Azaña en el juicio contra Rojas en 1935 (Foto: Dubois) |
Regreso a Madrid. Pleito parlamentario entre verdugos
El regreso fue por el mismo camino que fuimos.
Utilizando el trimotor postal de Sevilla a Madrid. Pero ni era posible ya el
juego de imaginación con el tiempo, ni la fruición de la velocidad. Después de
lo que habíamos visto, sólo se nos ocurría pensar que el avión postal, con sus
tres motores y sus recias alas, podría quizá habilitarse para bombardeo algún
día. En Madrid encontramos un silencio cuidadoso y precavido. El Parlamento
laico estaba disfrutando sus vacaciones de Navidad. Tardó todavía en reunirse
quince días, durante los cuales, estas denuncias se hicieron públicas. Al
reanudarse las tareas se planteó en el Parlamento tímidamente la cuestión, para
dar pretexto a que el Gobierno hablara y tranquilizara la conciencia de los
diputados. En cuanto el jefe del Gobierno y el subsecretario de Gobernación
expusieron a su manera y de modo fraccionario y contradictorio su visión de los
hechos, la Cámara concedió un voto de confianza al Gobierno
socialista-republicano.
Naturalmente, el Gobierno lo había negado todo. Pero
una fracción de la oposición pidió que sé designara una Comisión investigadora.
El Gobierno se negó; pero a fuerza de insistir, y en vista del ambiente
nacional creado alrededor de los sucesos de Casas Viejas, tuvo que acceder. La
Comisión confirmó todas las denuncias. Entonces, el Gobierno declaró que no
sabía nada.
Se enzarzaron Gobierno y oposiciones en un pleito en
el que éstas lograron no sólo demostrar que el Gobierno estaba enterado, sino
que había dado órdenes concretas sobre el caso de los fusilamientos. Los
pormenores de los debates no interesan. Era, en definitiva, un pleito entre
verdugos, donde se trataba de ventilar si las ejecuciones habían sido
realizadas correctamente o no.
He aquí, en pocas líneas, la conducta de la República
socialista ante los hechos: el Parlamento apoya y justifica al Gobierno, El
Gobierno disculpa, rehabilita y defiende a las fuerzas represoras — Guardia
civil y de asalto—. Éstas han asesinado a los campesinos hambrientos de Casas
Viejas, defendiendo a los terratenientes feudales, monárquicos. La fuerza
pública, el Gobierno, el Parlamento y la República socialista asesinan á los
campesinos de Casas Viejas y confirman su sumisión ante los feudales
terratenientes andaluces, qué hasta producirse la tragedia fueron monárquicos y
combatieron a la República, y que ahora, agradecidos por la sangrienta
represión, ingresan en los partidos republicanos.
Todo el aparato de la falsa democracia republicana se
ha puesto en el Parlamento, en el Gobierno civil de Cádiz y en el pueblecito
ensangrentado de Casas Viejas, al servicio del señor feudal, latifundista,
católico y monárquico.
Entre los comentarios que los diputados de la mayoría
ministerial hicieron a la exposición de la tragedia de Casas Viejas, destacó
mucho éste:
—¡Sensiblerías y ventajitas!
A la mentalidad de ese diputado corresponde también la
frase de aquel guardia de asalto:
—Está asomando la pestaña un manús...
Que se creyó en el caso de disculparse ante el juez
con esas palabras antes de disparar sobre un campesino.
Menos mal que los socialistas siguen diciendo que ésta
es una República democrática regida por intelectuales, y que desarrolla «una
alta política». Claro que todo eso es compatible con el contento y la
satisfacción con que los terratenientes andaluces monárquicos y feudales se
acercan a los partidos republicanos y a los socialistas «dispuestos a
colaborar con entusiasmo». «Ante todo, la Patria», como decía el jefe de los
guardias en la plaza de Casas Viejas, antes de dar los tres vítores. Lo demás,
la pugna parlamentaria de los partidos burgueses sobre Casas Viejas, no es sino
lo que decíamos antes: una disputa entre verdugos ante los cadáveres calientes
aún de sus víctimas.
Madrid, febrero de 1933.
Ramón J. Sender
Lo importante no es lo que hagas sino lo que se sepa y quien lo sepa.
ResponderEliminarAl menos así piensan quienes buscan el poder para eludir la responsabilidad y no para asumirla.
Claro, por eso es tan importante no olvidar.
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