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997. A los internacionales caídos en defensa de la República

30 de Junio de 1938 - Morata de Tajuña, Madrid
La 18ª Brigada Mixta de la 9ª División del EPR inaugura el monumento a los caídos de las Brigadas Internacionales

  

“La 18 Brigada, a los héroes y a los camaradas internacionales caídos en defensa de la República”


“Aquí, en el frente del Jarama, se ha levantado un monumento a los hombres que cayeron cerrando el paso a la invasión. Monumento sencillo, hecho por un soldado de la Brigada, Miguel Caballero, pero gigantesco por su significación. Él dice del sacrificio sublime de aquellos camaradas inolvidables, que no dudaron en ceder su vida en bien de la humanidad.

En el lugar donde está enclavado el monumento, un gigantesco puño, había tumbas de varios soldados extranjeros y españoles, caídos por la metralla que pretendía clavarse en el corazón de España. Tumbas cuidadas por sus compañeros de nuestra Brigada. Un día, nuestro Comisario pensó en perpetuar la gesta de aquellos magníficos y bravos luchadores…

Entonces nació la idea del monumento que el día 30 del pasado se ofrendó a todos los héroes cuyos restos fecundan estas tierras del Jarama.

El acto de la ofrenda fue de una emoción indescriptible. Fuerzas de nuestra gloriosa Brigada desfilaron ante el mausoleo, que parecía, enhiesto, expresar nuestro deseo ferviente de lucha sin tregua, hasta vengar a aquellos sublimes soldados.

El camarada Sáez, Comisario de Guerra de esta Unidad, se dirigió a todos los combatientes resaltando el ejemplo de quienes por defender la República y la independencia de España derramaron su sangre, impidiendo que los ladrones de pueblos lograran sus salvajes designios. Recabó de todos los soldados el juramento de luchar por la libertad de nuestro pueblo, poniendo a prueba cuantos sacrificios sean necesarios hasta derrotar al fascismo.

A continuación, Ludwig, teniente de la 11 Brigada, en nombre de sus camaradas, agradece este recuerdo y expresa el espíritu de lucha que a todos los internacionales anima.

El Coronel Casado resalta la gran ayuda de las Brigadas Internacionales, ayuda que permitió reorganizar nuestras fuerzas para contraatacar en Guadalajara y causar gran descalabro al enemigo.

Habla seguidamente el soldado Marcelino Pérez, quien en sencillas palabras, prometió que todos los combatientes, bajo la dirección de sus jefes, lucharían con el mismo entusiasmo de siempre, hasta ver a España libre de traidores y extranjeros que pretenden esclavizarla.

Finalmente habla Piñuela, Comisario Inspector del Centro. Dice que quizás mañana se levanten muchos monumentos, pero ninguno surgirá tan espontáneamente como éste; erigido a la memoria de los caídos, es un ejemplo para nosotros. El nos señala el deber de no ceder en la lucha, hasta lograr la victoria.

Termina, siempre, dirigiéndose a la tropa: ¡Soldados!: Por la independencia de nuestra patria, hasta el final, hasta la victoria. ¡Viva la Republica!

Nuestro soldados, profundamente emocionados, han respondido jurando que no cederán un paso al invasor, y que también sabrán derramar su sangre por España y la Republica”.


Ofensiva
Periódico de la 18ª Brigada Mixta
10 de Julio de 1938









996. Recordando a Blas de Otero


Blas de Otero
(15 de marzo de 1916 - 29 de junio de 1979)



Ayer murió Blas de Otero, no lo sabe nadie todavía, pero es cierto; le vi pasar por la calle, iba como siempre, distraído y pensativo, llevando un periódico con muy mala gana, de vez en cuando miraba los escaparates, el cielo, el fondo de la calle... No, no ha muerto al lado de unos frascos y unas tabletas (ha muerto sólo de tiempo), eso de algún amigo que llega un momento, la incógnita del médico, la interdicción, desde luego, de la tos de turno. No se sabe exactamente por qué ha muerto, las circunstancias últimas; se sabe sólo que unos minutos antes dijo, dijera: acerté el camino, con todos mis errores.

Llueve, el valle está velado como tus ojos, la cima de Santa Marina se deslíe, llueve, entre nubes semiverdes, escurridas.

Nada de cajitas, pastillas de plástico, la cama, la pared, la tos del cura. Todo natural, abierto a la tarde, oyéndose casi a lo último siete palabras: con todos mis errores, acerté...

Las nubes se levantan, yo sigo echado como un río pero no tumbado como un mar. Consulten al médico, a Manrique, verán que todo es mentira, la vida sigue, nada es más verdad que sigue siguiendo.


Blas de Otero, "Seguir siguiendo"











995. Recuerdos de la Guerra Civil Española III




Dos recuerdos, uno que no demuestra nada en concreto y otro que creo que permite entrever el clima reinante en un periodo revolucionario. Cierta madrugada, uno de mis compañeros y yo habíamos salido a disparar contra los fascistas en las trincheras de las afueras de Huesca. Entre su línea y le nuestra había trescientos metros, una distancia a la que era difícil acertar con nuestros anticuados fusiles; pero si se acercaba uno arrastrándose a un punto situado a unos cien metros de la trinchera fascista, a lo mejor, con un poco de suerte, le daba a alguien por una grieta que había en el parapeto. 

