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1183. La luz de Occidente




Recordamos a Juan Negrín, Presidente del Consejo de Ministros de la República, en el aniversario de su muerte en el exilio en París el 12 de noviembre de 1956, con un extracto del discurso a la opinión pública de Estados Unidos el 1 de enero de 1939.


En los momentos en que pasa el año viejo y nace el nuevo, quiero dirigir algunas palabras a la opinión pública de Estados Unidos.

Los asuntos de España son actualmente asuntos mundiales, y lo que en nuestro país puede suceder es de importancia tan vital para el porvenir de las naciones que nadie, en parte alguna, debe permanecer indiferente al curso de los sucesos. Todo país, todo individuo, se verán afectados por el resultado final de la lucha en España. Aquí se decidirá si las relaciones entre distintos países han de ser llevadas a cabo por la fuerza bruta o por leyes internacionales y pactos mutuos; si el mundo ha de ser repartido y controlado por imperios totalitarios o gobernado por Gobiernos democráticos; si el gansterismo ha de ser aceptado y erigido en religión cuando lo practican Estados o si la democracia y la libertad han de sobrevivir; si la adoración del poder y de la fuerza, no ya como instrumentos, sino como fin y propósito, ha de ser reconocida como característica de una nueva era de Kultur (...).

Esto, pues -todo esto- es el sentido, el verdadero sentido de nuestra lucha sobrehumana en España.

Durante los veinte años que han transcurrido desde que terminó la guerra mundial, la locura y la perversidad parecen haber inspirado la conducta de algunas grandes naciones. Han envenenado a los pueblos con el odio, el orgullo y la intolerancia. Han cultivado los intintos más bajos y las pasiones, destruyendo los instrumentos más sublimes, que eran el fruto de siglos de progreso. Han intentado imponer una nueva filosofía, que no busca la verdad y la sabiduría, que no se preocupa de la justicia y del bien, sino que predica la eliminación de los que piensan de otro modo y encadena el pensamiento, viola los sentimientos y somete a los hombres a la peor esclavitud.

(...) Pero que no sea demasiado tarde, porque el peligro es universal. Un continente puede quedar rodeado por las aguas, pero los océanos no son ya barreras que puedan contener ya esos malos espíritus, y el enemigo sabe perfectamente cómo enquistar en la carne el cáncer de la discordia que corroe la fortaleza de la República.

Aprended en el ejemplo de España. Aprovechaos de la historia viva, llena de color, que se abre ante vuestros ojos. Mi país ha sido una de las primeras víctimas, pero nos sentimos orgullosos y nos congratulamos también de ser el primer baluarte contra el totalitarismo. 

(...) Hace treinta meses estalló aquí una rebelión militar. En ella estaban complicados altos cargos militares y miembros del clero, personajes a quienes la República había permitido conservar sus puestos y dignidades, que la Monarquía les confiriera, y no por sus méritos, en la mayor parte de los casos, sino por gracia y favor (...)

El daño hecho por los rebeldes ha sido muy grande. El Estado y el Gobierno se encontraron, al principio, casi perdidos en medio de la rebelión y el motín. La invasión de los instigadores del levantamiento [Alemania e Italia] nos ha perjudicado, pero uno de los peores males que hemos sufrido ha sido la ceguera de las naciones neutrales y amigas. El enemigo supo utilizar esta incomprensión, desencadenando contra nosotros la falsedad y la calumnia.

Se nos presentó como peligrosos destructores de los principios tradicionales de la propiedad, la familia y la sociedad. Se dijo que nos hallábamos sometidos a la inspiración soviética. A este efecto, yo os ruego que recordéis que, en julio de 1936, el Gobierno de España era republicano, de tendencia moderada, y que nuestro país era entonces el único Estado de Europa sin representación diplomática en la Unión Soviética.

Se intentó dominarnos con la mentira. Las noticias de asesinatos, crímenes y persecuciones fueron propaladas por todo el mundo y fuimos acusados como autores de ellos (...) No negamos que, al principio de la rebelión, el Estado adoleciera de falta de control y el Poder Público de falta de autoridad; pero pronto los recuperó. Cada Gobierno, desde entonces, ha tratado de imponer la tolerancia y un sentido de humanidad y respeto al pensamiento de todos. Actualmente, esto ha sido conseguido como jamás lo había sido en España.

Pero mientras tanto, la leyenda había hecho su obra y España se vió colocada, defensivamente, en situación precaria. Los invasores que apoyaban la rebelión pusieron a disposición de ésta masas de material de guerra como nunca se habían empleado en guerra alguna. Y de esta manera, la así llamada No intervención, la bienintencionada pero unilateral neutralidad, permitió una invasión que era negada cínicamente, a pesar de toda evidencia, y nos dejaba indefensos.

No obstante, el heroísmo de mis compatriotas ha hecho posible la resistencia y frustrado las esperanzas de nuestro agotamiento que abrigaban nuestros enemigos. Tenemos la plena confianza, a pesar de las duras pruebas sufridas y por sufrir, de que saldremos victoriosos en la lucha; no sólo por nuestra independencia, sino también por la libertad de los hombres y los principios de cultura, tolerancia y democracia. El hambre, la escasez y la miseria, serán soportados.

Si tan sólo poseyéramos la tercera parte del material de que disponen nuestros enemigos, la guerra terminaría bien pronto. (...)

La locura de las naciones invasoras va induciendo a la opinión mundial que tal vez esté próximo el día de que sus poderosos pueblos sean recluídos en un nuevo gueto. Entretanto, nos limitamos a demostrar al mundo que la justicia y el Derecho tienen aún quienes los defiendan.

Pero ello no es suficiente. Y por eso, los verdaderos europeos vuelven sus ojos hacia la gran democracia americana (...) Esperemos que, en esta ocasión, la luz pueda venir de Occidente.


Juan Negrín
Presidente del Consejo de Ministros de la República
Extracto del discurso a la opinión pública de Estados Unidos.
Domingo 1 de enero de 1939











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