Ayer falleció Santiago Carrillo. Se marcho con una
vida llena de historia. Para muchos se concreta en un solo nombre
“Paracuellos”. Para otros, posiblemente una mayoría, fue un icono de la lucha
antifranquista.
Que la tierra le sea leve.
En la primavera de 1939, Santiago Carrillo recibe una
doble noticia: su madre había muerto y su padre, Wenceslao, destacado militante
socialista, había participado en la sublevación de Casado contra
Juan Negrín, formando parte como Consejero de Gobernación del Consejo Nacional
de Defensa, creado para forzar un acuerdo con Franco en el final de la guerra.
Estos hechos provocaron un doloroso enfrentamiento
entre padre e hijo que se mantuvo por espacio de dos décadas. Santiago Carrillo
firmó una carta pública en un diario avergonzándose de su padre. Wenceslao
Carrillo contestó con otra carta abierta dirigida metafóricamente a Stalin.
Muerto el dictador, y cuando se comenzaba a organizar
la democracia, Dolores Ibárruri le dijo a Carrillo: “Santiago, si
apostamos por la reconciliación entre los españoles, tú deberías comenzar por
reconciliarte con tu padre”. Estas palabras conmovieron a Santiago
Carrillo que no dudó en se desplazarse hasta al hospital belga donde agonizaba
su padre y firmar la paz con un abrazo.
*
Paris, 15 de mayo de 1939
Sr. D. Wenceslao Carrillo
Londres.
He recibido la carta que me enviaste desde Londres. No
pensaba contestarte. Pero luego he creído útil escribirte, para que conozcas
las razones por las cuales he decidido romper toda relación contigo. La
traición de Casado, Besteiro, Miaja, Mera, Wenceslao Carrillo y Cía. ha
establecido una separación tan profunda entre, de un lado la masa del pueblo y
las organizaciones y los hombres que le son fieles, y del otro, los elementos
que, en el transcurso de la guerra, preparaban la entrega a Franco, que ya nunca
podrá haber nada común entre unos y otros
Durante treinta y dos meses el pueblo español ha
luchado con un heroismo y un coraje ejemplar. Los hombres de Guadarrama,
Brunete, Belchite, Teruel, el Ebro, la defensa de Madrid, evocan en los
antifascistas del mundo entero el recuerdo de los grandiosos combates por un
pueblo dotado de la voluntad firme de defender la democracia y su independencia
nacional.
A lo largo de estos treinta y dos meses de
resistencia, el pueblo español ha dado al mundo el ejemplo de lo que es posible
hacer cara a los agresores fascistas con las armas en la mano. Cuando los
elementos capituladores prefascistas pregonaban en todo el mundo «antes la
servidumbre que la muerte», el pueblo español ha levantado la bandera de la
resistencia armada contra el fascismo y su ejemplo, unido al del admirable
pueblo chino, ha puesto en movimiento por todas partes a millones de seres
dispuestos a hacer frente a la piratería fascista.
Pero vuestro golpe contrarrevolucionario, vuestra
traición por la espalda ha entregado al heroico pueblo español, atado de pies y
manos, a Franco y a los destacamentos de la OVRA y de la GESTAPO. Y esto ha
sucedido, precisamente, en un momento en que la solidaridad internacional para
nuestro pueblo aumentaba; en que la presión de las masas laboriosas apretaba,
animadas por nuestro ejemplo, y obligaban a los gobiernos reaccionarios de
Francia y de Inglaterra a inclinarse cada vez más por una política de
resistencia a los agresores fascistas, en que nuestra lucha encoraginaba a los
proletarios y demócratas de todos los países y hacía retroceder a los
capituladores.
Vuestro golpe contrarrevolucionario ha sido un gran
servicio, no solamente a Franco, sino también a la reacción y al fascismo
internacional; gracias a vosotros ha caído en sus manos uno de los principales
centros de resistencia de la democracia. Con él en las manos, el fascismo se
sintió inmediatamente mucho más fuerte, se decidió a ocupar la Bohemia,
Moravia, Albania, Memel y amenaza provocar una guerra general, de la que España
será víctima. Para poder consumar vuestra traición habréis engañado al pueblo
prometiéndole la paz; le habéis hecho creer que terminaríais la guerra, que no
habría represalias, que quedarían a salvo la independencia nacional y las conquistas
populares. Y en vez de esto, ¿qué habéis dado al pueblo?
