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1921. León Felipe, en el recuerdo

Felipe Camino Galicia de la Rosa (León Felipe)
(Tábara, 11 de abril de 1884 - Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968)


En la villa zamorana de Tábara, a las siete de la tarde del 11 de abril de 1884 nacía León Felipe. Hijo de Higinio Camino de la Rosa, natural de Hellín de Campos (Valladolid), notario de profesión, y de Valeriana Galicia, natural de Valdenebro (Valladolid). Nieto por línea paterna de Mariano Camino del Rey, labrador, y Vicenta de la Rosa, ambos naturales de Herrín de Campos. Y por línea materna de Julián Galicia, natural de Fuentes de Nava, veterinario y Salustiana Ayala, natural de Valdenebro.

En su inscripción de nacimiento consta que le impusieron el nombre de Felipe.


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Siempre he sido un hombre inoportuno y un español desentonado y anacrónico. Ayer, en 1920, cuando la blasfemia corría por las costanillas y por las grandes avenidas de Madrid, como el agua de las lluvias hasta encontrar el sumidero, escribía yo mi primer libro con el nombre de

Versos y oraciones del caminante

Y en 1940, veinte años más tarde, cuando los escritores españoles, los de la "Santa Cruzada" y muchos de los del "Éxodo" también, movían sus plumas como palmas para relatar, arrepentidos y devotos, las vidas ejemplares de los santos, iba yo a dar a la estampa mis últimos poemas con el título de

Versos y blasfemias del caminante

Nadie los quiso. No encontré editores. Y no intenté violentar en nada la decisión del Viento, de ese Viento que es mi antologo, mi colaborador y el dictador. El que selecciona, el que me ayuda, el
que me dicta... y el que manda.


II

¿Quien soy yo?

He aquí una buena pregunta para hacérsela el hombre por la tarde, cuando ya está cansado y se sienta a esperar en el umbral de la noche.

Si se abriese ahora, de improviso, la puerta y alguien se adelantase a preguntarme quién soy yo, no sabría decir cómo me llamo.

En la mañana nos bautizan, al mediodía el sol ha borrado nuestro nombre y en la tarde quisiéramos bautizarnos nosotros.

Salimos de aventura en la madrugada por el mundo, con un nombre que nos prenden en la solapa como una concha en la esclavina, y creemos que por este nombre van a llamarnos los pájaros.

¡No nos llama nadie! Y cuando ya estamos rendidos de caminar y el día va a quebrarse, gritamos enloquecidos y angustiados, para no perdernos en la sombra: ¿Quién soy yo? ¡Y nadie nos responde!

Entonces miramos hacia atrás para ver lo que dicen nuestros pasos. Creemos que algo deben de haber dejado escrito en la arena nuestros pies vagabundos. Y comenzamos a descifrar y a organizar
las huellas que aún no ha borrado el Viento.

Es la hora en que el caminante quiere escribir "sus memorias".

Cuando dice:

Les contaré mi vida a los hombres para que ellos me digan quién soy.

Si es un poeta, querrá contársela también a los pájaros y a los árboles. Y un día buscará un cordoncito o un mecate para ceñir y ligar bien su "antología". Entonces dirá:

Reuniré en un manojo apretado mis mejores poemas porque tal vez así, todos juntos, sepan decir mejor lo que quieren, a dónde se dirigen... y acaso al final apunten vagamente mi nombre
verdadero.

Si el poeta es un poco arquitecto y algo más orgulloso, tal vez se atreva a contarle su vida a las piedras también. Y dirá:

Construiré mi morada —mi templo y mi sepulcro— con las piedras más firmes que he tallado.

Yo no sé si soy un poco arquitecto, pero soy tan orgulloso como el nombre que quiere hacer eterna su casa y su palabra; como el hombre que, enloquecido y angustiado, se afana en bautizarse así mismo con un nombre por el que puedan llamarle

los pájaros,
los árboles,
las piedras...

con un nombre que no derribe el Viento.


León Felipe
"Ganarás la luz ... Biografía, poesía y destino", 1943









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