Lo Último

1288. Ana Faucha

Ana Faucha era una viejecita del sur de España. No le quedaba en la vida más que un hijo preso en la cárcel de Valdenoceda. Esta madre se sentía morir, pero no quería dejar este mundo sin ver por última vez a su hijo. Ana Faucha no tenía recursos, vivía pidiendo limosna. Pero era una mujer del pueblo, tenía el temple de las madres españolas. Y sin pensarlo más se puso en marcha, decidió ir a pie a la cárcel donde se encontraba su hijo. Y andando, pidiendo limosna por los caminos y en los pueblos que encontraba a su paso, formando un pequeño paquete de comida con lo mejor que recogía, siguiendo las vías del ferrocarril, esta madre cruzó el mapa de España. Yo no sé cuántas semanas o cuántos meses tardaría esta madre en llegar a Valdenoceda, pero llegó. Imagino cómo saltaría su corazón cuando por fin vio la cárcel donde penaba su hijo. Se acercó a la ventanilla de comunicaciones y dio el nombre de su hijo. El funcionario miró un fichero y respondió “Usted no puede ver a su hijo porque está chapado en una celda de castigo”. Aquella madre no comprendía, no le cabía en la cabeza y el corazón que después de haber andado media España no pudiese comunicarse con su hijo, porque estaba castigado en celda. (Me contaba este episodio un amigo mío que estaba de ordenanza en la ventanilla de la cárcel). Desde entonces, todos los días, aquella madre se acercaba tres y cuatro veces a la ventanilla de paquetes y recibía la misma contestación. A todas las horas se la veía rondar la cárcel, acercarse a los muros, golpearlos con sus manos pálidas, como pidiéndoles una explicación.

Yo no sé cuánto tiempo hubiera estado aquella madre esperando para ver a su hijo, pero apareció muerta en una cuneta cercana a la cárcel, como un pequeño pájaro, cubierta de nieve, abrazada al paquete que inútilmente fue formando para su hijo.

Dan ganas de gritar: ¡ASESINOS, aguardaremos mil años si es preciso pero os acordaréis de esta muerta! Así murió Ana Faucha, símbolo de las madres de los presos, a la puerta de una cárcel de España.


Marcos Ana

Traigo una voz encarcelada

Extracto del discurso de Marcos Ana pronunciado en el acto público en homenaje a los presos antifranquistas, celebrado en el Mahatma Gandhi Hall de Londres el 3 de junio de 1962, y editado en Buenos Aires por la Organización para la Amnistía General en España y Portugal.

Recogido en Te llamo desde un muro




Cuadro de Laxeiro de 1963, inspirado en la historia de
Ana Faucha en 1963. (Carbón/papel. 99 x 69 cms.
Colección privada. Pontevedra)































5 comentarios:

  1. Esto está muy bien, pero... ¿queréis que os cuente yo historias del otro lado?

    ¿Hasta cuando vamos a estar así?

    ¡¡Ya está bien!!

    ResponderEliminar
  2. Respuestas
    1. Rojaamarillaymorá, hay preguntas que no es preciso responder, por eso nosotros no respondimos, Si lo haces te saldrán con el asunto de Paracuellos (que cansinos ¿verdad?). Aún no entienden que en esta guerra como en todas las guerras, se desató una represión brutal por ambas partes del conflicto, aunque con diferencias importantes. Los republicanos no bombardearon a la población civil a propósito... Aún no entienden que la guerra finalizó el 1 de abril de 1939 y que con ella no vino la paz, sino la exterminación, durante más de cuarenta años, de los vencidos, una represión institucionalizada, esta vez, aplicada tan solo por la parte vencedoras. ¿Para qué perder el tiempo explicando lo que no quieren escuchar?

      Eliminar
  3. Hola!. Soy Encarna. El relato me ha encantado y he realizado un pequeño vídeo, espero que os guste.

    https://youtu.be/w5M9CcvInrs

    ResponderEliminar