Ha terminado la guerra de trincheras para dar comienzo
a una ola de persecuciones que causan en las filas de la clase obrera y del
antifascismo, sin distinción de tendencias, muchas más bajas que si se hubiera
continuado la resistencia; ha comenzado un período de represión en que
falangistas, Guardia Civil, la OVRA y la GESTAPO organizan la caza de los
antifascistas y asesinan a millares de ellos en todo el país. No hay hogar
antifascista donde no se lamente la pérdida o la prisión del hijo, el padre o
el hermano, que a estas horas vivirían y serían libres al no haber mediado
vuestra infame traición.
Las conquistas sociales de los
obreros han desaparecido bajo las medidas draconianas de las autoridades
fascistas, fieles servidores de la patronal; la tierra, que el Frente Popular
había entregado a los campesinos, liberándoles así, ha vuelto a caer en manos
de los terratenientes.
Italianos, , alemanes y moros campean por sus respetos
sobre nuestro territorio que las potencias fascistas tratan de colonizar.
Eso es lo que vosotros, el Consejo de la traición,
habéis dado al pueblo español; eso es lo que se escondía bajo vuestras falsas
promesas de paz. Centenares de miles de españoles comprueban ahora con horror
cuánta falsedad y doblez se escondía en vuestras promesas, y que razón teníamos
nosotros al alentarles contra vosotros.
Toda vuestra cuadrilla sabía bien que para realizar la
entrega a Franco de un pueblo grande y heroico, como el pueblo español, era
ante todo necesario desacreditar y desarmar a los comunistas, porque los
comunistas, que siempre hemos dicho la verdad al pueblo, que somos carne de la
clase obrera, no íbamos a permitir que se consumara la traición.
Y todos a una, Casado, Besteiro, Miaja, Mera y tú, y
la prensa redactada por cobardes capituladores y fascistas, comenzásteis a
lanzar cieno sobre mi Partido y sus jefes más queridos; injuriásteis a
Pasionaria, la mujer a quien todos los españoles consideran como un símbolo en
la lucha por la libertad, la buscásteis como lobos para detenerla y entregarla
a Fanco; injuriásteis a Pepe Díaz, el jefe querido de los comunistas y de los
obreros españoles que los ha dirigido a través de las luchas difíciles en los
últimos años, les dirige hoy, bajo la dominación extranjera, y les llevará en
definitiva a la victoria; perseguísteis a Jesús Hernández, a Modesto, a Lister
que queríais también fusilar.
Habéis dejado en la cárcel para que Franco no tenga la
molestia de buscarles a valerosos revolucionarios como Girón, Cazorla y Mesón;
habéis asesinado a Conesa y Barceló y a decenas de luchadores y revolucionarios
probados.
Todos los enemigos del pueblo os habéis conjurado para
ir contra mi Partido y sus hombres. Oficiales de familias fascistas, como
Casado, agentes de la reacción internacional, como el profascista Besteiro,
militares ambiciosos como Miaja, aventureros de la F.A.I.,
caballeristas-trotskistas. Y entre estos tú, que, a pesar de ser un obrero, no
has vacilado en traicionar a tu clase de la manera más vil.
¿Por qué os habéis unido todos vosotros contra mi
Partido? Porque el Partido Comunista luchaba por la victoria del pueblo y, en
todo caso, por una paz verdadermente honorable que evitara el terror y la
matanza de millares y millares de antifascistas y revolucionarios; porque el
Partido Comunista hacía esfuerzos enormes por mantener la unidad sin la cual
una tal paz era imposible, como se ha comprobado.
A través de esta dolorosa experiencia, el pueblo
español ha comprendido mejor que nunca, en su propia carne, que tras el lema de
la lucha «contra el comunismo»se esconde la preparación de la dominación brutal
del fascismo. El pueblo español ha podido ver quiénes son sus amigos y
defensores y sus enemigos disfrazados.
