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1140. Al pueblo de Madrid

El Comisario general de la Guerra y ministro de Estado señor Alvarez del Vayo, lanza un llamamiento al pueblo de Madrid. He aquí sus brillantes párrafos:

Defender Madrid: He ahí la suprema consigna.

Que cada obrero, cada hombre libre de Madrid, cada mujer, se da cuenta de que puesta la capital de la revolución y la República a la temperatura a que debía estar ya en estos instantes decisivos, la victoria es cierta. Pero solo mediante el esfuerzo máximo de cada uno y de todos.

Madrid no se defiende gritando en el frente, ya tan próximo: "¡que nos han copado!", "¡que se nos lleva al matadero!", ni pidiendo más de lo que de momento pueda ofrecerse como material de combate. Sí desahogando el ímpetu revolucionario en una crítica negativa y estéril. Control severísimo de mandos, compenetración entre los mandos leales y la masa combatiente, extirpación inexorable de la traición, venga de arriba o de abajo, de las masas nunca; pero sí de fascistas emboscados o de dementes irresponsables, entremezclados en las filas. Cuanta más persistencia en la vigilancia,  mejor. A eso y al afán salvador de restablecer en todos la decisión de vencer, responde justamente la creación del Instituto de Comisarios políticos, encomendada al nuevo Comisariado general de la guerra. El comisario político, pletórico de vida y de eficacia en "Los marinos del Cronstadt", cuya exhibición en Madrid resume la exigencia más apremiante de la hora, pero que sin esos formidables marineros, decididos a abrirse camino contra el mar y contra todos, quedaría reducido a una figura aislada e inservible.

Madrid se defiende colocándose cada uno al nivel de aquella jornada inolvidable que glorificó revolucionariamente a nuestro Madrid en el asalto al cuartel de la Montaña.

Madrid se defiende comenzando a mirar cara a cara la verdad, en clara conciencia de que por tomar Madrid y por vengarse de que no se sumara desde el primer día a la rebelión, los generales facciosos no ahorrarán esfuerzo ni brutalidad alguna.

Madrid, en una palabra, no se defiende desde la calle del Carmen, ni diciendo irresponsablemente: "¡El día que vengan, ya verán cual va a ser la reacción de nuestro pueblo!" Madrid se defiende en el frente, pasando a la ofensiva victoriosa, y a la vez estando cada uno con el músculo tenso y el ánimo igual, cual si el enemigo estuviese ya en los arrabales.

Es cuestión de horas, cada obrero, cada hombre libre de Madrid, en un empuje de voluntad, debe saber salvar la vida mejor en la trinchera que junto al paredón de la ignominia de los fusilados por no haberse sabido batir a tiempo. 

¡A defender Madrid, y entonces si que no hay quien lo tome!


Edición de la mañana, página 13











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