Reproducimos uno de los relatos recogido en la obra de
Antonio Vilanova, indispensable para conocer lo que fue la odisea de los
refugiados españoles y su combatividad durante la segunda guerra mundial,
referido a las vicisitudes de uno de los guerrilleros españoles más destacados:
Cristino García Grandas.
Cristino García Grandas nació en Sama de Langreo
(Asturias) en 1914. Se incorporó a las milicias republicanas en España desde el
primer día de la guerra civil cumpliendo audaces incursiones en la zona
fascista como dinamitero. Cuando la República perdió el norte de la península,
Cristino continuó sus actividades en el XIV Cuerpo de Ejército cuyos
componentes actuaban detrás de las líneas enemigas como guerrilleros efectuando
sabotajes, trabajos de información y también como vanguardia en los combates
nocturnos, como tropas de choque en situaciones difíciles, etc. Constituían una
fuerza de élite para cuyas misiones se requerían cualidades excepcionales de
valor, audacia y serenidad. Cristino obtuvo en ella el grado de teniente.
Cuando pasó a Francia y se firmó el armisticio,
Cristino García comenzó a actuar en la resistencia y en el maquis, en lo que
para él no era más que la continuación de sus actividades en España.
Su zona de acción fueron los departamentos de Gard,
Lozère, Ardèche y Vaucluse, especialmente en los tres primeros y a través de
sus hazañas se convirtió en un héroe legendario.
El origen de sus actividades fue un grupo deportivo
que había formado. Los responsables regionales de la Resistencia le propusieron
transformar el «Grupo Deportivo Español» en «Grupo de Guerrilleros» y Cristino
García aceptó inmediatamente y con él la casi totalidad del grupo.
Y así nació el «Grupo de Guerrilleros de la Lozère»
que, en 1942, en unión de los del Gard y del Ardèche constituyeron la 3.ª
División del FFI bajo su propio mando.
Su gran experiencia de guerrillero, su firmeza y su
capacidad, hicieron de él un jefe prestigioso y respetado. Impulsó los medios
de reclutamiento, organizó el entrenamiento de sus hombres, planeó operaciones
e intervino activamente en todas ellas.
Como las armas y los pertrechos escaseaban, el maquis
las buscaba en los cuartelillos de policía, en los destacamentos alemanes
atacados, y para ello comenzaron sus golpes de mano que cada vez fueron
adquiriendo mayor importancia. Al propio tiempo intensificaron sus trabajos de
sabotaje a todo lo que significara ayuda al esfuerzo de guerra alemán.
Al principio él y sus compañeros se dedicaron a hacer
trabajos de sabotaje: derribar postes de conducción de energía
eléctrica, descarrilamientos, destrucción de pozos de minas, etc. Sus repetidos
ataques hicieron bajar la producción minera de la zona en un 60 por 100.
(...)
Cristino organizó muchos ataques a las fuerzas de
ocupación y a sus colaboradores, tales como la emboscada en que cayó, el 13 de
julio de 1944, una caravana de tropas alemanas que marchaba entre Priveas y
Aulenas.
Con un grupo de 19 guerrilleros españoles, se emboscó
en las inmediaciones del Col-de-Eterine tras haber puesto en diferentes puntos
de la carretera diversas cargas de explosivo.
Cuando apareció la columna de sesenta camiones
cargados de tropas, los guerrilleros, con perfecta disciplina, los dejaron
pasar en espera de la señal de Cristino.
Este había dispuesto las cargas separadas unas de
otras de forma que, cuando explotaran, alcanzaran la cabeza, el centro y la
cola de la columna. Cuando ésta ya había avanzado por el terreno minado, la
señal de Cristino con un disparo provocó la explosión simultánea de las tres
cargas sembrando la muerte y la confusión a todo lo largo de la columna
alemana, contribuyendo a aumentar el desbarajuste las continuas descargas que
los españoles tiraban desde sus escondites a ambos lados de la carretera.
A pesar de su inferioridad numérica, los guerrilleros
despegaron de sus posiciones sin haber sufrido una sola baja: los alemanes
tuvieron 70 muertos e innumerables heridos. (...)