Y los obreros socialistas que algún día creyeron en la
sinceridad del sedicente izquierdismo del grupo Largo Caballero -tu jefe e
inspirador principal-, han comprendido que el izquierdismo-trotskismo de Largo
Caballero, Araquistain, Baráibar, Zancajo y Cía., agentes del fascismo, lleva
al mismo fin que el prefascismo de Besteiro. Unos y otros jugáis el mismo papel
triste de la traición al servicio de Hitler y Mussolini. Unos y otros sentís el
mismo odio al gran país del socialismo, la Unión Soviética, y al jefe de la
clase obrera mundial, el gran Stalin, porque son la vanguardia y el amigo fiel
de todos los pueblos que luchan por la libertad; porque han ayudado
constantemente al pueblo español, y también porque han sabido barrer con mano
de hierro a vuestros hermanos gemelos, los traidores trotskistas, zinovietistas
y bujarinianos.
Unos y otros, los caballeristas-trotskistas, y los
amigos de Besteiro, los faistas y demás comparsas, sois enemigos de la unidad
de la clase obrera y del Frente Popular. Durante los treinta y dos meses de
lucha habéis hecho todos los esfuerzos posibles para escindir a la UGT y a la
JSU, por romper la unidad popular, y en el extranjero continuáis entregados a
la misma tarea y a la obra de descrédito del heróico pueblo español y de sus
jefes más firmes.
Pero no conseguiréis vuestros propósitos. A la luz de
las últimas experiencias aparece más claro para todos los obreros socialistas,
traicionados por vosotros, la necesidad de la unión con el Partido Comunista;
todos los jóvenes, todos los obreros comprenden la necesidad de mantener a todo
precio la unidad de la UGT y de la JSU.
Y las masas del pueblo, que han visto que era
necesario romper el Frente Popular para realizar la traición, se dan cuenta,
ahora mejor que nunca, de que el Frente Popular, libre del lastre de los
traidores que le saboteaban, es el arma que nos permitirá hacer una resistencia
de masa que impida la consolidación del fascismo en España, y que nos llevará a
la victoria.
La unidad popular, sin traidores, para la lucha contra
Franco y la invasión, es absolutamente necesaria, y el Partido Comunista, como
siempre, lucha por ella a la cabeza del pueblo.
Y yo soy un militante fiel del Partido Comunista de
España y de la gloriosa Internacional Comunista. Quiero recordarte y decirte
que cada día me siento más orgulloso de mi partido que ha sabido dar el ejemplo
de abnegación y de heroísmo en la lucha contra los invasores, el partido que en
las difíciles horas de la ilegalidad no arría su bandera y, por el contrario,
mantiene la batalla contra el fascismo con decisión y coraje, el Partido sobre
el que todos los españoles cuentan, y con razón, para su liberación de las
garras fascistas.
Cada día me siento más orgulloso de ser un soldado en
las filas de la Gran Internacional Comunista, que tu y tus complices odiáis
tanto y que ha sabido mantener en todo el mundo la bandera de la solidaridad
con el pueblo español, mientras que tus amigos del extranjero, los dirigentes
de la II Internacional, hacían cuanto podían para acogotarnos, trabajaban y
siguen trabajando contra la unidad, contra la URSS, utilizando el mismo lema
que Hitler y Mussolini: «la lucha contra el comunismo».
Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al
gran Stalin, a los que vosotros odiáis y calumniáis precisamente porque han
ayudado a España de una manera constante a través de toda nuestra lucha.
El odio de vuestra cuadrilla caballerista-trotskista
al Partido Comunista de España, a la Unión Soviética y al gran Stalin, es una
prueba más del formidable papel jugado por estos en la lucha del pueblo español
por su libertad.
Cuando pides ponerte en comunicación conmigo olvidas
que yo soy un comunista y tú un hombre que ha traicionado a su clase, que ha
vendido a su pueblo. Entre un comunista y un traidor no puede haber relaciones
de ningún género. Tú has quedado ya del otro lado de las trincheras.
No, Wenceslao Carrillo, entre tu y yo no puede haber
relaciones, porque ya no tenemos nada de común, y yo me esforzaré toda mi vida,
con la fidelidad a mi partido, a mi clase, a la causa del socialismo, en
demostrar que entre tú y yo, a pesar de llevar el mismo apellido, no hay nada
de común.
Por vuestra traición, la República Española ha sido
batida, pero la lucha no ha terminado. Por el esfuerzo del pueblo, Franco
caerá, los obreros y campesinos, unidos a todos los demócratas con el Partido
Comunista a la cabeza, restaurarán de nuevo la República popular, pero jamás,
ni bajo la dominación fascista ni después de nuestra victoria, olvidarán
vuestra infame traición.
Santiago Carrillo
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