Verdad es que hay en España
muchos terrenos que producen ricos facciosos con maravillosa fecundidad; país
hay que da en un solo año dos o tres cosechas; puntos conocemos donde basta dar
una patada en el suelo, y a un volver de cabeza nace un faccioso. Nada debe
admirar por otra parte esta rara fertilidad, si se tiene presente que el
faccioso es fruta que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre entre los
matorrales, y que así se aclimata en los llanos como en los altos: esto no es
decir que no sea también en ocasiones planta doméstica: en muchas casas los
hemos visto y los vemos diariamente, como los tiestos en los balcones, y aun
sirven de dar olor fuerte y cabezudo en cafés y paseos; el hecho es que en
todas partes se crían; sólo el orden y el esmero perjudican mucho la cría del
faccioso, y la limpieza y el olor de la pólvora sobre todo, le matan: el
faccioso participa de las propiedades de muchas plantas; huye, por ejemplo,
como la sensitiva al irle a echar mano; se encierra y esconde como la capuchina
a la luz del sol y se desparrama de noche; carcome y destruye como la ingrata
hiedra el árbol a que se arrima, tiende sus brazos como toda planta parásita
para buscar puntos de apoyo; gústanle sobre todo las tapias de los conventos, y
se mantiene, como esos frutos, de lo que coge a los demás; produce lluvia de
sangre como el polvo germinante de muchas plantas, cuando lo mezclan las auras
a una leve lluvia de otoño; tiene el olor de la asafétida, y es vano como la
caña; nace como el cedro en la tempestad, y suele criarse escondido en la
tierra como la patata; pelecha en las ruinas como el jaramago; pica como la
cebolla, y tiene más dientes que el ajo, pero sin tener cabeza; cría, en fin,
mucho pelo como el coco, cuyas veces hace en ocasiones...
Mariano José de Larra
(24 de marzo de 1809 - 13 de febrero de 1837)
Hora de España III
Valencia, Marzo 1937
El artículo original fué
publicado en La Revista Española, núm. 116, 10 de noviembre de 1833
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