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1625, Recordando a Maximiano González Canella

Dora María González García ha querido compartir con nosotros este entrañable recuerdo de su padre, Maximiano Lorenzo González Canella, un republicano asturiano, hermano de Román González Canella, del que ya hemos contado la historia en este espacio. Maximiano, al igual que Román, se vió obligado a partir hacia el exilio tras la guerra española. 

Además de recordar a su padre, Dora quiere hacer un homenaje a su familia asturiana y a los españoles con corazón de luchadores.



Maximiano Lorenzo González Canella nació el 7 de Junio de 1898 en Oviñana, parroquia del concejo asturiano de Sobrescobio. Fue el mayor de los hijos varones y a muy temprana edad tuvo que capacitarse para trabajar, ya que junto a su hermana mayor era el sostén de la familia. Quedó huérfano de primero de madre y después de padre.

Para ir a la escuela tenía que caminar varios kilómetros hasta que pudo ir en bicicleta. Consiguió adquirir una formación que le permitió, años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, leer la prensa francesa.

Se casó y tuvo dos hijas: María Luisa y Esperanza.

Cuando en 1936 estalla la guerra civil española a causa de un golpe de Estado y se inicia la confusión, el saqueo, los fusilamientos y la destrucción,  un amigo médico que temía que a la llegada de los franquistas le quemaran sus libros, le pidió guardarlos en su casa. Así lo hizo, pues la casa paterna disponia de gruesas paredes y al lado de una ventana había un gran hueco en el que entraba una persona de pie. En otra ocasión utilizó el lugar para esconder a un perseguido.

Un día me contó la historia de su hermano Román González Canella, que compraba alimentos para llevarlos a quienes se encontraban en el monte luchando. Estaban a punto de fusilarlo cuando entregaron un documento de firmas a la autoridad donde estaba detenido y lo liberaron. Como continuaba la revuelta y había gran incertidumbre, mi tio Román junto con su familia embarcó para Argentina. Allí reposan sus restos y allí vive en la actualidad su hija Haydeé.

Otro de mis tíos se exilió a Francia donde falleció. Se llamaba Lorenzo y mi padre me contaba que había sufrido mucho. Nunca llegó a explicarme porqué, tal vez porque yo era pequeña para comprenderlo. Tal vez porque con la victoria de Franco (el dictador) fueron tras todos los opositores hasta exterminarlos, llegando a perseguir a familias enteras.

Maximiano, mi padre, hablaba con tristeza de la guerra y sus consecuencias. Le dolía saber que muchas denuncias fueron realizadas por familiares y amigos. El mismo fué denunciado por su suegra. Dejó de ir al trabajo por temor a ser detenido. 

Al finalizar la guerra llegó la escasez de alimentos y apareció el hambre. Las cartillas de racionamiento no alcanzaban para cubrir las necesidades básicas. Los víveres llegaban a personas encargadas de distribuirlos y algunas de ellas se quedaban con parte de las raciones para su uso familiar o para revenderlas. Uno de sus familiares, encargado del racionamiento, repartía las raciones que le tocaban a su familia y en una ocasión, en ausencia de este familiar, se responsabilizó otra persona que le entregó dos botellas de aceite en lugar de una como le correspondía. Resultó que realmente tenía derecho a dos, pero el familiar se quedaba con una.

Maximiano muchas veces tuvo que tomar sacarina en lugar de azúcar para endulzar el café. El poco azúcar con el que contaba lo dejaba para sus hijas, María Luisa y Esperancita.

Después las cartillas de racionameinto se hicieron individuales. Era un caos. Con dinero se podía comprar en el mercado negro y las familias acomodadas o con “amistades” eran las únicas privilegiadas.

Su esposa le animó a salir de España y establecerse en México, ya que tenían un cuñado que estaba viviendo en Veracruz. Así lo hizo y en 1945 subió al barco que primero pasaría por Cuba y después tocaría costas mexicanas. Atrás dejaba España y a su familia.

Una de las cosas que más le llamó la atención al llegar a México era la cantidad de comida española que había y la facilidad para conseguirla. Recordaba que el pan que les daban en España ni los perros se lo querían comer. Le molestaba ver cuando al perro de la casa en Veracruz se le tiraban los trozos de carne en buen estado.

