Manu
de Marsella nos cuenta como descubrió el "Champagne" a los 7 años.
“Puedo
decir que tuve una infancia de las más felices. Mucha gente en Marsella se extrañaba y
se preocupaba por el desfile de exiliados y mutilados de guerra que teníamos en
casa cada domingo. Eran grandes momentos de alegría para ellos porque podían
conversar en castellano, pero también de lágrimas. Cada uno venía con sus noticias de la
madre patria y el largo exilio les parecía a todos como una verdadera tortura.
Yo me pasaba horas escuchando la historia de cada uno, el relato de todas y
cada una de las batallas.
En la misma mesa podía estar al lado de
un ciego fusilado por los franquistas y que sobrevivió, de un republicano catalán que perdió una
pierna en el Frente del Ebro y de mi abuelo que perdió su brazo. A cada uno le
faltaba algo. Terrible para unos pero casi "normal" para mis ojos de
niño. Cada comida se acababa cantando "La Internacional" en
castellano y citándose para la semana siguiente.
En
noviembre de 1975 yo tenía 7 años y noté un cambio en casa. Mi abuela no paraba
de cantar: "que se muera,
qué se muera" y este
cambio se produjo también en las calles de Marsella. Marsella, la rebelde,
Marsella la gran ciudad del sur de Francia donde llegaron exiliados de todas las guerras,
Marsella la ciudad que
ayudó tanto a los exiliados de la guerra española como a los de la segunda
guerra mundial, cuando los sindicalistas escondieron a los republicanos
españoles en las empresas de la ciudad. En las calles la gente nos preguntaba
cada día si había muerto el dictador y nosotros, esperando, esperando hasta que
llegó la noticia tan esperada. Aquella noche miles de personas bajaron a las
calles, la gente bailaba, cantaba la Internacional. Fue un día de fiesta. A las once de la noche se
pararon dos coches "Mercedes" delante de la casa de mis abuelos. Mi
abuela temió que fuera la policía. De uno de los coches salió uno de los más
poderosos empresarios de la ciudad con una botella de "Moet et
Chandon" en la mano para celebrar con nosotros la muerte de Franco.
Aquella noche descubrí el placer de beber una copa de champagne.
Han
pasado los años. Todos los exiliados de aquella época ya no viven. Tengo,
gracias al modelo de integración francés, una buena situación. Ayudo como puedo
a los exiliados de otros países (Syria en estos tiempos) y a muchísimos
españoles sin hogar que están en mi ciudad y cada Nochevieja, cuando me bebo
una copa de "Moet et Chandon "pienso en aquella noche de 1975 y no
paro de celebrar la muerte del dictador".
Salud!!
ResponderEliminarSalud compañero
ResponderEliminar¿Brindamos?
Brindar..brindaremos..pero aún queda su triste legado..su herencia......
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