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1819. Fascismo y antifascismo en la Universidad




El 25 de enero de 1934 un grupo de estudiantes fascistas armados con porras, vergajos y pistolas. asaltó el local ocupado por la F.U.E. en la Facultad de Medicina de Madrid, dispararando contra los que allí se encontraban. A consecuencia de los disparos resultó gravemente herido Antonio Zárraga García, estudiante de 22 años.

Transcribímos un artículo de María Zambrano, publicado en El Sol el 4 de febrero de 1934, en el que habla de este suceso.


Han trascurrido —¿han comenzado?— momentos de violencia extraordinaria, dentro de la Universidad. Conocido es el episodio de San Carlos, que tan poco honor hace al naciente y sedicente fascismo español. A más de la protesta que toda conciencia honrada tiene que formular ante un atentado de esa naturaleza, está la turbiedad del hecho mismo y lo que puede significar, si acontecimientos así se repiten, como exponente de un rebajamiento moral de la vida universitaria. Y está, por otra parte, la falsedad; diríase que en la vida española —que todavía trascurre entre cauces prestados— les ha tocado desempeñar "el papel" de fascistas. Para que ningún "seudo" nos falte, era necesario que surgiese esta imitación desdichada de un estilo que, afortunadamente para  España, no es el nuestro. No; no es nuestro, y no lo será nunca, por mucho que lo desee cualquier grupo o partido. La violencia organizada no ha sido en ningún momento patrimonio de nuestras costumbres. Cuando el español ha usado de la violencia ha sido más por impulso irreprimible, por incoercible ímpetu, y no en esta fría, premeditada venganza. 

Pero basta ver de lejos la silueta de estos grupos: actúan sin verdadera conexión con la vida universitaria. Es algo que cae sobre ella, pero que no arranca de ella. 

Actualmente, de la vida estudiantil no naca ni emerge ningún partido o movimiento de los que están a la luz pública y que pretenden ocuparla. Por el contrario, soporta pasivamente, rechazando con su silencio y con su inconmovilidad todos los excitantes que tratan de ponerla en conmoción, Y es que las aguas van más hondas y no es llegado aún el momento en que el estudiante entregue su adhesión verdadera, y como tal viva y profunda, a ningún movimiento político. Nada de lo que se le ofrece es suficientemente auténtico, nada responde aún de verdad a lo que está por hacer: el Estado español, y dentro de él, la Universidad española.

Por eso es bien significativo y evidente cuanto sucede. Tras de unos incidentes gravísimos dentro del propio recinto universitario, que ha mantenido cerradas sus puertas durante varios días, al reanudarse las clases apenas se nota alguna efervescencia. El estudiante  medio calla y rechaza, se refugia por el momento en un silencio defensivo de las falsedades que pretenden captarle. Comienza ya el joven a no amar la agitación por la agitación misma, a no entregarse porque sí a una rebeldía sistemática. "La rebelión de la juventud" va finalizando su imperio. De aquí en adelante iremos viendo cómo el joven, para rebelarse, necesita encontrar, cada vez más, motivos necesarios y suficientes. Justamente los que han faltado en la "hazaña" de San Carlos. No creemos, en su virtud, que "fascismo" ni "antifascismo" (que son fascismos de signo contrario o sin signos) prendan en la vida universitaria. Todo lo más, pasarán de modo fugaz y superficial, como una epidemia.

Todos los que crean que ser español constituye un modo de ser  incanjeable por otro, tienen que esperar de nuestra manera de sentir la vida una inspiración original y verdadera, con estilo propio. Y de ella únicamente podrán salir los movimientos espirituales y políticos, las acciones que enciendan a los estudiantes —y a todos los jóvenes— en un fervor unánime. Y todas estas cosas —fascismo, antifascismo y otras por el estilo— van a ser un poco de comedia, aunque en la comedia haya quien pierda la vida de veras, tristemente, por un efímero equívoco al margen de la verdadera Historia, que se irá haciendo, como siempre, de modo genialmente imprevisible. 


María Zambrano









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