Encontró trabajo en el puerto de Veracruz, en una tienda de abarrotes de la calle Velázquez de la Cadena. La señora de la casa le tenía coraje porque de no haber llegado él ese puesto de trabajo habría sido para su hermano. Le perseguía ordenándo continuamente la limpieza de su cuarto y el lavado de la ropa.

En la tienda se encargaba de buscar principalmente maíz para venderlo y llevaba las cuentas del negocio, entre otras cosas. Esto le permitió enviar algo de dinero a través de conocidos a su familia en Asturias.

Un día conoció a mi madre en Veracruz y se trasladó al Distrito federal.  En el número 21 de la calle Juan de Dios Pesa (Col. Obrera) abrió un pequeño hotel o pensión que no dejaba ganancias y lo vendió. Después invirtió en una tienda de muebles junto con un socio que lo llevó a la ruina. Tampoco funcionó el pequeño local de venta y reparación de relojes y se vió obligado a tomar otro camino.

Alguien le contó que en Puebla había un español (Don Eloy) que ayudaba a los refugiados dándoles empleo en la fábrica textil “La María”  que aún sigue existiendo. Fue creada en 1896 en honor a “Santa María Auxiliadora”, patrona de un pequeño pueblo español. Mi padre encontró en ella empleo. Recuerdo que cuando yo tenía alrededor de cinco años me llevó de visita. Había una cocina grande y un comedor para los empleados de confianza, así como habitaciones para quien necesitara alojarse. Un día mí padre llegó triste porque le comunicaron que la fábrica se vendería, aunque respetaron los puestos de los trabajadores.

Más tarde supe que Don Eloy adoptó a un huérfano español. Un día lo vi de lejos. Administraba una palza comercial pero no contacté con él.

Llegó el día en que mi padre debía optar por la nacionalidad mexicana para facilitar su vida en el país. El estaba muy agradecido a México por la oportunidad que le brindó, y no le importó pasar a ser mexicano.

Alguna vez me llevó a un pasaje en los portales del centro de Puebla, donde se conseguían periódicos de otros lugares que él leía con sumo interés. Siempre estaba pendiente de las noticias de la prensa hasta que llegó a casa la televisión.

El día que murió Franco se levanto del sillón y brincó de alegría. Por fin podría ir a España.  Poco tiempo después en compañía de mi hermano José Antonio visitó a un paisano suyo. Se llamaba a Wenceslao Roces.

Quisó regresar a España. Manifestó su deseo de morir en su tierra. La última vez que viajó hacia México para visitarme traía con mucho orgullo su pasaporte español y su bastón mexicano tallado a mano. Me contó que le habían puesto a una calle el nombre de mi abuelo.

Mi padre Maximiano añoraba España. En 1945 no le quedó más remedio que alejarse de ella. Sufrió por estar lejos de su país, sin su familia. Echaba de menos a sus hijas. Siempre pendiente del cartero, de las noticias.

Sin embargo, cuando estaba en España no dejaba de pensar en su familia mexicana.

Sus hijos estaremos siempre orgullosos de él, un ser excepcional. Republicano, firme a sus ideales, respetuoso de la ley, responsable, capaz, excelente padre y de un corazón enorme y bueno. Este es el Asturiano que nosotros conocímos, mi padre.

La guerra y sus consecuencias le obligaron a salir de su Patria, dejando a su familia. Esto fué terrible para él, pero para mi hermano y para mí, la oportunidad de ser sus hijos fue el regalo más hermoso, como hermoso es ser hijo de un republicano asturiano.


Dora María González García
México, septiembre 2015








4 comentarios:

  1. La odisea de Maxi, mi tío. Hermano de Román, mi padre.
    La diáspora que quebrantó a tantas familias.
    Y el orgullo de provenir de esas raíces , firmes en sus principios y leales hasta el final a la causa republicana.
    No conocí a Maxi pero , a través del relato de Dora y de las narraciones de mi padre , en mi lejana niñez , siento que es como si lo conociera.
    Lorenzo , el hermano menor , murió en Burdeos.
    Gracias, María por transmitir las historias de los exiliados.

    Haydée González ( hija y sobrina de republicanos astures)

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    1. Gracias a Dora por este regalo.
      Gracias a tí por encender la mecha.
      Un abrazo.

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  2. Las palabras jamás alcanzarán para describir el agradecimiento por esta publicación, todos los descendientes de Maximiano te damos las gracias María. Se que te irá bien siempre, nuestros mejores deseos para siempre.El verdadero regalo es éste. "Buscame en el ciclo de la vida".

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