Por desgracia, el terreno que nos separaba de allí era un campo de remolachas llano y sin más protección que unas cuantas zanjas, y había que salir cuando todavía estaba oscuro y volver justo después del alba, antes de que hubiera buena luz. Aquella vez no vimos a ningún fascista; nos quedamos demasiado tiempo y nos sorprendió el amanecer. Estábamos en una zanja, pero detrás de nosotros había doscientos metros de terreno llano donde difícilmente se habría podido esconder un conejo. Todavía andábamos infundiéndonos ánimos para echar una carrera cuando oímos mucho alboroto y silbatos en la trinchera fascista: se acercaban aviones nuestros. De pronto, un hombre, al parecer con un mensaje para un oficial, salió de un salto de la trinchera y corrió por encima del parapeto, a plena luz. Iba vestido a medias y mientras corría se sujetaba los pantalones con ambas manos. Contuve el impulso de dispararle.

Es cierto que soy mal tirador y que es muy difícil dar a un hombre que corre a cien metros de distancia, y además yo estaba pensando sobre todo en volver a nuestra trinchera aprovechando que los fascistas estaban pendientes de los aviones. Sin embargo, si no le disparé fue por el detalle de los pantalones. Yo había ido allí a pegar tiros contra los «fascistas», pero un hombre al que se le caen los pantalones no es un «fascista»; es, a todas luces, otro animal humano, un semejante, y se le quitan a uno las ganas de dispararle. 

¿Qué demuestra este episodio? Poca cosa, porque estos incidentes se producen continuamente en todas las guerras. El que viene ahora es distinto. Supongo que contándolo no conmoveré a los lectores, pero pido que se me crea si digo que me conmovió a mí, ya que fue un incidente característico del clima moral de un periodo concreto. 

Un recluta que se incorporó a nuestra unidad mientras estábamos en el cuartel era un joven de los suburbios de Barcelona, de aspecto salvaje. Iba descalzo y vestido con andrajos. Era muy moreno -sangre árabe, me atrevería a decir- hacía gestos que no suelen hacer los europeos; uno en concreto (el brazo estirado, la palma vertical) era típico de los hindúes. Un día me robaron de la litera un haz de puros de los que todavía se podían comprar muy baratos. Con no poca imprudencia, di parte al oficial y uno de los granujas a los que ya me he referido se apresuró a adelantarse y dijo que a él le habían robado veinticinco pesetas, cosa completamente falsa. Por la razón que fuera, el oficial llegó a la conclusión de que el ladrón había sido el joven de tez morena. El robo era un delito grave en las milicias y en teoría se podía fusilar a un ladrón.

El pobre muchacho se dejó conducir al cuerpo de guardia para ser registrado. Lo que más me llamó la atención fue que apenas se quejó. En el fatalismo de su actitud se percibía la terrible pobreza en que se había criado. El oficial le ordenó que se desnudara. Con una humildad que me resultó insoportable, se quitó la ropa, que fue registrada. En ella no estaban ni los puros ni el dinero; la verdad es que el muchacho no los había robado. Lo más doloroso fue que parecía igual de avergonzado incluso después de haberse demostrado su inocencia. Aquella noche lo invité al cine y le di brandy y chocolate, pero la operación no fue menos horrible; me refiero a pretender borrar una ofensa con dinero. Durante unos minutos yo había creído a medias que era un ladrón y esa mancha no se podía borrar. 

Pues bien, unas semanas después, estando en el frente, tuve un altercado con un hombre de mi sección. Yo era cabo por entonces y tenía doce hombres a mi mando. Estábamos en un periodo de inactividad, hacía un frío espantoso, y mi principal cometido era que los centinelas estuvieran despiertos y en sus puestos. Cierto día, un hombre se negó a ir a determinado puesto, que según él estaba demasiado expuesto al fuego enemigo, cosa que era cierta. Era un individuo débil, así que lo cogí del brazo y tiré de él. El gesto despertó la indignación de los demás, porque me da la sensación de que los españoles toleran menos que nosotros que les pongan las manos encima. Al instante me vi rodeado de hombres que me gritaban: «¡Fascista! ¡Fascista! ¡Déjalo en paz! Esto no es un ejército burgués. ¡Fascista!», etcétera. En mi mal español, les expliqué lo mejor que pude que las órdenes estaban para cumpirlas. La polémica se convirtió en una de esas discusiones tremendas mediante las que se negocia poco a poco la disciplina en los ejércitos revolucionarios. 

Unos decían que yo tenía razón; otros, que no. La cuestión es que el que se puso de mi parte de forma más incondicional fue el joven de tez morena. En cuanto vio lo que pasaba, se plantó en medio del corro y se puso a defenderme con vehemencia. Haciendo aquel extraño e intempestivo gesto hindú, repetía sin parar: «¡No hay un cabo como él!». Más tarde solicitó un permiso para pasarse a mi sección. 

¿Por qué me resulta conmovedor ese incidente? Porque en circunstancias normales habría sido imposible que se restablecieran las buenas relaciones entre nosotros. Con mi afán por reparar la ofensa no sólo no habría mitigado la acusación tácita de ladrón, sino que a buen seguro la habría agravado. Un efecto de la vida civilizada y segura es el desarrollo de una hipersensibilidad que acababa considerando repugnantes todas las emociones primarias. La generosidad es tan ofensiva como la tacañería; la gratitud, tan odiosa como la ingratitud. Pero quien estaba en la España de 1936 no vivía en una época normal, sino en una época en la que los sentimientos y detalles generosos surgían con mayor espontaneidad. Podría contar una docena de episodios parecidos, en apariencia insignificantes pero vinculados en mi recuerdo con el clima especial de la época, con la ropa raída y los carteles revolucionarios de colores alegres, con el empleo general de la palabra «camarada», con las canciones antifascistas impresas en un papel pésimo, que se vendían por un penique, con expresiones como «solidaridad proletaria internacional», repetidas conmovedoramente por analfabetos que creían que significaba algo. 