La empresa mayor que acometió Cristino García y que ha
llegado a ser legendaria en los anales de las acciones de las FFI fue la
batalla de La Madeleine, el 25 de agosto de 1944. (...) En aquellos días de
mediados de 1944, la consigna era no dejar circular a los alemanes. Había que
aislarlos, cercarlos y combatirlos hasta donde los medios de ataque lo
permitieran; pero sobre todo impedirles sus movimientos a fin de evitar que las
fuerzas nazis acudieran al norte a reforzar las defensas alemanas de Normandía
donde desde el 6 de junio se libraban las primeras y decisivas batallas de la
invasión. Además, desde agosto, el primer ejército francés desembarcado en
Provenza, progresaba hacia Lyon y los Vosgos.
Cristino García decidió dominar la red de
comunicaciones del departamento de Gard a fin de taponar esa posible vía de
traslado de las fuerzas alemanas y el 22 de agosto de 1944, con otros 31
españoles, formó un grupo al que se unieron otros 4 franceses. Con estos 35
hombres se dirigió a la encrucijada de La Madeleine en pleno corazón de las
Cevennes. El plan era suprimir la amenaza que para las comunicaciones del
primer ejército francés representaba una columna alemana estacionada en la zona
de Anduze, 17 kilómetros al suroeste de Ales.
La lucha comenzó cuando Cristino y sus hombres
tuvieron conocimiento de que una columna del ejército alemán procedente de
Toulouse remontaba hacia París. Había pasado por Albi y Béziers y por doquier
iba sembrando el terror. Su misión: impedir que llegasen a Ales donde la
población amedrentada temía la represión.
Al amanecer del día 25 fueron detenidos en la
carretera cinco vehículos que tras corta lucha dejaron varios muertos
y algunos prisioneros. A mediodía, Cristino hizo saltar el puente sobre
ferrocarril de la línea Lézan-Anduze por donde forzosamente tenían que pasar
las fuerzas de la Wehrmacht y situó sus fuerzas emboscadas ambos lados de la
carretera antes del puente. El lugar ha sido elegido magistralmente y el plan
es sencillo y genial. Al entrar las tropas alemanas en la carretera que
caracolea entre el bosque y llegar al puente destruido será imposible para
ellas seguir avanzando; pero el retroceso será impedido por los guerrilleros emboscados
a ambos lados de la carretera a todo lo largo de la columna enemiga.
El sitio es espléndido, maravilloso, la naturaleza lo
ha hecho propicio para la emboscada. Cristino se revela, una vez más, estratega
consumado. Su dispositivo de fuego es perfecto, barre todos los ángulos.
Cristino en persona pone la primera mina. Cada diez metros hay una; una red de
cables las une y éstos están dispuestos en tal forma que al estallar las de la
cabeza, unas tras otras lo harán las del centro y la retaguardia. Con este
dispositivo todo el convoy será destrozado.
El pueblo cercano de Jornac ha sido previamente
ocupado y en las copas de los castaños, dominando el paisaje, los vigías
observan el movimiento de la columna.
A las dos de la tarde se señalan movimientos de tropas
nazis; los guerrilleros emboscados, silenciosos, dejan pasar la caravana de
camiones; se trata de sesenta camiones, tres cañones y cinco blindados ligeros:
las fuerzas se calculan entre 1200 a 1500 hombres. La columna que viene de
Saint-Hyppolite se dirige hacia Anduze o Nîmes.
Los guerrilleros son ¡36! 36 hombres con armamento
ligero contra 1500 hombres provistos de cañones y blindados.
De repente, el avance de las tropas alemanas se
detiene brutalmente. El puente del ferrocarril por donde tienen que pasar está
destruido. A la hora precisa, de vanguardia a retaguardia, las explosiones de
las minas se suceden; inmediatamente Cristino da la orden de fuego y las armas
de los guerrilleros barren la carretera y los alemanes, sorprendidos, no
aciertan a tomar posiciones y a responder a las balas que les caen del monte,
sin que sepan de dónde, porque los guerrilleros después de cada ráfaga de
metralleta se desplazan continuamente dando al enemigo la sensación de ser un
nutrido ejército.
