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1723. La labor “a manos llenas” de Jesús González Malo en la resistencia antifranquista desde Estados Unidos

Manifestación en Nueva York. Jesús Gonzáez Malo sostiene la pancarta "We Are Against Dictatorship Anywhere!" [En contra de las 
dictaduras en todas partes]. José Nieto se encuentra delante de él con un dibujo de Sergio Aragonés relativo a las manifestaciones 
estudiantiles en España. El 14 de abril, aniversario de la República española, era habitual manifestarse delante del Consulado 
Español. Colección José Nieto 


Montse Feu / 03-12-2015 / FronteraD

Anarcosindicalista y editor obrero, verdadero artífice de las Sociedades Hispanas Confederadas, la correspondencia de Jesús González Malo (1950-1965), exiliado en Estados Unidos desde el final la Guerra Civil hasta su fallecimiento, muestra su intensa relación con los movimientos afines norteamericanos y su contacto permanente con la resistencia interna a la dictadura de Franco. Gracias a su labor y enorme esfuerzo para mantener un órgano como España Libre, la voz del exilio nunca se apagó. “Lo dimos todo”, escribió Malo, “a manos llenas y lamentando no poder dar más”.

Anarcosindicalista y presidente de la Sociedad de Trabajadores del Muelle de Santander, Jesús González Malo lucha como miliciano durante la Guerra Civil española en Santander y en Barcelona. Llega a Cuba junto con Carmen Aldecoa y de ahí parten a Nueva York, en 1940. Trabaja de lavaplatos y de maquinista en distintas fábricas de la ciudad, y Aldecoa como profesora adjunta de lengua y literatura española en varias universidades del estado de Nueva York. Malo se afilia al sindicato United Auto Workers (UAW) District 65, y ambos a las Sociedades Hispanas Confederadas (“las Confederadas”, como las llaman sus miembros), en las que participan activamente y editan su órgano, España Libre (Nueva York, 1939-1977). Las Confederadas y España Libre denuncian la dictadura del general Franco y organizan la acción colectiva que apoya a los refugiados, a los prisioneros políticos y a la resistencia clandestina en España. La circulación del órgano es desigual y modesta: pasará de semanal a bimensual, y de 1.500 a 6.000 ejemplares en sus cerca de cuatro décadas, siempre pendiente de financiación. Sin embargo, se distribuye en los países donde se refugian los exiliados de la Guerra Civil española y clandestinamente en el interior de España. 

El anarcosindicalismo de Malo lo sitúa en una posición vulnerable debido a la política de no intervención del gobierno de Estados Unidos en el conflicto español y a las tensiones políticas en el país de acogida a causa de la Guerra Fría. Malo figura en la lista de vigilados del FBI. A causa de ello, los servicios de inmigración y los agentes especiales del FBI lo interrogan en su domicilio en varias ocasiones, revisan sus artículos publicados en España Libre y Solidad Obrera (México), siguen sus pasos por la ciudad de Nueva York, y la Oficina de la Censura estadounidense intercepta su correspondencia durante la Segunda Guerra Mundial. El exilio en Estados Unidos no es fácil. Sabedor de que sus cartas son leídas por la censura en Estados Unidos y en España, no desvela información personal ni menciona nombres de familiares o amigos. Los mantiene a salvo. Desde España, las noticias familiares son escasas y mediadas por su “primo Julio,” quien le argumenta: “tus buenos amigos… no creas que no te escriben por olvido. No te escriben por miedo”. Malo vive con dignidad la falta de comunicación con sus seres queridos al volcarse en la edición de España Libre y el apoyo a la resistencia democrática. En el contexto de la Guerra Fría, cuando pocas organizaciones obreras sobreviven a la vigilancia por parte de la administración estadounidense o bien se desintegran por facciones sindicales o políticas, Malo mantiene vivas las Confederadas con el objetivo de incluir a todos los sectores del exilio a favor de la democracia en España.

En España Libre se divulgan los procesos judiciales a líderes sindicales en España, las deportaciones evitadas en Estados Unidos, los refugiados reubicados y los gastos sufragados gracias a todos los obreros miembros de las Confederadas. Malo, en contacto con Manuel Martínez Feduchy, embajador de la República en México, gestiona varios visados para refugiados españoles. Las Confederadas colaboran estrechamente en la asistencia a los refugiados con otras organizaciones tales como Solidaridad Internacional Antifascista (SIA) en Canadá, y Spanish Refugee Aid (SRA) en Nueva York. A raíz de tal colaboración, las Confederadas nombran a Nancy Macdonald, líder de SRA, miembro de honor en abril de 1954. En 1956 el presidente del Gobierno de la República en el exilio, Diego Martínez Barrio, le otorga la medalla de Dama de la Orden de la Liberación de España. Años después, en 1982, será condecorada por el rey Juan Carlos I con el Lazo de Isabel la Católica.

La labor humanitaria de las Confederadas no se limita al apoyo legal y económico de los refugiados españoles. Durante la guerra, se recaudan fondos y se envían ambulancias y alimentos a las zonas republicanas. Durante la dictadura, se apoya a la resistencia obrera clandestina y a sus familias. La circunstancia quizás menos visible pero que constituye un reto permanente es la financiación de España Libre ya que el periódico se publica con permanente deuda al impresor. Por ello, Malo lanza diversas campañas pidiendo suscritores y solicitando donaciones a particulares e instituciones de Estados Unidos y del exilio. Aunque la situación económica no mejora, Malo consigue distribuir una media de 3.000 ejemplares en Estados Unidos, en las asociaciones del exilio repartidas por el mundo, e incluso introducir clandestinamente y con cierta frecuencia 500 ejemplares dentro de España.