¿Sentiríamos simpatía por otro y nos pondríamos de su parte en una pelea después de haber sido ignominiosamente registrados en su presencia, en busca de objetos que se sospechaba que le habíamos robado? No, desde luego que no; sin embargo, podríamos sentir y obrar de este modo si los dos hubiéramos pasado una experiencia emocionalmente enriquecedora. Es una de las consecuencias de la revolución, aunque en este caso sólo había un barrunto de revolución y estaba a todas luces condenado, de antemano, al fracaso. 


George Orwell
Recuerdos de la Guerra civil española










994. Ana María Matute, contadora de historias

María Torres / 25 Junio 2014

Acaba de apagarse una de las voces más personales de la literatura española. Desde que escuchó las tres palabras que encierran la frase "Érase una vez", supo que "el que no inventa, no vive", y desde su frágil existencia infantil comenzó un camino que desembocaría en un universo imaginativo, lírico, emocional, lleno de compromiso social y mensaje poético. "En todo lo que yo he escrito hay una protesta, social, humana, del oprimido contra el opresor", decía. La literatura fue el asidero y el faro salvador de las tormentas que invadieron su vida, aun sabiendo que "en la Literatura -en grande-, como en la vida, se entra con dolor y lágrimas"

Ana María Matute Ausejo, la segunda de los cinco hijos de una familia de la pequeña burguesía catalana, nace en Barcelona el 26 de julio de 1925. Su madre, fría y exigente mujer castellana no sabe proporcionar a su hija el afecto que necesita. La relación entre ambas es turbulenta y su padre, Facundo Matute, propietario de una fábrica de paraguas, sombrillas y toldos, intenta suplir esta carencia. Una día, de regreso de uno de sus viajes a Londres le trae un muñeco negro que se convierte en su único amigo y que más tarde inspirará su novela "Primera memoria", Premio Nadal 1959. Ana María tiene cinco años y es una niña solitaria, con muchos miedos, que acaba de superar una grave afección renal. No le gustan las muñecas ni los juegos de niñas de la época y siempre le acompaña un tenaz tartamudeo que mina su seguridad. Gorogó, el muñeco negro al que nunca abandonará, se convierte en virtual amigo inspirador y ella con sus cinco diminutos años, escribe e ilustra su primer cuento.

Tres años después vuelve a enfermar y su familia decide llevarla a vivir con los abuelos en Mansilla de la Sierra, un pequeño pueblo en las montañas riojanas. Sus vivencias allí la influencian profundamente. Su infancia transcurre entre Madrid y Barcelona. Los estudios en el colegio religioso de Las Damas negras suponen una experiencia traumática para ella. Acaba de cumplir once años cuando comienza la Guerra española y su tartamudez desaparece definitivamente con el desgarrador sonido de los bombardeos, aunque desde entonces, aborrece el sonido de los fuegos artificiales. La violencia, el odio, la muerte, la angustia y la extrema pobreza que siguieron a la contienda la marcan profundamente. Decía que la empujaron fuera de la infancia. Jamás pudo olvidar la imagen del cadáver de un hombre muerto con un pedazo de pan con chocolate en la mano.

"Unos niños acostumbrados a no salir de casa si no era acompañados por sus padres o la niñera nos vimos haciendo interminables colas para conseguir pan o patatas. No es raro, pues, que yo me permitiera, años más tarde, definir esa generación a la que pertenezco como la de “los niños asombrados". Porque nadie nos había consultado en qué lado debíamos situarnos. Nadie nos había informado de nada y nos encontramos formando parte de un lado o de otro, tal y como me confesó un día Jaime Salinas. Yo, ahora, sólo recuerdo que el mundo se había vuelto del revés, que por primera vez vi la muerte, cara a cara, en toda su devastadora magnitud; no condensada, como hasta aquel momento, en unas palabras –“el abuelito se ha ido y no volverá..."–, sino a través de la visión, en un descampado, de un hombre asesinado. Y conocimos el terror más indefenso: el de los bombardeos. Y aquellos cuentos, aquellas historias “impropias para niños", añadieron en su ruta interna de niña asombrada un aprendizaje. Atroz. Mucho más atroz que los cuentos de hadas".

Las miserias de la posguerra, que según decía Ana María "se prolongó demasiado por culpa de aquella bestia parda que vivía en El Pardo", las vivió muy de cerca. La analfabeta cocinera de la familia Matute, le dictaba a Ana María las cartas para su familia. Las respuestas, cuando llegaban, estaban repletas de sufrimiento.

Escribe su primera novela, “Pequeño teatro” a los 17 años en un cuaderno escolar cuadriculado, con las tapas de hule negro, un cuaderno de posguerra. No se atreve a presentarla a una editorial hasta casi tres años después. Estaban dispuestos a editar su libro pero necesitaban que su padre firmara el contrato pues ella era menor de edad. Tenía 19 años y un contrato de tres mil pesetas para un libro que vió la luz once años más tarde.

Se da a conocer en la escena literaria española con ‘Los Abel’, una novela inspirada en la historia bíblica de los hijos de Adán y Eva, en la cual refleja la atmósfera española de posguerra desde el punto de vista de la percepción infantil.

