«Las primeras siete semanas del «Frente Popular» fueron las últimas de mi presidencia, desde el 19 de febrero al 7 de abril de 1936, con el Ministerio Azaña. Durante cierto período, uno de los Poderes del Estado, el que yo ejercía, escapaba todavía al «Frente Popular». Durante los cien días que siguieron y que precedieron a la guerra civil, la ola de anarquía ya no encontró obstáculo. La táctica del «Frente Popular» se desdobló. En las Cortes se atrevió a todo; en el Gobierno quedaba débil, pero provocadora.
El
«Frente Popular» se adueñó del Poder el 16 de febrero gracias a un método
electoral tan absurdo como injusto, y que concedió a la mayoría relativa,
aunque sea una minoría absoluta, una prima extraordinaria. De este modo hubo
circunscripción en que el «Frente Popular», con 30.000 votos de menos que la
oposición, pudo, sin embargo, conseguir diez puestos más en cada trece, sin que
en ningún sitio hubiese rebasado en un 2 por 100 al adversario más cercano.
Este caso paradójico fue bastante frecuente.
Al
principio se creyó que el «Frente Popular» resultaba vencido. Pero cinco horas
después de la llegada de los primeros resultados, se comprendió que las masas
anarquistas, tan numerosas y que hasta entonces se habían mantenido fuera de
los escrutinios, habían votado compactas. Querían mostrar su potencia, reclamar
el precio de su ayuda: la paz y, tal vez, la misma existencia de la Patria.
A
pesar de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un
poco más, muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 Diputados. Resultó la
minoría más importante, pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo,
logró conquistarla, consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los
escrúpulos de legalidad y de conciencia.
Primera
etapa: Desde el 17 de Febrero, incluso desde la noche del 16, el «Frente
Popular», sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de
los resultados, la que debería haber tenido lugar ante las Juntas Provinciales
del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden:
reclamó el Poder por medio de la violencia. Crisis; algunos Gobernadores
civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre
se apoderó de los documentos electorales: en muchas localidades los resultados
pudieron ser falsificados.
Segunda
etapa: Conquistada la mayoría de este modo, fue fácil hacerla aplastante.
Reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vascos, el «Frente
Popular» eligió la Comisión de validez de las actas parlamentarias, la que
procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas
provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron Diputados a
candidatos amigos vencidos. Se expulsó de las Cortes a varios Diputados de las
minorías. No se trataba solamente de una ciega pasión sectaria, se trataba de
la ejecución de un plan deliberado y de gran envergadura. Se perseguían dos
fines: hacer de la Cámara una convención, aplastar a la oposición y asegurar al
grupo menos exaltado del «Frente Popular». Desde el momento en que la mayoría
de izquierdas pudieran prescindir de él, este grupo no era sino el juguete de
las peores locuras.
De
este modo las Cortes prepararon dos golpes de Estado parlamentarios. Con el
primero, se declararon a sí mismas indisolubles durante la duración del mandato
presidencial. Con el segundo, me revocaron. El último obstáculo estaba
descartado en el camino de la anarquía y de todas las violencias de la guerra
civil.
Niceto
Alcalá Zamora
"Los
comienzos del Frente Popular"
Editorial
del " Journal de Généve" del día 17 de enero de 1937
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