Me llamo Carmen, nací en diciembre de 1948 en un
pueblecito de Cantabria. Eran tiempos muy difíciles, mi familia como tantísimas
otras sufrió el terror de la dictadura franquista. Y siempre he admirado a los
niños y familiares que se tuvieron que exiliar a otro país, “Los niños de la
Guerra”, dejando atrás toda una vida. Para ellos todo mi cariño, pero me
pregunto: ¿Qué pasó de aquellos otros niños que quedamos en España, que fue de
nosotros?
Quiero relataros como lo viví yo. Ante todo deciros
que no tuve falta de nada, ni mucho menos de cariño. Entonces, ¿qué ocurrió
para que en mi vida estaría ese vacío que tanto daño me hizo?
Mis padres se casaron y se quedaron a vivir en casa de
mi tía. Ella era viuda con dos hijos, a su marido lo mataron por ser
republicano. También estaba mi abuela Carmen, una de las personas más
importantes de mi vida. Mi padre y mi tía trabajaban, todo era lo normal que
podía ser en esos tiempos. Pronto nacieron mis hermanos, dos mellizos y a los
trece meses lo hice yo. Imaginaros la alegría una niña, mis primos eran
mayores.
Mi madre tenía un hermano, pertenecía a los pocos
soldados republicanos que escondidos en el monte luchaban como podían contra la
dictadura que los consideraba “bandoleros peligrosos”.
Estaban condenados a muerte y la familia hizo lo que
pudo para ayudarle a escapar a Francia. Lo consiguieron, pero pronto pagamos
muy cara su venganza. Sería una larga historia, por eso yo me voy a referir a
lo que supuso para mi.
En noviembre de 1949, yo tenía un año y mis hermanos
dos. Encontraron una carta con toda clase de detalles de cómo y quienes le
habían ayudado a escapar, y en ella aparecían los nombres de mis padres. Los
metieron a prisión, poco les importó que dejaba tres niños tan pequeños. Por
suerte teníamos a la familia que nos cuidó, y como ya he dicho antes, nos dio
muchísimo cariño. Y era demasiado pequeña para echarles en falta, mi mundo eran
mis hermanos y sobre todo mi abuela. Mis padres salieron en libertad condicional,
mi madre quedó embarazada, pronto salió el juicio y tuvo que regresar a
la cárcel, donde nació mi hermana. Para que le sirviera de consuelo se la
dejaron tener, pero cuanto pensaría en nosotros. Mi padre también fue
encarcelado, pero salió primero que ella.
Dos veces al año les dejaban vernos, pero siempre
separados: el 24 de septiembre y el día de Reyes. Me supongo la ansiedad de
ellos por abrazarnos y poder pasar unas horas con nosotros. Para mi no
significó nada esas visitas, era como estar con extraños. Además mi hermana no
estaba acostumbrada a nosotros y no hacía más que llorar. Sin embargo, hay
recuerdos que se quedan en tu mente de niño: había un patio muy grande lleno de
gente, en el centro un señor con las manos atrás metía la cabeza en un balde
con agua. Eso me causó mucha impresión. Años después, mi tía me explicó
que era un juego que hacían los presos. Tenían que coger con la boca una
manzana, ellos procuraban hacernos pasar el tiempo lo mejor posible. También
existían en mi mente unas escaleras y a lo último una puerta muy grande. Un día
fui como padre a recoger unos papeles a la Provincial, a la cárcel. Yo ya era
mayor, allí estaban las escaleras, al subirlas no pude reprimir las lágrimas.
Entonces comprendí el significado, cuantas veces las subiría yo… lo poco que
recordaba, lo único que medaban era sufrimiento.
Quiero contaros una anécdota que me dijo mi tía. Ella
fue la que después me recordaba mi infancia, otro pilar de mi vida. Las mujeres
prisioneras lavaban la ropa y la tendían en el patio. El 14 de abril ellas se
las ingeniaban para formar con sus ropas la bandera republicana. ¡Qué
valientes! En honor de ellas, ese día no faltan en mi tendal tres camisetas. Ya
os podéis imaginar con qué colores. Me siento orgullosa de que la gente sepa
que allí vive una republicana.
Cuando mi madre quedó en libertad yo ya tenía casi
seis años. Poca gracia me hizo su regreso y sobre todo el de aquella niña que
no se separaba de ella. Yo no quería ni que se acercara. No la dejaba ni que me
abrazara. Yo misma fui levantando un muro entre las dos. Mis hermanos
reaccionaron estupendamente. ¡Para qué necesitaba yo a esa señora que apenas
conocía! Mi madre era mi abuela.
Pasaron los años, ya éramos demasiados y mis padres
decidieron irse a vivir a otro pueblo. La casa era más bonita, con baño y agua,
pero mi mundo se rompió. Yo no quería irme con ellos. Aún recuerdo cuanto
lloré, no comprendía porqué me separaban de mi abuela. Poco a poco me fui
acostumbrando, ya tenía ocho años, pero la relación como mi madre no mejoró.
Pensaba que a mi no me quería, que todo lo tenía con mi hermana. Yo la
contestaba y la recriminaba muchas cosas. Mi hermana era muy celosa, para ella
era “su madre”. Me sentía muy sola. Sentía necesidad de demostrarla que yo la
necesitaba y que era muy importante para mí, pero no sabía como hacerlo. Me
convertí en una joven insegura.
Siempre tendré la sensación de que me robaron una
parte de mi vida muy importante, la niñez y la infancia, cuando más se necesita
a una madre. Yo ahora comprendo muchas cosas, sobre todo cuando tuve a mis
hijos. ¡Cuánto sufría mi madre! Nosotras siempre hemos vivido muy cerca. El
tiempo me volvió más comunicativa, mucho me influyó el que mi hermana empezara
a trabajar. Yo noté que era un poco más mía. Descubrimos que teníamos mucho en
común. Primero no pude disfrutarla y después, que ya estaba conmigo no sabía
demostrarle el gran cariño que sentía por ella. Por suerte tuvimos tiempos muy
buenos las dos.
Hoy ya es mayor, voy a ver la todos los días. Ella se
pones muy contenta y me da muchos besos, pero aún sigo viendo en sus ojitos
azules una chispita especial cuando mira a mi hermana. No me hace daño,
comprendo que sin quererlo las dos fuimos víctimas de malos tiempos. Dicen que
hay que olvidar y perdonar. Yo no olvidaré jamás a “mis verdugos”. Es bueno
recordar para no cometer los mismos errores. Seguramente conoceréis, por
desgracia, historias peores pero ¿cómo se mide el sufrimiento?
Para mi abuela y familia, allá donde estéis gracias
por todo el cariño que me disteis. A mi hermana que tanto cuida de “nuestra
madre” que sepa que la quiero mucho y siempre estaré a su lado, y a ti mamá que
pueda demostrarte durante mucho tiempo lo mucho que te quiero.
Carmen
Velarde
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