En el año 1952 se casa con el poeta Ramón Eugenio de Goicoechea en contra de los deseos de su madre que llegó a desheredarla. Dos años después nace su hijo Juan Pablo, al que le ha dedicado gran parte de sus obras infantiles. El matrimonio, que apenas dura diez años, es un rotundo fracaso. Las leyes franquistas no se lo ponían nada fácil a las mujeres que tomaban la decisión de separarse. A Ana María le cuesta perder la custodia de su hijo y cualquier derecho de visita. Tuvieron que pasar más de dos años para que pudiera recuperar la custodia y cuando lo hizo no dudo en preparar sus maletas para marcharse con Juan Pablo a América. Había conseguido una beca como profesora "visitante" en varias universidades americanas.

En 1953 la censura franquista prohibe “Luciérnagas”, obra elaborada sobre sus recuerdos de Barcelona en la Guerra, y en 1960, “Primera memoria" abrió la trilogía “Los mercaderes”, “Los soldados lloran por la noche” y “La trampa”, donde habla de la guerra sin trabas.

Nominada para el premio Nobel de Literatura en 1976 junto a Vicente Aleixandre; finalista del premio Andersen que no obtiene, porque las obras llegaron al jurado sólo en castellano, aun a pesar de que estaban traducidas,  y después de varios años de silencio narrativo, consigue el Premio Nacional de Literatura Infantil con «Sólo un pie descalzo» en 1984.

Ingresa en la Real Academia Española de la Lengua en 1996 ocupando el asiento K, el que fue de Carmen Conde, y se convierte en la tercera mujer en ser admitida en esta institución a los largo de trescientos años. En 2007 recibe el Premio Nacional de las Letras Españolas al conjunto de su labor literaria. Candidata y finalista varias veces, en noviembre de 2010 es galardonada con el premio más prestigioso de la lengua castellana, el Premio Cervantes. "Mentiría si no dijera que lo estaba esperando". Antes que ella había sido otorgado a dos mujeres, Ana María Zambrano y Dulce María Loynaz.

La niña de los cabellos blancos como la llamaba Ana María Moix, ha muerto y debe estar vagando por algún bosquecillo animado. Sin duda, como afirma José Caballero Bonald, "su muerte es un descalabro en mi intimidad".









993. Recuerdos de la Guerra civil española II

Soldado republicano en el Frente de Madrid (Archivo histórico del PCE)

Nos hemos vuelto demasiado civilizados para ver lo evidente. Porque la verdad es muy sencilla: para sobrevivir, a menudo hay que luchar; y para luchar, hay que mancharse las manos. La guerra es mala y es, con frecuencia, el mal menor. Los que tomen la espada, perecerán por la espada; y los que no la tomen, perecerán de enfermedades malolientes. El hecho de que valga la pena recordar aquí este lugar común revela lo que han producido en nosotros estos años de capitalismo de rentistas. 

En relación con lo que acabo de decir, una breve nota sobre atrocidades: Tengo poco conocimiento directo de las atrocidades que se cometieron en la guerra civil española. Sé que los republicanos fueron responsables de algunas y que los fascistas lo fueron de muchas más (y todavía siguen en ello). Pero lo que me llamó mucho la atención por aquellas fechas, y sigue llamándomela desde entonces, es que los individuos se creen las atrocidades o no se las creen basándose única y exclusivamente en sus inclinaciones políticas. Todos se creen las atrocidades del enemigo y no dan crédito a las que se cuentan del bando propio, sin molestarse en analizar las pruebas. 

Hace poco, elaboré una lista de atrocidades cometidas entre 1918 y el presente; no pasó un año sin que se cometieran en alguna parte y no había prácticamente ningún caso en el que la derecha y la izquierda creyeran las mismas historias al mismo tiempo. Y, lo que es más curioso aún, en cualquier momento se puede revertir la situación de manera radical y hacer posible que la atrocidad totalmente demostrada de ayer mismo se convierta en una mentira absurda, sólo porque haya cambiado el panorama político.

En la guerra actual, estamos en la curiosa situación de que emprendimos nuestra campaña contra las atrocidades mucho antes de que se iniciase el conflicto, y la emprendió sobre todo la izquierda, la gente que acostumbra a enorgullecerse de su incredulidad. En el mismo periodo, la derecha, divulgadora de las atrocidades en 1914-1918, observaba la Alemania nazi y se negaba de plano a ver ningún peligro en ella. Pero cuando la guerra estalló, fueron los pronazis de ayer los que se pusieron a repetir cuentos de miedo, mientras que los antinazis se quedaban de pronto dudando de si la Gestapo existía en realidad. No fue sólo por el pacto germano-soviético. Por un lado, fue porque antes de la guerra la izquierda había confiado erróneamente en que Gran Bretaña y Alemania no llegarían a enfrentarse; por tanto, podía ser antialemana y antibritánica al mismo tiempo. Y por el otro, fue porque la propaganda bélica oficial, con su hipocresía y fariseísmo nauseabundos, siempre consigue que la gente sensata simpatice con el enemigo. 

Parte del precio que pagamos por las mentiras sistemáticas de 1914-1918 fue la exagerada reacción germanófila que siguió. Entre 1918 y 1933, a uno lo abucheaban en los círculos izquierdistas si insinuaba que Alemania había tenido siquiera una mínima responsabilidad en el estallido del conflicto. En todas las condenas de Versalles que oí durante aquellos años no recuerdo que nadie preguntara qué habría pasado si Alemania hubiera vencido, y menos aún, que se comentara la posibilidad. Lo mismo cabe decir de las atrocidades.

