“No sé a quién se parecería. Con quién compararla. Con quién medirla. Qué calificativos aplicarle una vez que, dentro de su tránsito de vida, me la encuentro desnuda y sola en su amplitud de ser vibrante, candela inagotable, rescoldo que nace y se renace en los abrazos y risas múltiples de entrega interminable. Zenobia Camprubí no es un nombre atado en la nada. Una viajera con fulgor de espumas, ni siquiera el oleaje que viene y va, es el todo posible, es el permanente imposible que calma e impulsa, es el fragor de las estancias más cálidas, es el retorno deseado, es la longitud de la caricia.
Una vez dentro de ella, mirándola por los ángulos de
su pulso constante, creeremos que no sólo se sostuvo firme en la proa
del vivir, sino que supo atar todos los vientos, que manejó el timón
del sueño con la firmeza y la esperanza de la llegada al mejor puerto,
a cualquier puerto, a cualquier lugar para recomenzarse como
quien nace cada día. No la busquen en la desolación y el desamparo.
Multiplicada hacia todas las corrientes, la entrega no
es su palabra, ni la desembocadura a ningún río del desaliento. Armó
abatimientos y tejió el gran paraguas protector para aquellos que
caminasen en su mismo camino. Entendió el desprendimiento como
una filantropía necesaria de la especie. Intuyó la luz que le
acompañaba sin dejar de ser la luz que poseía. Zenobia Camprubí no
termina su biografía en el lugar de los olvidados. En cada acercamiento
a sus pasos se nos reverdece, cada vez más florecida sintiéndola transparente y silenciosa por un jardín de palabras.
Tuvo la poesía necesaria en el arcón más cercano y la palabra
exacta casi brotada en su piel. Siempre se despojó con la fuerza de lo
incontenible.
Hurgó entre las luces y evitó las sombras. Recogió
tras las lluvias las mejores aguas. Filtró la sustancia de lo que era para
darlo en la dosis precisa. Miró lejos y distinguió la profundidad del
compañero.
No retuvo su tiempo, lo vivió, lo encapsuló para
entregarlo con su medida. Conductora de su época, se anticipó a las estaciones
y estas la recompensaron con la constancia inagotable de una mujer para todos los tiempos.
Sencillamente Zenobia.
Antonio Ramírez Almanza
"Cenobia Camprubí con luz
propia"
(Centenario de la estancia de Zenobia en La Rábida)
Edición de la Fundación Zenobia-JRJ y la UNIA. 2009
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