Herodes recibió a los tres reyes magos en su palacio, con gran solemnidad y ceremonia; los agasajó y los sentó a su mesa, y luego les habló de este modo:
—Sé
que vuestro saber ha profundizado todas las ciencias y las artes. ¿Queréis
enseñarme vuestros secretos?
Entonces
ellos pasaron aquel día mostrándole asombrosos juegos de prestidigitación y por
la noche prepararon
una gran fiesta pirotécnica, que iluminó la ciudad alegremente.
Un poco antes
del amanecer reunieron
su cortejo y, dejando en puertas y ventanas los juguetes para los niños, partió
su caravana melancólica.
Herodes,
que no se había quedado satisfecho, les detuvo en el camino y les dijo: «Me
habéis engañado ocultándome
vuestro secreto más importante. ¿Dónde está la estrella que os guía?». Y ellos
sonrieron sin contestar.
—Si
no me lo decís —insistió Heredes—, mandaré mataros. Y ellos volvieron a sonreír
y a no contestar.
Entonces,
Herodes, irritado, les gritó:
—¡Os
digo que tenéis la vida pendiente de un hilo mientras no me descubráis vuestra
estrella maravillosa!
Y
el rey negro, que era más astuto que los otros y algo burlón, explicó: «Lo que
tenemos pendiente de un hilo,
señor, es la estrella maravillosa». Y dejando asomar por su ropón unos grandes
picos dorados, añadía:
«La lleva siempre el que va delante de nosotros».
Así
dejó Herodes marchar a los tres reyes profesionales del ocultismo, quedándose
muy pensativo porque su
corazón rebosaba pena y sentía una inmensa piedad hacia todas las cosas.
Aquel
mismo día ordenó la degollación de los niños, que murieron con los primeros
juguetes de su inocencia.
José Bergamín
El cohete y la estrella
Índice, Madrid, 1923
Índice, Madrid, 1923
No hay comentarios:
Publicar un comentario