Es sabido que la verdad se vuelve mentira cuando la formula el enemigo. Últimamente he comprobado que las mismas personas que se tragaron todos los cuentos de miedo sobre los japoneses en Nanking, en 1937, se han negado a creer los mismos cuentos en relación con Hong Kong en 1942. Incluso se notaba cierta tendencia a creer que las atrocidades de Nanking se habían vuelto retrospectivamente falsas -por así decirlo- porque el gobierno británico llamaba ahora la atención sobre ellas. 

Pero, por desgracia, la verdad sobre las atrocidades es mucho peor que las mentiras que se inventan al respecto y con las que se hace la propaganda. La verdad es que se producen. Lo único que consigue el argumento que se aduce a menudo como motivación para el escepticismo -que en todas las guerras se divulgan las mismas historias- es aumentar las probabilidades de que las historias sean ciertas. Sin duda se trata de fantasías muy extendidas y la guerra proporciona una oportunidad para ponerlas en práctica. Además, aunque ya no esté de moda decirlo, no se puede negar que los que en términos generales llamamos «blancos» cometen muchas más y peores atrocidades que los «rojos». El comportamiento de los japoneses en China, por ejemplo, constituye una prueba. Tampoco caben muchas dudas sobre la larga lista de barbaridades que han cometido los fascistas en Europa en los últimos diez años. Hay una cantidad enorme de testimonios y una parte respetable de los mismos procede de la prensa y la radio alemanas. Estos hechos ocurrieron realmente, y esto es lo que no hay que perder de vista. Ocurrieron incluso a pesar de que lord Halifax dijera que ocurrían. Violaciones y matanzas en ciudades chinas, torturas en sótanos de la Gestapo, ancianos profesores judíos arrojados a pozos negros, ametrallamiento de refugiados en las carreteras españolas. Todas esas cosas sucedieron y no sucedieron menos porque el Daily Telegraph las descubra de pronto con cinco años de retraso. 


George Orwell
Recuerdos de la Guerra civil española
Capítulo II




992. Reglas higiénicas que debe observar un buen miliciano



1.º El miliciano procurará tener siempre descansado el cuerpo para no fatigarse, o fatigarse lo menos posible, cuando se le llame a la lucha.

2.º Deberá dormir la mayor cantidad de horas posible en el cuartel, ya que puede ocurrirle no poder dormir en varios días de lucha, y las energías y el sueño que pierda en el cuartel las necesita para la lucha.

3.º Al levantarse se dará una ducha para tonificar su cuerpo y mostrarse ágil en las marchas. 

4.º Se limpiará los dientes después de cada comida, para evitar afecciones al estómago e intestinos, y procurará comer despacio para una fácil digestión.

5.º Cuidará a diario sus pies, pidiendo en la enfermería talco, aplicárselo en ellos después del lavado, y de este modo evitará grietas, rozaduras e irritaciones molestas.

6.º No fumará ni escupirá en recintos cerrados ni en los dormitorios.

7.º Procurará que las dependencias del cuartel estén con limpieza, preocupándose cada uno de la misma en ellas.

8.º Al ingresar en el cuartel llevará una muda interior de reserva, para alternarla con la que lleve puesta.

9.º Se preocupará del aseo de su cabeza y se procurará un peine para la pulcritud del cabello.

10.º Y se proporcionará una manta, si le es posible, para evitar los rigores del tiempo frío, cuando luche en las alturas.


Diario del 5º Regimiento de Milicias Populares Nº 1, Madrid, 26 de julio de 1936










991. La educación del pueblo




El Gobierno provisional de la República sitúa en el primer plano de sus preocupaciones los problemas que hacen referencia a la educación del pueblo. La República aspira a transformar fundamentalmente la realidad española hasta lograr que España sea una auténtica democracia. Y España no será una auténtica democracia mientras la inmensa mayoría de sus hijos por falta de escuelas, se vean condenados a perpetúa ignorancia.

La República no puede consentir se prolongue por más tiempo el espectáculo que ofrece el pueblo español reclamando incesantemente la creación de aquellas escuelas que las propias leyes consideran necesarias y obligatorias. El advenimiento de la República ha tenido la virtud de despertar la conciencia de los pueblos. Sus Ayuntamientos se reúnen en sesión extraordinaria para tratar de cuestiones de enseñanza. Todos desean acabar con el analfabetismo. Todos aspiran a crear las Escuelas necesarias. Todos se dirigen al Gobierno provisional de la República en demanda de escuelas, convencidos,  no sin fundamento, de que ha llegado el momento de redimir a España por la Escuela.

El Gobierno, desde el primer momento, quiso conocer con toda exacti­tud la verdadera situación del país en orden a las necesidades de la Escuela primaria. Encomendó a los Consejos provinciales de Inspección un minucioso informe de la realidad escolar española. Y los informes recibidos en el Ministerio de Instrucción pública advierten que si bien existen actualmente en España 35.716 escuelas unitarias y secciones de graduada, para atender convenientemente las exigencias de la población escolar precisa crear, además, 27.151 escuelas unitarias y secciones de graduada. 

No es posible crear de momento ese número de escuelas que necesita España. La falta de elementos materiales y aun la carencia de personal debidamente preparado para ponerse al frente de la escuela hacen imposible el intento de crear inmediatamente todas las escuelas.

Pero si no es posible crear de una vez todas esas escuelas, tampoco puede contentarse el Gobierno provisional de la República creando solamente las mil escuelas anuales que como precepto reglamentario, figuran en los actuales presupuestos.

Urge trazar un plan para que en un plazo de cinco años puedan crearse todas esas escuelas que hoy demanda el país, llevando a los presupuestos respectivos las cantidades necesarias para dotar esas nuevas plazas que, naturalmente, no han de ser todas de una misma categoría, sino que habrán de distribuirse proporcionalmente entre todas las categorías de un Escalafón, que signifique verdadero estimulo para el Magisterio.

