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1361. Lo que será la República española IX

IX. Lo que podemos hacer nosotros y lo que harán las generaciones venideras.

Adivino las objeciones de algunos lec​tores. Lo que llevo dicho sobre la futura República española lo considerarán un programa harto moderado y prudente, lo que se llama un programa mínimo, y harán memoria de que he defendido ideas más radicales en muchas de mis obras.

Es verdad; no lo niego. Además quiero aprovechar la ocasión para proclamarlo, y que no haya equívocos. Existen en mi dos órdenes de creencias. Unas, las que me han proporcionado la observa​ción y la lectura, aceptándolas por consi​derarlas justas, sin preocuparme de las condiciones impuestas por el espacio y el tiempo, reconociendo que muchas de ellas sólo podrán realizarse para bien de la humanidad en el curso de los siglos.

Otras, que por ser más limitadas y ele​mentales considero de inmediato implantamiento, sin perder de vista el estado de atraso de nuestro país, y seguro de que este no corre peligro alguno al adop​tarlas.

Sé muy bien cuál es la mentalidad de la mayoría de los españoles, especial​mente de la población de los campos. Y la llamada burguesía, o sea la gente miedosa, capaz de aplaudir el crimen con tal de que el orden no se turbe, no posee por regla general una intelec​tualidad superior a la del labriego.

La República, más difundida hoy en todo el mundo que la monarquía, resulta aún para muchos españoles algo audaz y peligrosísimo. Dejando a un lado los reyes negros de África con taparrabos y los reyes amarillos de Asia, en los países cultos del resto de la Tierra las Repúblicas son más numerosas que las monarquías. Cada año disminuye el gre​mio de los reyes. Y sin embargo en las ciudades y los campos de España todavía hay gente que se espeluzna de espanto al oír el nombre de República.

Debemos procurar ante todo que la República exista en España y el pobre español ignorante se acostumbre a ella, viendo cómo transcurren un año, dos, tres, cuatro, cinco, sin que tiemble el suelo ni caigan los astros, a pesar de que los reyes se fueron de Madrid y hay un jefe de Estado elegible, que repre​senta a la nación.

Vivimos esclavos del tiempo y del es​pacio, y por más esfuerzos que hagamos, jamás nos libertaremos de su tiranía. ¿Qué es nuestra vida individual? Unos cuantos años nada más que representan dentro de la historia de nuestro país me​nos que una millonésima de segundo en nuestra propia existencia. Y, sin embar​go, tal es la vanidad de nuestro entusias​mo, que en el curso de esta rápida vida queremos llevar a la práctica, de un solo golpe, todas las hipótesis generosas leí​das en los libros; realizar en los estrechos límites de un cuarto de siglo lo que exigi​rá tal vez miles de años.

Si fuese posible, además, en el breve espacio de nuestra vida, realizar instantá​neamente todos los nobles ensueños de pensadores y poetas en pro de la felicidad humana, suprimiendo cuantas desigual​dades e injusticias existen, ¿qué les deja​ríamos por hacer a las generaciones que vendrán después de nosotros?... Se abu​rrirían al encontrarse en un mundo don​de todo estaba resuelto y realizado; per​derían el gusto de vivir ante una vida sin objeto; tal vez por entretenerse, reha​rían la historia en sentido inverso, pro​clamando el encanto y la novedad de la barbarie, el despotismo, etc.

No, la vida no termina mañana, no se extingue con nosotros: le quedan aún miles y millones de años. Nuevas genera​ciones nos sucederán para ampliar y per​feccionar lo que iniciemos nosotros, como nosotros nos hemos aprovechado de las iniciativas y los sacrificios de nues​tros precursores. Muchas de las ideas cuya contemplación embellece mis horas meditativas, únicamente serán realizadas por los hombres del porvenir.

Vivamos el presente, el corto momento de nuestra pobre existencia humana; ha​gamos lo que podemos hacer con éxito, en los pocos años que nos quedan... Y si conseguimos implantar en España una República estable, una República que acostumbre a toda nuestra generación a existir sin reyes; una República que dé a las organizaciones obreras una vida de libertad, serena, tranquila y progresiva, implantando las reformas sociales que existen en los países más adelantados; una República que establezca la libertad religiosa, con el respeto a todas las creencias y eduque a los españoles en una tolerancia mutua; una República que abra veinte mil escuelas de las cincuenta mil que necesita España para estar al nivel de otros países y convierta al maestro, personaje hoy despreciado, en uno de los primeros funcionarios del país, podremos morir tranquilos, con la certeza de haber hecho en unos cuantos años lo que la monarquía no supo hacer en muchos siglos.

Y los que vengan después, ya irán perfeccionando y agrandando nuestra obra. 


Vicente Blasco Ibañez
Lo que será la República española - Capítulo IX
París 1925












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