"Me llamo
Ana y soy republicana. Mi compañero murió en Valencia en el 37, en plena guerra
civil. Su cuerpo aún lo están buscando mis hijos. Mi segundo compañero fue
asesinado el 3 de enero del 48 por pertenecer a la guerrilla (maquis). Su cuerpo
aún lo siguen buscando mis hijos.
Por ser republicana y compañera de un maqui me
encarcelaron por más de tres años dando a luz en la cárcel a mi hija, en
condiciones inhumanas. Suerte tuve de que no me la quitaran como a otras muchas
de mis compañeras. Mis descendientes siguen esperando justicia.
¿Hasta cuándo?"
María Torres / Septiembre 2012.
Esta es la petición que Ana Marín Muñoz, hubiera hecho
de haber vivido y tener la ocasión de participar en el anuncio “Cultura contra
la Impunidad”.
Ana nació en Benamargosa, Málaga, y falleció cuando
solo le faltaba un mes para cumplir los 95 años, repitiendo las mismas
preguntas que llevaba décadas haciendo: ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Hasta cuándo?
A través de sus ojos azules cuya luz hacía aún más
blanca su piel, se derramaba un retazo de la historia que se atrevió a contar a
su nieta. No le costaba recordar, pero dolía a pesar a los años transcurridos.
La imagen de aquellos años en su retina y la boca
llena de preguntas sin respuestas.
Se casó joven con José Calderón Yuste, con el que tuvo
dos hijos. Poco tiempo después José, como tantos otros portadores de sueños, se
marchó a defender la libertad tras la sublevación militar. Resultó
herido de bala y cuando intentó incorporarse al frente, los fascistas asaltaron
el tren de heridos en el que viajaba y asesinaron a casi todos los ocupantes.
Murió en Valencia nada más comenzar la guerra en Levante, en 1937. Le dieron
por desaparecido, aunque varios testigos manifestaron que había sido asesinado.
Jamás apareció su cuerpo. Ana nunca pudo cobrar la pensión de viudedad.
Al poco tiempo Ana inició una relación con su cuñado,
Antonio Calderón Yuste, con el que tuvo otros dos hijos. Parecía que el destino
de Ana se repetía, ya que Antonio tuvo que echarse al monte al finalizar la
contienda. Tenía miedo de ser represaliado por el régimen franquista que se
llenaba la boca con la amenaza de exterminar a todos los “Rojos”.
Formó una “partía” que es como se denominaba a las
formaciones de dos o más maquis: “La Partía el Rata”. Se dedicaban a abastecer
a sus familias de comida que era robada en las haciendas ricas y a
ejecutar secuestros de personas adineradas. Parece ser que estos secuestros
eran un desastre, ya que si no se escapaba el secuestrado, al final se compadecían
de él y lo dejaban libre a los pocos días.
La partía de Antonio contaba con un enlace muy
especial: su sobrino José Calderón, que con escasos 5 años era el encargado de
ir al monte y dejar o recoger la información o los víveres de las estafetas, que
era como se llamaban los puntos de recogida o entrega. Eran escondites que solo
conocían los maquis y el enlace.
Un día cuando bajaba del monte fue capturado por la
benemérita y lo trasladaron al cuartel, donde fue torturado, a pesar de su
corta edad, para que hablase sobre el paradero de “El Trinche” pero él no soltó
palabra.
El nombre y el mote de Antonio Calderón Yuste, “El
Trinche”, pronto se hizo famoso en los alrededores de la zona de la Axarquía y
de Alhama de Granada. La guardia civil puso precio a su cabeza y un vecino de
los campos de la Viñuela, aprovechó la confianza de Antonio y le disparó a
bocajarro en la cabeza destrozándosela y dejándolo medio enterrado en las
tapias del cementerio de la Viñuela. Después fue alardeando de que había matado
al “Trinche”. Era el 3 de enero de 1948.
La guardia civil desenterró el cuerpo para cerciorarse
de que era verdad la “hazaña” que contaba el paisano. Reconocieron a Antonio
por los restos de metralla que tenía en una mano de un encuentro anterior con
ellos.
Fue lo último que se supo de El Trinche. Ni tan
siquiera la familia logró averiguar donde enterraron su cuerpo, aunque siempre
intuyeron que aún permanece en las tapias del cementerio de Viñuela, Málaga.
La vida siguió para Ana y sus cuatro hijos. Sufríó la
represión franquista por ser republicana y compañera de un maqui.
Pasó años de cárcel. Luchó por sus hijos y murió en silencio y con
la herida abierta. No hay olvido.
Se llamaba Ana y era republicana. Sus descendientes
siguen esperando justicia.
Nota: Esta historia me la hizo llegar una de las nietas de
Ana. Desde aquí mi más sincero agradecimiento para Ana Calderón Moya por
compartir conmigo esta parte de la vida de su abuela.
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