Fundado en estas razones y a propuesta del Ministro de Instrucción pública y Bellas Artes, el Gobierno provisional de la República decreta:

Articulo 1.°: Se autoriza al Ministerio de Instrucción pública para crear a partir del 1º de Julio, 7.000 plazas de Maestros y Maestras con destino a las Escuelas nacionales. 

Artículo 2.º: Dichas plazas, que habrán de distribuirse proporcionalmente en las distintas categorías del Escalafón, se calculan, a los solos efectos del crédito que haya de solicitarse, dotadas en 5.000 pesetas cada una de ellas.

Artículo 3.º: Las 11.666.667 pesetas que suponen para este ejercicio económico la creación de las 7.000 plazas, ya que su creación definitiva se hará con fecha 1.° de Septiembre, se satisfarán con la cantidad de 1.247.000 pesetas que figura con destino a la creación de 1.000 plazas de Maestros y Maestras en el capitulo 4.°, artículo 1.°, concepto 3.º del vigente presupuesto y con el crédito de 10.411.667 pesetas que se solicitará de las Cortes.

Artículo 4.º: El Ministerio de Instrucción pública adoptará cuantas medidas estime pertinentes para la ejecución  de este Decreto y para que, en lo sucesivo, la formación y selección del Magisterio Nacional responda al actual empeño educativo de la República, a cuyo efecto organizará cursillos intensivos en los utilizará, además de las Escuelas Normales, cuantos elementos y Centros Superiores de enseñanza considere necesarios.

Dado en Madrid a veintitrés de Junio de mil novecientos treinta y uno.


El Presidente del Gobierno provisional de la República,
Niceto Alcalá-Zamora y Torres

El Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes,
Marcelino Domingo y Sanjuán


Este Decreto fue publicado en la Gaceta de Madrid, núm. 175, el 24 de Junio de 1931 y puede leerse aquí.










990. Balance




Es hora de echar cuentas. Retiraos.
Dejad ese bullicio del paseo,
la mesa del café, la santa misa,
y el bello editorial de los periódicos.
Entrad en vuestra alcoba. Echad la llave.
Quitaos la corbata y la careta,
iluminad el fondo del espejo,
guardad el corazón en la mesilla,
abríos las pupilas y el costado.
Poneos a echar cuentas, hijos míos.

Tú, invicto general de espuela y puro,
echa tus cuentas bien, echa tus cuentas.
Toma tus muertos uno a uno, ciento
a ciento, mil a mil, cárgalos todos
sobre tus hombros y desfila al paso
delante de sus madres.

Y tú, ministro, gran collar, gran banda
de tal y cual, revisa, echa tus cuentas.
Saca tu amada patria del bolsillo
como un pañuelo sucio sin esquinas.
Extiéndelo y sonríe a los fotógrafos.

Y tú, vientre redondo, diente astuto,
devorador del oro y de la plata,
señor de las finanzas siderales,
echa tus cuentas bien, echa tus cuentas,
púrgate el intestino de guarismos
y sal si puedes que te dé la lluvia.

Tú, gordo y patriarcal terrateniente
esquilador de ovejas y labriegos.
Tú, cómitre del tajo y la galera,
azuzador de brazos productivos.

Tú, araña del negocio. Tú, pirata
del mostrador. Y tú, ganzúa ilustre
de altos empleos, ávida ventosa
sobre la piel más débil, echa cuentas,
medita y examínate las uñas.

Y tú, señora mía y de tu casa,
asidua del sermón y la película,
tú, probo juez de veinte años y un día,
tú, activo funcionario de once a doce,
y tú, muchacha linda en el paseo;
tú, chico de familia distinguida
que estudias con los Padres y no pecas.

Y tú, poeta lírico y estético,
gran bebedor de vino y plenilunios,
incubador de huevos de abubilla
en los escaparates fluorescentes,
sumad, restad, haced vuestro balance,
no os coja el inventario de sorpresa.

Tú no, pueblo de España escarnecido,
clamor amordazado, espalda rota,
sudor barato, despreciada sangre,
tú no eches cuentas, tienes muchas cifras
de saldo a tu favor. Allá en tu día,
perdónanos a todos nuestras deudas,
perdónanos a todos en tu nombre
y hágase al fin tu voluntad
así en España
como en el cielo.


Ángela Figuera Aymerich
Belleza cruel, 1958









989. Columba Fernández Doyague, una de tantas, una de ellas

Ahaztuak 1936-1977 - 9 febrero 2013

COLUMBA FERNÁNDEZ DOYAGUE: UNA DE TANTAS, UNA DE ELLAS.

En los primeros años de terror franquista los escuadrones de la muerte asesinaron al menos a 94 mujeres en Euskal Herria (10 en Araba, 15 en Bizkaia, 40 en Gipuzkoa y 29 en Nafarroa)*. Algunas de estas víctimas fueron asesinadas extrajudicialmente y enterradas en fosas clandestinas por lo que continúan aún desaparecidas, es el caso de la vecina de Gasteiz, Columba Fernández Doyague. La historia de esta mujer sirve de ejemplo para resumir la injusticia y crueldad a la que fueron sometidas cientos de mujeres.


La detención

Columba Fernández había nacido en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja), era vecina de Vitoria-Gasteiz desde muy joven vivía en la calle Pintorería. Fue detenida en la capital alavesa el 31 de Julio de 1936, entonces tenía 38 años.

