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571. Leonor Ávila Amil y Alfonso Sanz Martín, "El corneta"

Mientras en la España convulsa de principios del siglo XX se vivían las consecuencias de la pérdida de las últimas colonias de ultramar y las luchas obreras anticlericales de Barcelona con la que fue llamada la semana trágica, en un pequeño pueblecito andaluz llamado Adamuz nacía en setiembre de 1909, Leonor Avila Amil.

Nació en una pequeña finca del valle de sierra morena, hija de un jornalero, Antonio Ávila Cazalla y de Dolores Amil Jordán. Su primera infancia estuvo marcada por la dureza del clima, ardiente en verano y gélido en invierno y por el trabajo ingrato en campos ajenos. Eso marcó su carácter, duro y recio y le confirió una naturaleza desafiante, luchadora y leal a lo que ella consideró justo en todos los años de su vida.

En las fechas previas de la segunda República aun bajo la dictadura de Primo de Rivera conoció al que fue su marido, Alfonso Sanz Martín, nacido Sanmartín Martín y apodado posteriormente durante su pertenencia a la guerrilla cordobesa como “El  corneta”.

Alfonso apareció en Adamuz como capataz de la cuadrilla que construía las primeras carreteras en la zona. Persona honrada hasta la médula, fiel a sus convicciones, sabía leer y escribir algo poco usual entre los jornaleros de la epoca y dio soporte y ayuda a organizaciones sindicales campesinas que trabajaban por la zona, implicándose en la lucha por los derechos del pueblo, participando en reuniones y actos del partido socialista. Como decía Leonor en sus últimos años de vida “se hizo ver”.

Su historia personal quedó afectada por la historia general del momento, las elecciones municipales de abril de 1931, convocadas como plebiscito de la continuación de la monarquía o del establecimiento republicano. En ellas, España votó en pleno aunque a nivel municipal y no general por la República, ya que las candidaturas republicanas consiguieron la mayoría en cuarenta y una capitales de provincia, hecho determinante para el advenimiento del nuevo gobierno y dados los resultados, la instauración de la misma fue inmediata.

Consecuentes hasta el límite tuvieron el honor, que posteriormente fue su desgracia, de ser el primer matrimonio en Adamuz después del advenimiento de la República, así, el pueblo, orgulloso del triunfo de la clase trabajadora hizo de su boda un festejo popular. La banda municipal acompaño su comitiva, ese fue uno de los horribles crímenes que se les imputaron, sobre todo a Leonor. En los textos del proceso en que se la condenó se hacían referencias a su impío comportamiento y a sus ideas liberales por la convivencia con un hombre sin mediar boda eclesiástica, aparte de “soporte“ a la guerrilla de la zona ya que quedó “demostrado” que les había proporcionado medicación y alimentos.

Pocas personas en el pueblo, que estaba dividido como en toda España, entre los de derechas y los de izquierdas, entre los ricos y los pobres, entendía la implicación de Alfonso. Era, además de capataz de carreteras, un pequeño empresario que junto con su hermano regentaban una taberna en la carretera a Villanueva. Contar con un sueldo relativamente estable hacía que fuese “banco” de muchos de sus compañeros menos favorecidos. Leonor recordaba con irritación cuando al final de la semana le llegaba con el sobre casi vacío:  "a ti te fiaran mujer", le decía, "a fulanito y a menganito no y tienen bocas que alimentar".

De ese matrimonio civil nació un primer hijo, Antonio. La muerte del mismo por unas fiebres probablemente meníngeas antes de los dos años marcó a Leonor. Contaba en su vejez como la noche antes de la muerte de su hijo estaba terminándole un trajecito de miliciano, con su cinturón repujado, con sus cinchas. Lloraba al recordar que el niño estaba pesado, que interfería el trabajo y que lo mando a la cama con un regaño. Al día siguiente ya no se levantó, el médico no pudo hacer nada por el, no tenían medicamentos disponibles, los antibióticos eran escasos y eso en el campo era lo habitual. Fue enterrado en el cementerio, en tierra, no hubo dinero para lapida y probablemente su mortaja fue el mismo traje que su madre cosía para que participase en alguna manifestación popular. Solo le quedo de él unos rizos de su cabello que Leonor conservó hasta su muerte en la Barcelona del 2006.

Después de la desgracia Leonor cayó en una depresión profunda, se la llevaron al campo para recuperarse. Por primera y última vez en su vida se dejo llevar por la desesperación y el dolor del que únicamente pudo sacarla el nacimiento de su hija Araceli en 1935.

Llegaron tiempos convulsos. En 1936 al estallar la guerra civil, Alfonso, según documentación encontrada, marchó a servir a los carabineros en nombre del gobierno legalmente constituido, el de la República,  en contra de las hordas militares fascistas que se levantaron contra ellos.

Cuando terminó la contienda, que en aquella zona fue especialmente cruenta por ser durante los tres años que duro, frontera entre los dos bandos, y creyendo en las palabras de uno de los mayores farsantes de la historia, Franco, volvió al pueblo. Él no tenia delitos de sangre, así que podía estar tranquilo, podía volver junto a su mujer Leonor y sus hijas Araceli de 5 años y Lola de 3 que nació en plena guerra civil en una mesa de una panadería de Villanueva. Podía volver a intentar tirar para adelante su familia.

A las pocas semanas de volver al pueblo, una noche, la guardia civil fue a buscarlo a casa, se lo llevaron junto con dos amigos que vivían en la misma calle de las dueñas al cuartelillo, "para interrogar", les dijeron. Al entrar en el cuartel les quitaron los zapatos, lo dejaron a él y a su amigo en una habitación y se llevaron al otro muchacho a otra. Oyeron gritos y después un tiro, no esperaron a saber que había pasado, salieron corriendo del cuartel, sin zapatos, hacia el monte.

Alfonso empezó un exilio que duraría 10 años en la Sierra Cordobesa. Alfonso Sanz Martin “huido a la sierra” constaba en el documento oficial de la guardia civil, junto a otro epíteto, “rojo”. Se le acusaba de pertenencia a partidos de izquierdas, colaborador sindicalista y conducta licenciosa (convivía con una mujer con la que tenia dos hijas sin haber pasado por la iglesia). Mas tarde, en el 47 se le acusó también de colaboración en la matanza del tren de Jaén, hecho nunca probado, entre otras cosas porque la matanza fue realizada por un grupo de anarquistas sin ningún tipo de relación ni con el pueblo de Adamuz ni con los que posteriormente fueron culpados de ello.

Alfonso comenzó el exilio y Leonor su mujer el vía crucis.

Continuará ...


Araceli Pena Sanz
Febrero 2013




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