Montse
Feu / 03-12-2015 / FronteraD
Anarcosindicalista y editor obrero, verdadero artífice de
las Sociedades Hispanas Confederadas, la correspondencia de Jesús González Malo
(1950-1965), exiliado en Estados Unidos desde el final la Guerra Civil hasta su
fallecimiento, muestra su intensa relación con los movimientos afines
norteamericanos y su contacto permanente con la resistencia interna a la
dictadura de Franco. Gracias a su labor y enorme esfuerzo para mantener un
órgano como España Libre, la voz del exilio nunca se apagó. “Lo dimos todo”, escribió Malo, “a
manos llenas y lamentando no poder dar más”.
Anarcosindicalista
y presidente de la Sociedad de Trabajadores del Muelle de Santander, Jesús
González Malo lucha como miliciano durante la Guerra Civil española en
Santander y en Barcelona. Llega a Cuba junto con Carmen Aldecoa y de ahí parten
a Nueva York, en 1940. Trabaja de lavaplatos y de maquinista en distintas
fábricas de la ciudad, y Aldecoa como profesora adjunta de lengua y literatura
española en varias universidades del estado de Nueva York. Malo se
afilia al sindicato United Auto Workers (UAW) District 65, y ambos a las
Sociedades Hispanas Confederadas (“las Confederadas”, como las llaman sus
miembros), en las que participan activamente y editan su órgano, España
Libre (Nueva York, 1939-1977). Las Confederadas y España Libre denuncian la dictadura del general Franco y organizan la
acción colectiva que apoya a los refugiados, a los prisioneros políticos y a la
resistencia clandestina en España. La circulación del órgano es desigual y modesta:
pasará de semanal a bimensual, y de 1.500 a 6.000 ejemplares en sus cerca de
cuatro décadas, siempre pendiente de financiación. Sin embargo, se distribuye en los
países donde se refugian los exiliados de la Guerra Civil española y
clandestinamente en el interior de España.
El
anarcosindicalismo de Malo lo sitúa en una posición vulnerable debido a la
política de no intervención del gobierno de Estados Unidos en el conflicto
español y a las tensiones políticas en el país de acogida a causa de la Guerra
Fría. Malo figura en la lista de vigilados del FBI. A causa de ello, los
servicios de inmigración y los agentes especiales del FBI lo interrogan en su
domicilio en varias ocasiones, revisan sus artículos publicados en España
Libre y Solidad Obrera (México), siguen sus pasos por la
ciudad de Nueva York, y la Oficina de la Censura estadounidense intercepta su
correspondencia durante la Segunda Guerra Mundial. El exilio en Estados Unidos
no es fácil. Sabedor de que sus cartas son leídas por la censura en Estados
Unidos y en España, no desvela información personal ni menciona nombres de
familiares o amigos. Los mantiene a salvo. Desde España, las noticias
familiares son escasas y mediadas por su “primo Julio,” quien le argumenta:
“tus buenos amigos… no creas que no te escriben por olvido. No te escriben por
miedo”. Malo
vive con dignidad la falta de comunicación con sus seres queridos al volcarse
en la edición de España Libre y el apoyo a la resistencia
democrática. En el contexto de la Guerra Fría, cuando pocas organizaciones
obreras sobreviven a la vigilancia por parte de la administración
estadounidense o bien se desintegran por facciones sindicales o políticas, Malo
mantiene vivas las Confederadas con el objetivo de incluir a todos los sectores
del exilio a favor de la democracia en España.
En España
Libre se divulgan los procesos judiciales a líderes sindicales
en España, las deportaciones evitadas en Estados Unidos, los refugiados
reubicados y los gastos sufragados gracias a todos los obreros miembros de las
Confederadas. Malo, en contacto con Manuel Martínez Feduchy, embajador de la
República en México, gestiona varios visados para refugiados españoles. Las
Confederadas colaboran estrechamente en la asistencia a los refugiados con
otras organizaciones tales como Solidaridad Internacional Antifascista (SIA) en
Canadá, y Spanish Refugee Aid (SRA) en Nueva York. A raíz de tal colaboración,
las Confederadas nombran a Nancy Macdonald, líder de SRA, miembro de honor en
abril de 1954. En 1956 el presidente del Gobierno de la República en el exilio,
Diego Martínez Barrio, le otorga la medalla de Dama de la Orden de la
Liberación de España. Años después, en 1982, será condecorada por el rey Juan
Carlos I con el Lazo de Isabel la Católica.
La labor
humanitaria de las Confederadas no se limita al apoyo legal y económico de los
refugiados españoles. Durante la guerra, se recaudan fondos y se envían
ambulancias y alimentos a las zonas republicanas. Durante la dictadura, se
apoya a la resistencia obrera clandestina y a sus familias. La circunstancia
quizás menos visible pero que constituye un reto permanente es la financiación
de España
Libre ya que el periódico se publica con permanente deuda al
impresor. Por ello, Malo lanza diversas campañas pidiendo suscritores y
solicitando donaciones a particulares e instituciones de Estados Unidos y del
exilio. Aunque la situación económica no mejora, Malo consigue distribuir una
media de 3.000 ejemplares en Estados Unidos, en las asociaciones del exilio
repartidas por el mundo, e incluso introducir clandestinamente y con cierta
frecuencia 500 ejemplares dentro de España.
