestra historia...
Y creo que el porvenir político de
España está en el partido socialista, que ha de iniciar la trayectoria a seguir
durante muchos años...
Unos minutos de charla con el
ilustre médico
Una de las figuras más destacadas de la
nueva generación política es esta de don Gregorio Marañón, hombre de tan clara
visión que sabe anteponerse a todos los acontecimientos, que otros consideran
dificultosos y complicados. Por esta razón, en momentos de inquietudes y de
incertidumbres, creemos interesantísimas las declaraciones del eminente médico
que encarna dos cualidades esencialísimas de la democracia; intelectualidad y
trabajo.
—¡No es un poco aventurado emitir ahora
juicios concretos! —dice Marañón, haciendo un alto en su labor abrumadora.
—La opinión requiere —insinúo— la voz
de los hombres que iniciaron su conducta política con un contorno puro y
democrático.
—Entonces hablaré, porque es en estos
momentos cuando debe de imponerse una verdadera orientación al país.
—¿Impaciente, verdad?
—No. La impaciencia de la opinión pública
es preciso interpretarla exactamente. El estado de su inquietud obedece a un
incontenible deseo de consolidar aquello que nació por su propio impulso.
Concedo a la soberanía popular un instinto de visión tan claro y tan definido
que no soy de los que creen en su total desorientación. El pueblo confía en que
lo que acaba de nacer estabilizará de un modo perfectamente jurídico la
intuición democrática que le anima.
—De lo que se deduce que condena usted el
gesto de los rebeldes y de los descontentos.
—Si. Me parece muy bien que en este período
de resurrección de la conciencia nacional cada cual diga su opinión y cada cual
se constituya en vigilante de la pureza de la nueva España: pero censuro la
actitud de los que se llaman tan prematuramente a engaño, porque ante todo hay
que ayudar a lo que acaba de nacer, que si tiene sus naturales imperfecciones,
es algo inaudito en nuestra historia, tan pobre en episodios de exaltación
democrática como pródiga en dinastías.
—¿No juzga usted estas pequeñas rebeldías
como falta de disciplina en los partidos?
—Pueden muy bien responder las «pequeñas
rebeldías» que usted dice a exigencias temperamentalógicas. Sin embargo, la
perfección jurídica que todos ambicionamos para España se conseguirá no por la
protesta airada, sino por otros medios menos estridentes y más eficaces,
precisamente en estos instantes en que el verdadero credo de los que nos
afanamos por traer la República debe ser la unión de todas las fuerzas
republicanosocialistas.
—¿Cuáles son para usted los problemas más
importantes que han de resolverse en las Cortes?
—Hay uno esencialísimo: el de las
responsabilidades; después, los que son inherentes a todo pueblo que quiere
sacudirse el lastre de muchos años de esclavitud
—¿Usted lleva a las Cortes algún
programa?
—Si. Es necesario que los hombres que
lleguemos a la tribuna soberana vayamos perfectamente compenetrados con quienes
nos designaron para representarlos. Se impone desterrar de la política ese
absurdo personalismo que hizo de la nuestra una profesión para los
audaces.
—¿La agrupación al servicio de la
República, establecerá distintivos políticos dentro de la República?
—Nuesta agrupación se integra por hombres
desprovistos de ambiciones bastardas. Es y será un núcleo siempre al servicio
de la República.
—¿Qué fuerza política cree usted se
impondrá?
—El porvenir político de España está en el
partido socialista, no cabe duda, como creo también que será éste el partido
que inicie la trayectoria a seguir durante muchos años.
—¿Cuál debe ser la actitud de la juventud
ante el problema políticosocial de España?
—Los jóvenes deben colaborar a la
consolidación del nuevo régimen prestándole el amor desinteresado y heroico de
su juventud. Porque lo que acaba de nacer podía morir si le faltase un cariño
maternal.
—¿De los viejos políticos?
—U silencio absoluto. Los hechos
nefastos hay que olvidarlos piadosamente.
Esto nos dice Marañón, el hombre
sencillamente genial, que un día, en la cárcel, por no interrumpir su obra por
la Libertad, comenzó a escribir sobre El Empecinado.
Antonio García
Crónica, 19 de julio de
1931
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