Juan Ramón Jiménez Mantecón
(Moguer, Huelva, 23 de diciembre de 1881 - San Juan, Puerto Rico, 29 de mayo de 1958)
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Siempre pensé que Juan Ramón Jiménez, en España o
fuera de España, allí donde se encontrase, estaría con nosotros, con los
amantes del pueblo español, del lado de nuestra gloriosa República. Y deseaba -porque nunca faltan malsines que gustan de enturbiar la opinión sobre la
conducta de los excelentes- que esta convicción mía ganase la conciencia de
todos.
Bien hizo el Servicio Español de Información en
publicar, hace ya muchos días, las palabras de nuestro gran lírico, a su
llegada a América: «Madrid ha sido -dice Juan Ramón Jiménez-, durante
este primer mes de guerra, yo lo he visto, una loca fiesta trágica. La alegría,
la extraña alegría de una fe ensangrentada rebosaba por todas partes; alegría
de convencimiento, alegría de voluntad, alegría de destino, favorable o
adverso. Y este frenesí entusiasta, esta violenta unión con la verdad, habrían
decidido desde el primer momento del triunfo justo del pueblo si la rebelión
militar no hubiese sido amparada por codiciosos poderes extraños. Y España, la
República española, democrática y legal, estaría hoy reorganizándose,
completando su firme ejemplo ante el mundo».
Palabras son éstas de testigo presencial, algo más, de
quien hizo suya y vivió con el pueblo, con su pueblo, la gran experiencia
trágica de la España actual. «Yo he visto», dice Juan Ramón Jiménez, aludiendo
sin la menor jactancia a ojos excepcionales, los suyos, de verdadero poeta, que
ven en lo profundo. «Como una violenta unión con la verdad» nos define Juan
Ramón aquel ímpetu popular que realizó el milagro de Guadarrama y obró, luego,
tantas hazañas portentosas, que son hoy el asombro del mundo. En efecto,
nuestro pueblo ha necesitado siempre de la violencia; del frenesí entusiasta
para unirse con la verdad, con su propia verdad; tantos son entre nosotros los
poderes sombríos que contra ella militan, tantos los enemigos de la más humilde
como de la más egregia verdad española. Por suerte abundan ya los ojos que la
han visto desnuda. Tal ha sido para muchos, para los mejores, la gran
revelación de la guerra; la verdad española está en el corazón del pueblo como
un arco tendido hacia el mañana, y es hoy una consciente voluntad de vivir en
el sentido de la historia.
Cuando Juan Ramón escribió las nobles palabras
transcritas, eran los días en que la contienda que ensangrienta a España nos
aparecía con vagos caracteres de guerra civil entre dos categorías de
españoles, o, si queréis, entre dos Españas: la España popular, ávida de nuevas
experiencias humanas, España viva y, por ende, incapaz de vivir a retrotiempo,
y la España desmayada y sombría, tantas veces cobarde ante la historia, que
invoca vanamente una tradición de cultura que ella nunca hubiera contribuido a
crear, y cuya tradición verdadera está hecha de renuncias, fracasos y
traiciones: una España triste que alguien, no yo, llamará burguesa, con
adjetivo sobradamente holgado para su mezquindad, una España de viejas
infecundas, que compró al hambre africana los brazos que habían de defenderla.
La guerra civil, tan desigual éticamente, pero, al
fin, entre españoles, ha terminado hace muchos meses. España ha sido vendida al
extranjero por hombres que no pueden llamarse españoles: quien vende a su
patria se desnaturaliza y ha de sobreentenderse que renuncia a su patria para
buscar cobijo en la patria del comprador. De suerte que ya no hay más que una
España, invadida, como otras veces, por la codicia extranjera y, como otras
veces, a solas con su pueblo y con su destino, quiero decir con su razón de ser
en lo futuro, para luchar sin tregua ni desmayo por su propia existencia,
contra dos potencias criminales, tan fuerte como viles, que le han salido al
paso en la más peligrosa encrucijada de su historia.
Mucho alienta escuchar las voces de los buenos -su
claro timbre español-, en los momentos más trágicos, que han de ser también
los más fecundos, de esta magnífica soledad española.
Antonio Machado
Valencia, 12 de septiembre de 1937
La Guerra. Escritos: 1936-1939
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