Si es verdad que caíste, camarada,
también es cierto que viviendo sigues
eterna juventud entre nosotros.
también es cierto que viviendo sigues
eterna juventud entre nosotros.
Lo mismo que la rosa
vista por la mañana en mayo un día,
si luego la encontramos
si luego la encontramos
muy lejos del rosal, pisoteada,
perdura en el recuerdo lozanísima,
así para nosotros, Gerda, eres.
así para nosotros, Gerda, eres.
A pesar de tu muerte y tus despojos,
el oro viejo que tu pelo era,
el oro viejo que tu pelo era,
la fresca flor de tu sonrisa al viento
y tu gracia al saltar
y tu gracia al saltar
burlándote a las balas,
para grabar escenas de la lucha,
nos dan aliento, Gerda, todavía.
nos dan aliento, Gerda, todavía.
En nuestra casa vives, no lo dudes;
por todos los rincones siempre habitas;
las paredes reflejan tu figura,
por todos los rincones siempre habitas;
las paredes reflejan tu figura,
y este dolor tan hondo que sentimos
lo preside a diario tu presencia.
lo preside a diario tu presencia.
La guerra sigue igual, como la viste.
Y en medio de esta muerte, esta ruina,
más agudo que silban los obuses,
Y en medio de esta muerte, esta ruina,
más agudo que silban los obuses,
más fuerte que la bomba en su estallido,
te decimos con fe nuestra esperanza:
te decimos con fe nuestra esperanza:
que puede más la flor con su hermosura.
Luis Pérez
Infante
El Mono
Azul, nº 28, el 12 de agosto de 1937
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