Ángela Figuera Aymerich (Bilbao, 30 de octubre de 1902 - Madrid, 2 de abril de 1984) |
Con
estas palabras quiero arrepentirme y desdecirme, Ángela Figuera Aymerich... de
cosas que uno ha dicho, de versos que uno ha escrito...
Porque
yo fui el que dijo al hermano voraz y vengativo, cuando, aquel día, nosotros,
los españoles del éxodo y del llanto, salimos al viento y al mar, arrojados de
la casa paterna por el último postigo del huerto... Yo fui el que dijo:
Hermano...
tuya es la hacienda...
la
casa, el caballo y la pistola...
Mía
es la voz antigua de la tierra.
Tú te
quedas con todo
y me
dejas desnudo y errante por el mundo...
mas
yo te dejo mudo... ¡mudo!...
Y
¿cómo vas a recoger el trigo
y a
alimentar el fuego
si yo
me llevo la canción?
Fue éste
un triste reparto caprichoso que yo hice, entonces, dolorido, para consolarme.
Ahora estoy averngozado. Yo no me llevé la canción. Nosotros no nos llevamos la
canción. Tal vez era lo único que no nos podíamos llevar: la canción, la
canción de la tierra, la canción inalienable de la tierra. Y nosotros, los
españoles del éxodo y del viento... ¡ya no teníamos tierra!
Vosotros
os quedasteis con todo: con la tierra y la canción.
Nuestro
debió haber sido el salmo, el salmo del desierto, que vive sin tierra, bajo el
llanto, y que sin garfios ni raíces se prende, se agarra, anhelante, de la luz
y del viento.
Yo hablé
también un día del salmo. "El
salmo es mío", dije, "el
salmo es una joya que les dimos en prenda los poetas a los sacerdotes... y
ahora lo rescato, me lo llevo, me lo llevo del templo, me lo llevo en mi
garganta rota y desesperada..." Y
dije también: "El salmo
fugitivo y vagabundo es el lenguaje justo del español del éxodo y del
llanto"... Palabras, palabras nada más. Yo no me llevé el salmo
tampoco. Nosotros no nos llevamos el salmo.
Al final
todo se hizo grito vano, lamento hinchado, blasfemia sin sentido, palabras de
un idiota llenas de éstrépito y de furia que se perdieron como burbujas de hiel
en el vacío... Y nos quedamos luego todos mudos... Los mudos fuimos nosotros...
¡Los desterrados y los mudos!
De este
lado nadie dijo la palabra justa y vibrante. Hay que confesarlo: de tanta
sangre a cuestas, de tanto caminar, de tanto llanto y de tanta justicia... no
brotó el poeta.
Y ahora
estamos aquí, del otro lado del mar, nosotros, los españoles del éxodo y del
viento, asombrados y atónitos oyéndoos a vosotros cantar: con esperanza, con
ira, sin miedos...
Esa
voz... esas voces... Dámaso, Otero, Celaya, Hierro, Crémer, Nora, de Luis,
Angela Figuera Aymerich... los que os quedasteis en la casa paterna, en la
vieja heredad acorralada... Vuestros son el salmo y la canción.
León
Felipe
Publicado
en ABC el
29 de marzo de 1959
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