Aquel día Columba se encontraba en la entrada de la cárcel vitoriana de la calle La Paz, como otras muchas personas, a la espera de entrar a la prisión a visitar a sus allegados. Eran los primeros días tras el golpe de Estado contra la democracia republicana, la capital alavesa estaba ya bajo control franquista y las celdas comenzaban a llenarse de presos políticos. La mayoría de las personas que se agolpaban en las puertas del penal eran mujeres que llevaban paquetes de comida, mantas y ropa para sus maridos encarcelados.

En los momentos de tensión previos a que les dejaran entrar en la cárcel, según la versión ofrecida por los centinelas a su superior, una de las mujeres se dirigió a los soldados que vigilaban el acceso con la frase “con vino y tabaco os están engañando”. Por esa razón procedieron a detener a una de las mujeres del grupo de visitantes. En los interrogatorios posteriores la mujer arrestada alegó que ella no había abierto la boca, y en su declaración acabó señalando a Columba Fernández como la autora de la frase. Columba fue detenida al día siguiente.

Columba era conocida en Gasteiz por ser militante anarquista y participar activamente en movilizaciones obreras. Durante la IIª República, en febrero 1932, ya había sido detenida junto a varias decenas de anarquistas más en una huelga impulsada por la CNT que paralizó la ciudad. Con esos marcados antencedentes acompañados de esa denuncia de “insultos a la autoridad” ingresó directamente en prisión.


El juicio

Tras permanecer tres semanas encerrada, a mediados de agosto, el juez José María Sarachaga Larrea le tomó declaración. Columba rechazó la acusación. Su versión difería absolutamente de lo que se le imputaba haber dicho aquel día en la entrada de la cárcel. Según ella, los soldados de guardia estaban bebiendo y le ofrecieron vino, que rechazó. Insistieron en darle vino pero Columba, firme a sus convinciones libertarias, afirmó ser vegetariana y abstemia por lo que se marchó del lugar sin aceptar la invitación a beber con ellos. El juez nunca tomó declaración a los soldados implicados, porque ya no se encontraban en Gasteiz tras haber sido destinados al frente de Madrid. Las diligencias concluyeron con los informes redactados por los estamentos habituales sobre la procesada:

La Dirección General de Seguridad redactó un expediente demoledor. “A Columba se le considera como muy peligrosa, relacionada muy de cerca con elementos marxistas, habiendo intervenido directamente en cuantas alteraciones de orden público, excitando siempre a la violencia y distinguiéndose siempre por sus insultos a la Fuerza Pública”.

La Guardia Civil ratificaba lo dicho, remarcando que tenía “pésimos antecedentes” y que su marido Isidro Ruiz Pereda había cobijado a tres atracadores en cierta ocasión. Añadía que Columba mantuvo correspondencia con un “peligroso sindicalista” de Logroño.

El general José María García Benítez, máximo responsable de la Comandancia Militar de Vitoria, firmó el traslado de Columba a la cárcel de Laguardia. El 12 de Septiembre Columba fue trasladada a Gasteiz de nuevo, para ser juzgada. Acusada de un delito de coacción, ella mantuvo su inocencia pero el consejo de guerra la condenó a 4 años de prisión.


El asesinato

Cinco días más tarde, el 17 de Septiembre de 1936, fue sacada de la cárcel supuestamente para ser llevada de nuevo a su destino penitenciario, la cárcel de Laguardia. Sin embargo, como tantos otros casos, Columba fue asesinada en el trayecto por el escuadrón de la muerte que la trasladaba, tras lo cual fue enterrada en alguna cuneta de manera clandestina. Algunas investigaciones han señalado que el lugar del crimen pudo ser las Conchas de Haro, pero su cuerpo nunca ha aparecido. Además, en una práctica habitual de la burocracia franquista en la que las autoridades penitenciarias nunca reconocían su responsabilidad en las desapariciones y ejecuciones extrajudiciales de presos políticos, las diligencias judiciales contra Columba continuaron hasta 1944.


Las diligencias judiciales post-mortem

En 1940, la Comisión Central de Examen de Penas del Ejército, proponía que la condena a Columba fuera rebajada de cuatro a dos años. Pero la notificación a la reclusa no se pudo hacer, por razones obvias ya que llevaba cuatro años muerta. En 1944 se volvieron a emitir varios exhortos para comunicar a Columba su libertad, incluso insertaron anuncios en prensa. El 24 de Junio de 1944, el director de la cárcel de Gasteiz respondía que “la interna fue trasladada a la cárcel de Laguardia el 17 de septiembre de 1936, en virtud de la orden del gobernador civil de esta capital”. El primero de julio de 1944, el director de la prisión de Laguardia se justificaba diciendo que la procesada había sido entregada el 11 de septiembre de 1936 a una pareja de la guardia civil para ser trasladada a Gasteiz para el juicio, “sin que regresara jamás a esta prisión ni se hayan tenido noticias de la misma”.

El 4 de julio de 1944, el Gobierno Civil respondió al exhorto de manera tajante: “no hay resguardo en este Gobierno del traslado de Columba Fernández de Vitoria a Laguardia”. Todo era una patraña porque el director de la cárcel de Gasteiz envió al juez la comunicación de que el gobernador decía no conocer: “Gobierno Civil de la Provincia de Álava. Nº de registro 2.290. Columba Fernández Doyague. El jefe de la cárcel de esta capital pondrá en libertad al detenido que se expresa, siendo entregado a los portadores de la presente orden para que sea trasladada a Laguardia. Vitoria, 17 de septiembre de 1936. Delegado de Orden Público, Alfonso Sanz”.