Cuando mayor es el desconcierto de los soldados
alemanes, un guerrillero se encarama sobre el terraplén de la vía y a voz en
grito les invita a rendirse. «Estáis cercados por fuerzas muy superiores en
número a las vuestras, ¡rendíos!».
Su silueta se destaca netamente en plena luz. Ante
tanta audacia los alemanes permanecen un instante mudos de estupor. «Hacedle
prisionero», grita el oficial alemán.
Un puñado de nazis se dirige hacia el arriesgado
español disponiéndose a cogerle, muerto o vivo; las balas silbaban en torno
suyo, pero éste no pensó siquiera en hurtarles el cuerpo. Aprovechándose de su
situación elevada, coge entre sus manos firmes la metralleta y dispara con
furia, haciendo una verdadera carnicería entre los que se adelantaban para
capturarle.
La batalla continúa. Son las siete de la tarde. El
desconcierto de los alemanes es total. La caravana cogida en la trampa es
incapaz de maniobrar y el suelo está sembrado de muertos y heridos con uniforme
verdegrís. Los jefes alemanes se deciden por fin a parlamentar.
Cristino ordena alto el fuego y se recibe a varios
oficiales alemanes como parlamentarios, quienes al conocer la clase de fuerzas
a las que se han estado enfrentando se encolerizan y dicen con altivez «Nos
negamos a rendirnos a "terroristas"; solamente nos rendiremos ante
oficiales del ejército regular». Finalmente se llega a un acuerdo. Se decreta
por ambas partes una tregua de dos horas y dos oficiales alemanes son
conducidos hasta Anduze para negociar con los jefes españoles en presencia del
jefe de la gendarmería del lugar, única fuerza regular existente en los
alrededores. Los alemanes se comprometen durante ese tiempo a no entablar
ninguna acción contra los guerrilleros.
En Anduze la discusión se agria. La posición de los
guerrilleros españoles es neta: los alemanes deben rendirse sin condiciones. El
jefe de la gendarmería aprueba la proposición pero los alemanes se resisten a
aceptar tan estrepitosa derrota. Antes de terminar las discusiones y faltando a
su palabra las fuerzas de la Wehrmacht rompen la tregua abriendo fuego con sus
armas automáticas, morteros y antitanques.
Mientras tanto el mando general del departamento había
sido prevenido y envió 70 combatientes franceses de las FTPF como refuerzos.
Además, dos avionetas al servicio de la Resistencia bombardearon con
proyectiles ligeros los camiones, incendiaron varios y consiguieron poner una
"oruga" fuera de servicio.
A las siete y media los alemanes intentaron salir del
cerco guerrillero, pero vieron rechazados todos sus ataques para salir de
aquella trampa en que estaban metidos. A las ocho menos diez, las fuerzas de la
Wehrmacht enarbolan la bandera blanca. Suprema mezquindad: aprovechando la
suspensión del fuego intentaron traicioneramente otro ataque. Esta actitud
colmó la indignación de los guerrilleros e inmediatamente respondieron al fuego
sembrando la desmoralización total de las fuerzas alemanas.
A las ocho de la noche algunos nazis solamente
continúan la batalla; la mayor parte levantan trapos blancos, pañuelos,
banderas de rendición. La orgullosa Wehrmacht se rinde. A las ocho y diez
minutos la batalla ha terminado.
El balance es extraordinario y dramático. Los alemanes
han tenido más de cien muertos, innumerables heridos y se les hace mil cien
prisioneros. Y su jefe el teniente general Konrad Nietzsche, que mandaba la
columna, se suicida desesperado por no soportar la idea de ver capitular a 1500
soldados alemanes ante un puñado minúsculo de guerrilleros.