La
publicación de un órgano participativo de estas características es tarea
complicada. A menudo los colaboradores protestan por las erratas, por los
cortes, o discrepan con otros colaboradores, a lo que Malo les ruega que
recuerden que son “unos pobres diablos metidos a directores de periódicos” y
que intenten calmar los ánimos porque si no se “trabaja sin apenas provecho”.
La estrategia editorial de Malo frente a las dificultades económicas y
políticas consiste en implicar a todos los sectores del exilio republicano y a
los que les apoyan en Estados Unidos. Su tesón pidiendo contribuciones
periodísticas a todos aquellos que luchan por una democracia en España
fructifica en un periódico plural.
A pesar de
las dificultades, la edición de España Libre le reporta estímulos intelectuales.
Como editor, Malo defiende la emancipación del individuo para construir una
sociedad inclusiva desde las bases. Desarrolla su pensamiento político e
intelectual gracias a los años de correspondencia con distintos círculos del
exilio, así como con la lectura de las publicaciones afines. Además, su
afiliación al sindicato de los obreros del automóvil (United Auto Workers) le
proporciona conocimiento del sindicalismo estadounidense y una nueva red de
contactos en el país anfitrión. Intercambia una fluida correspondencia,
lecturas y traducciones con Rudolf Rocker, intelectual anarcosindicalista
alemán exiliado en Estados Unidos. El exilio fomenta un nuevo convencimiento de
que la acción directa desde las bases se gestiona en diálogo respetuoso con el
otro, desde un entendimiento entre iguales con el interlocutor. Más que una
filosofía en contra del poder jerárquico o de una élite dominante, su creencia
vital se fundamenta en capacitar la clase trabajadora. Tal proceso conlleva por
sí mismo el poder social y representativo. Plasma su pensamiento en La
incorporación de las masas (Editorial Americalee, Buenos
Aires, 1952).
Además de
divulgar el pensamiento del exilio en España Libre, otorga
voz pública a la clandestina Alianza Sindical Obrera en España (ASO). En los
años sesenta, décadas de tolerancia al régimen franquista por parte del
gobierno norteamericano y de persecución política durante el macartismo, han
alejado de la lucha a muchos exilados. Por ello, su correspondencia con la
resistencia democrática en España se intensifica. En el interior, se sufren
constantes redadas de la Guardia Civil y el miedo llega incluso a las relaciones
personales. Las crónicas, noticias y reportajes que denuncian tal persecución
cobran fuerza con la edición de Malo. Se publican colaboraciones con otras
fuerzas políticas opositoras a Franco para apoyar a la ASO.
Se hace
cada vez más evidente, en la correspondencia, la preocupación de Malo por
consolidar una futura generación que siga militando y por el papel que el
anarquismo tendrá en la nueva España que se alumbra. Quiere prevenir que la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT) pierda espacio de poder en la futura
democracia y el precio a pagar es la unificación con la Unión General de
Trabajadores (UGT), al menos hasta la transición democrática. Malo recuerda
desde España
Libre la necesidad de alianzas para evitar que la CNT quede
desplazada en la transición. Sin embargo, a finales de 1964, se certifica el
fin de la ASO, que sólo persiste en Catalunya. Después de años de cárcel,
tortura y terror, se ha eliminado la resistencia organizada de los
sindicalistas anarquistas.
En
noviembre de 1965, Victor Reuther, director de asuntos internacionales del
sindicato de los obreros del automóvil, visita a Malo en el hospital de la
Universidad de Nueva York, donde muere el 31 de diciembre. Le entrega la
medalla del sindicato “en reconocimiento por los grandes servicios prestados a
la causa de la libertad y la justicia social en el mundo”. Su gran amigo y
redactor de España Libre, José Nieto Ruiz, lo acompaña esos
últimos días de hospitalización. Malo se convierte en un ejemplo para los
exilados al encarar responsabilidades colectivas y no desfallecer. Vivió en las
Confederadas el mismo proyecto anarcosindicalista y solidario iniciado en
Santander y que quiso conservar hasta la muerte del dictador, pero no pudo ser.
Dejó un quehacer de fraternidad por idealismo y por principios, sin esperar
recompensa: “Lo dimos todo como hay que darlo, a manos llenas y lamentando no
poder dar más”, escribió. La solidaridad y la generosidad con la que líderes
obreros como Malo impregnaron las Confederadas, dignificaron al exilio
democrático y antifascista en Estados Unidos.
Montse Feu
es profesora asistente en Sam Houston State University de Estados Unidos. En
FronteraD ha publicado, con Carlos García Santa Cecilia: José Nieto, último exiliado del franquismo, militante de la CNT, hizo de
Nueva York su refugio. En su próximo libro, Correspondencia
personal y política de un anarcosindicalista exiliado: Jesús González Malo
(1950-1965) (Universidad de Cantabria, Santander, 2016), del
que este artículo es un adelanto, investiga el legado humanitario, periodístico
y político de Jesús González Malo, anarcosindicalista exilado en Estados
Unidos. La edición de la correspondencia de Malo viene a sumarse a los trabajos
académicos de Vicente Llorens o de Sebastián Faber y Cristina Martínez-Carazo,
que han analizado el discurso público de la intelectualidad del exilio de la
Guerra Civil española en Estados Unidos.
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