El 11 de julio de 1944, el Gobierno Civil se defendía ante el juez, señalando que “ignora lo ocurrido con la encartada toda vez que en aquella época existían las delegaciones de Orden Público con atribuciones propias”. El juez militar de Gasteiz, Mauricio Fernández de Retana, siguió la investigación y llegó a preguntar al director de la cárcel de mujeres de Saturraran que negó que la procesada se encontrara en la citada prisión. El juez, finalmente, dictó un edicto dándole a Columba, ocho días para que se presentara, cuando llevaba ya ocho años muerta. Como no hubo respuesta, el juez decidió interrogar a su viudo que lo único que pudo declarar era que su mujer había desaparecido en septiembre de 1936.


PRIMEROS AÑOS DE TERROR FRANQUISTA (1936-1940): 94 MUJERES ASESINADAS EN EUSKAL HERRIA

TODOS LOS NOMBRES

ARABA: 10

VICTORINA GONZÁLEZ DE LARRARTE
JUANA ALDAITURRIAGA GUINEA
MONICA BARRON DEL VAL
MARCELINA LANDA SANTA LUCIA
EULALIA GONZÁLEZ DE ZARATE
ISABEL CORRAL GUTIERREZ
COLUMBA FERNÁNDEZ DOYAGUE
CIPRIANA LATABURU MURGA
VERANIA MARTINEZ EGUILUZ
MARÍA EGUILUZ SOPELANA

BIZKAIA:15

JUANA ABASCAL NUÑEZ
AGAPITA CENDOYA MENCHACA
TERESA CHINCE LEDESMA
FELICIANA ECHAVE ARTOLA
CELINA ESPIÑA
MARÍA FERNÁNDEZ GARCÍA
ADELAIDA FERNÁNDEZ PÉREZ
BERTA HURGUER
CECILIA IDIRIN GARABIETA
ELVIRA MARTÍNEZ PASCUAL-PORRES
JUANA MIR GARCÍA
ANA NARANJO MARÍN
BERTA PEÑA PARRAS
BASILIA PÉREZ GARCÍA
ELVIRA PERIBAÑEZ

NAFARROA: 29

DOMINICA AZPARREN GIL
RUFINA CHOCARRO VILLAR
ROMANA ZUBIRIA CASTELLANO
FRANCISCA ALONSO PRADO
RUFINA PEREZ CASTILLO
FRANCISCA ITURRALDE OLAECHEA
MARTINA MARTINEZ BUENO
FELISA AGUADO SAINZ
SIMONA CALLEJA AGUADO
MISERICORDIA ABAD ALCEGA
EMILIA ARRAIZA GARIN
LUCIANA VIGURIA URTASUN
MARAVILLAS LAMBERTO YOLDI
AMADA MORENTIN ROLDAN
JUANA JOSEFA GOÑI SAGARDIA
ASUNCION SAGARDIA GOÑI
MARTINA SAGARDIA GOÑI
DIONISIA MARTINEZ LIZUAN
NIEVES GONZALEZ ROLDAN
CARMEN MONTORO SAGASTI
ENCARNA RESANO FALCÓN
DOLORES GURREA FERNANDEZ
PRESENTACION OROZ BUEY
ASUNCION CAMPAÑA ORTIZ
JOSEFA BUENO AZCARATE
FELIPA RAMIREZ VICENTE
JESUSA OLLOQUI
CARMEN LAFRAYA FERNANDEZ
JUANA CHARELA VIDAS

GIPUZKOA: 40

MARIA OYARZABAL LECUONA
MARIA JOSEFA OLAZIREGUI IBARBURU
MERCEDES LOPEZ COTARELO
PILAR VALLES VICUÑA
MICAELA ROTETA ESNAL
EMETERIA CASIMIRA
ARAMBURUZABALA BEITIA
LEONA CORTABARRIA IZURRATEGUI
TERESA GOICOECHEA GOICOECHEA
EUGENIE GALDONA ECHEVERRIA
JOSEFA MARTINA ISASTI URANGA
FILOMENA BALENCIAGA GOICOECHEA
FELISA GOÑI BIURRUN
ELOISA VARGA LOMERA
GENEROSA COLOMA VICENS
TERESA VILLAREJO GONZÁLEZ
VICENTA IRASTORZA ECHEVERRIA
MARIA GASTESI GARCIANDIA
TEOFILA IBARRETA MENDIOLA
FELIPA GOÑI JORGE
CONCEPCION VALERDI MARTICORENA
AGAPITA LARCANO LOIDI
DOMINICA ARTOLA ECHEVERRIA
ENCARNACION EGURCEGUI ARTEAGA
ROSARIO GONZÁLEZ
ARROITAJAUREGUI
TERESA TELLECECHEA LAGIE
MARIA ITURZAETA GORRITI
CATALINA GASCON PEREZ
NICOLASA AGUIRREZABALA
DOLORES FERNANDEZ FERNANDEZ
MARIA ANTONIA PACHECO MAR
JOSEFA ARRILLAGA ARRIZABALAGA
CONCEPCION CLARIANA LOVEL
MANUELA BOLUMBURU
CARMEN ARAMBURU OYARZABAL
MARIA RAMONA LACARRA ALUSTIZA
JUANA MARTINA ALUSTIZA GOITIA
FRANCISCA RUIZ GARCIA
FAUSTINA RUIZ GARCIA
FLORENCIA OLAZAGOITIA ZEZIAGA
RAMONA ZUBIRIA URRUZMENDI