El combate es un florón de gloria para Cristino García
y sus hombres pero, desgraciadamente, ellos también pagan un precio por su
valentía y su arrojo. Cuando se visita el cementerio de La Madeleine, en Albi,
se ven en un rincón 34 tumbas uniformes donde reposan guerrilleros caídos en la
célebre batalla. Y junto a las lápidas con nombres franceses hay otras muchas
con castizos nombres españoles: Agustín García, sargento José Fernández,
sargento Francisco Perera, sargento Ramón Porta, Martínez y tantos otros.
Y en el pueblo de La Madeleine, en septiembre de 1946,
se pusieron dos placas de mármol. En una dice «Honneur à Cristino García, chef
de maquis». Y en la otra: «Batalla de La Madeleine. 25 de agosto de 1944. Aquí
los FFI del Gard, uno contra ciento, hicieron capitular a una fuerte columna
alemana».
Terminada la guerra en Francia, Cristino García
declinó los ofrecimientos franceses de nacionalidad, reconocimiento de grado,
medallas y honores. Liberada Francia de los alemanes, su objetivo era liberar a
España de Franco. Se integró en las unidades que invadieron el Valle de Arán.
Combatió en las montañas contra las Divisiones del general Yagüe, pero en el
curso de una operación cayó en manos de la policía con algunos de sus
compañeros. El 22 de febrero de 1946 Cristino García Grandas y sus compañeros
fueron juzgados por un consejo de guerra, condenados y ejecutados en la prisión
madrileña de Carabanchel. De nada sirvió que la Asamblea Francesa y el Gobierno
francés protestaran oficialmente y pidieran el indulto al dictador español.
Trágico final para estos héroes de la Resistencia francesa contra el nazismo.
Aquel mismo año 1946, el 25 de octubre, la IX Región
militar francesa, expedía la Orden general número 25 que dice: Estado mayor. El
general de la División Olleris, comandante de la IX Región Militar cita a
título póstumo:
A la Orden de Ejército.Cristino García, teniente
coronel.
Resistente desde la primera hora, dotado de un alto
espíritu de organización y de combate. Ha tenido bajo su mando las brigadas
españolas de los departamentos de Lozère, Ardèche y Gard. Por sus repetidos
ataques en la zona minera ha impedido el trabajo durante varios meses.
Organizador del asalto a la cárcel de Nîmes que liberó los presos políticos.
Bajo sus órdenes se ha librado combate al enemigo en La Madeleine (Gard) y en
Pescrimet, haciendo en conjunto, a pesar de la desproporción de fuerzas y de
material, 1300 prisioneros a los alemanes y 600 muertos en el curso de los
encuentros ordenados y dirigidos por este jefe de élite.
Esta citación lleva el distintivo de la atribución de
la Cruz de Guerra con estrella de plata dorada.
Marsella, 25 de octubre de 1946
En agosto de 1946 fue puesto a una calle de Saint
Denis (París) el nombre de Cristino García. Y el 15 de marzo de 1947, en el
Velódromo de Invierno de París, el ministro francés de la Guerra otorgó al
teniente coronel Cristino García Grandas a título póstumo la más alta
condecoración francesa.
Félix Santos
Españoles en la liberación de Francia: 1939-1943
Capítulo II
En primer lugar, agradeceros el gran trabajo que realizais con este proyecto para mantener la llama de la memoria de nuestros padres, abuelos y familiares de sangre, o como en mí caso, espirituales.
ResponderEliminarEn referencia a esta entrada sobre Cristino García, subrayar también la gran importancia que tuvo su nombre en el panorama guerrillero antifranquista. Tanto es así que una de los grupos guerrilleros que aparecieron en esta lucha en Cantabria adquirió el nombre de Brigada Cristino, liderada por Martín Santos "el Gitano" y que se movía entre Torrelavega y Campoo.
Gracias por tus palabras Naranjero.
ResponderEliminarConocemos la figura de Cristino en la guerrilla y nos gustaría, algún día, escribir sobre él.
Salud!
hombre de gran valor...tanto,que la pasionaria y carrillo,le mandaron matar de vuelta a españa
ResponderEliminara unos compañeros del pc y se nego....cosas oscuras de las limpiezas del partido y que a veces ocultan