La publicación de un órgano participativo de estas características es tarea complicada. A menudo los colaboradores protestan por las erratas, por los cortes, o discrepan con otros colaboradores, a lo que Malo les ruega que recuerden que son “unos pobres diablos metidos a directores de periódicos” y que intenten calmar los ánimos porque si no se “trabaja sin apenas provecho”. La estrategia editorial de Malo frente a las dificultades económicas y políticas consiste en implicar a todos los sectores del exilio republicano y a los que les apoyan en Estados Unidos. Su tesón pidiendo contribuciones periodísticas a todos aquellos que luchan por una democracia en España fructifica en un periódico plural.

A pesar de las dificultades, la edición de España Libre le reporta estímulos intelectuales. Como editor, Malo defiende la emancipación del individuo para construir una sociedad inclusiva desde las bases. Desarrolla su pensamiento político e intelectual gracias a los años de correspondencia con distintos círculos del exilio, así como con la lectura de las publicaciones afines. Además, su afiliación al sindicato de los obreros del automóvil (United Auto Workers) le proporciona conocimiento del sindicalismo estadounidense y una nueva red de contactos en el país anfitrión. Intercambia una fluida correspondencia, lecturas y traducciones con Rudolf Rocker, intelectual anarcosindicalista alemán exiliado en Estados Unidos. El exilio fomenta un nuevo convencimiento de que la acción directa desde las bases se gestiona en diálogo respetuoso con el otro, desde un entendimiento entre iguales con el interlocutor. Más que una filosofía en contra del poder jerárquico o de una élite dominante, su creencia vital se fundamenta en capacitar la clase trabajadora. Tal proceso conlleva por sí mismo el poder social y representativo. Plasma su pensamiento en La incorporación de las masas (Editorial Americalee, Buenos Aires, 1952).

Además de divulgar el pensamiento del exilio en España Libre, otorga voz pública a la clandestina Alianza Sindical Obrera en España (ASO). En los años sesenta, décadas de tolerancia al régimen franquista por parte del gobierno norteamericano y de persecución política durante el macartismo, han alejado de la lucha a muchos exilados. Por ello, su correspondencia con la resistencia democrática en España se intensifica. En el interior, se sufren constantes redadas de la Guardia Civil y el miedo llega incluso a las relaciones personales. Las crónicas, noticias y reportajes que denuncian tal persecución cobran fuerza con la edición de Malo. Se publican colaboraciones con otras fuerzas políticas opositoras a Franco para apoyar a la ASO.

Se hace cada vez más evidente, en la correspondencia, la preocupación de Malo por consolidar una futura generación que siga militando y por el papel que el anarquismo tendrá en la nueva España que se alumbra. Quiere prevenir que la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) pierda espacio de poder en la futura democracia y el precio a pagar es la unificación con la Unión General de Trabajadores (UGT), al menos hasta la transición democrática. Malo recuerda desde España Libre la necesidad de alianzas para evitar que la CNT quede desplazada en la transición. Sin embargo, a finales de 1964, se certifica el fin de la ASO, que sólo persiste en Catalunya. Después de años de cárcel, tortura y terror, se ha eliminado la resistencia organizada de los sindicalistas anarquistas.

En noviembre de 1965, Victor Reuther, director de asuntos internacionales del sindicato de los obreros del automóvil, visita a Malo en el hospital de la Universidad de Nueva York, donde muere el 31 de diciembre. Le entrega la medalla del sindicato “en reconocimiento por los grandes servicios prestados a la causa de la libertad y la justicia social en el mundo”. Su gran amigo y redactor de España Libre, José Nieto Ruiz, lo acompaña esos últimos días de hospitalización. Malo se convierte en un ejemplo para los exilados al encarar responsabilidades colectivas y no desfallecer. Vivió en las Confederadas el mismo proyecto anarcosindicalista y solidario iniciado en Santander y que quiso conservar hasta la muerte del dictador, pero no pudo ser. Dejó un quehacer de fraternidad por idealismo y por principios, sin esperar recompensa: “Lo dimos todo como hay que darlo, a manos llenas y lamentando no poder dar más”, escribió. La solidaridad y la generosidad con la que líderes obreros como Malo impregnaron las Confederadas, dignificaron al exilio democrático y antifascista en Estados Unidos.


Montse Feu es profesora asistente en Sam Houston State University de Estados Unidos. En FronteraD ha publicado, con Carlos García Santa Cecilia: José Nieto, último exiliado del franquismo, militante de la CNT, hizo de Nueva York su refugio. En su próximo libro, Correspondencia personal y política de un anarcosindicalista exiliado: Jesús González Malo (1950-1965) (Universidad de Cantabria, Santander, 2016), del que este artículo es un adelanto, investiga el legado humanitario, periodístico y político de Jesús González Malo, anarcosindicalista exilado en Estados Unidos. La edición de la correspondencia de Malo viene a sumarse a los trabajos académicos de Vicente Llorens o de Sebastián Faber y Cristina Martínez-Carazo, que han analizado el discurso público de la intelectualidad del exilio de la Guerra Civil española en Estados Unidos.







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