"Fui a defender la República porque había
triunfado legalmente en las elecciones. Quería sostenerla y me metí yo sola en
un autocar lleno de chicos para alistarme como voluntaria. Al final, a pesar de
todo el sufrimiento, mereció la pena, porque lo hice por defender unos ideales
que para mí eran justos.”
"Me habían enseñado que debía guiarme por el
calor de la mecha para saber que había que tirar la bomba, pero un día la mecha
estaba mojada y no prendía por fuera, sino por dentro. Yo estaba en la punta
izquierda, de modo que mi brazo derecho rozaba al compañero que estaba a mi
lado. La mecha empezó a silbar. Alguien me dijo: ¡tírala! Otro gritó: ¡no la
tires! Yo pensé que si la arrojaba hacia delante, podía salpicar la dinamita en
los ojos de algún compañero o incluso en los míos. Pensé en darme la vuelta, pero
cuando lo hice con toda rapidez no fue lo suficiente, y antes de que me diera
tiempo a soltarla, me estalló en la mano derecha arrancándomela de cuajo.
Recuerdo que no lloré ni grité. Mis compañeros huyeron y a socorrerme sólo vino
un chico que me hizo dos torniquetes con las cintas de sus alpargatas".
Rosario Sánchez Mora
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