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2030. Discurso de Malcolm Cowley en el II Congreso Internacional de Escritores

Amigos, colegas de todos los países, escritores de España:

En este Congreso Internacional de Escritores hay docenas de problemas literarios cuya discusión yo desearía escuchar. Por ejemplo, yo querría oír las opiniones de mis colegas con respecto al nacionalismo en la literatura, hasta qué magnitud es valioso y hasta qué magnitud es peligroso para la Humanidad entera. Yo querría escuchar sus ideas sobre literatura proletaria; cómo se ha desenvuelto durante los últimos siete años, y por qué sus resultados han defraudado esperanzas en ciudades como Francia y los Estados Unidos, y cómo hay escritores que nunca pensaron de ellos mismos como proletarios. Yo querría oír, discutir antiguos problemas, tal como el de la función de la crítica y las relaciones entre la literatura y la sociedad.

Espero que otros podrán llevar adelante esta discusión. En otro tiempo, en otros sitios, yo podría contribuir con mis propias ideas. Pero aquí, en Valencia, me encuentro en la imposibilidad de decir lo que yo había pensado escribir en Nueva York. Aquí, en Valencia, lo único que sustrae mi atención, con exclusión de cualquier otra idea, es la guerra contra el fascismo español, alemán, italiano, internacional. Y cuando observo la lucha magnífica que sostiene el pueblo español, cuando veo las penalidades y bombardeos que soporta a cientos de kilómetros del frente, y cómo este pueblo se está incorporando a una nueva vida, creando una nueva disciplina y organización desde abajo, en una nación donde antes todas las órdenes venían de arriba, entonces yo no puedo hablar sobre cuestiones literarias. Y, en realidad, soy demasiado modesto para hablar de nada. Camaradas españoles, hemos venido aquí todos nosotros no para advertiros, sino para ser advertidos; no para enseñar, sino para aprender.

Pero también cada uno de nosotros ha venido aquí con un claro cuadro de condiciones en su propio pueblo y de la actitud hacia la República española. Y me parece que el único servicio que hoy puedo prestar es presentar un franco informe de la opinión pública en los Estados Unidos. Esta se halla engañada; es la única opinión general que se puede dar sobre ella. Se la engañó al principio con la propaganda fascista, y al cabo de un año sigue engañada. Pero empiezan a notarse señales de creciente hostilidad contra Alemania e Italia, y una simpatía también creciente hacia la República española.

En julio de 1936, la tendencia natural del pueblo americano era simpatizar con un Gobierno democrático, atacado por terratenientes y militares. Pero el pueblo americano tenía que sacar sus informaciones de lo que le decía la prensa, y una parte de esta prensa, al principio, era violentamente fascista. Esto es particularmente verdad, por lo que se refiere a William Randolph Hearst, dueño de periódicos en más de veinte ciudades americanas.

El 19 de julio, todos estos periódicos iniciaron una campaña en favor de Franco. Campaña tan furiosa y tan bien preparada, que parece poderse decir que Hearst debía haber tenido conocimiento de antemano de la rebelión. Ha mantenido siempre estrechas relaciones con Mussolini y con el Gobierno alemán, el cual adquiere sus informaciones de los Estados Unidos por Hearst, y le paga por ello medio millón de dólares al año.

Muchos de los otros periódicos americanos no simpatizan con los fascistas; pero estuvieron tan pésimamente informados sobre los asuntos españoles, que muchos de ellos siguieron el ejemplo de Hearst. Aparecían llenos de grabados y cuentos sobre sacerdotes asesinados y monjas raptadas. Su noticiario de España daba la convicción de que Franco era un verdadero caballero cristiano que iba a salvar a España de la anarquía roja. En muchos casos, la impresión era dada sin malicia, a causa, sencillamente, de la ignorancia de los hechos. Era más fácil, al principio, obtener noticias de los rebeldes que del Gobierno. Había pocos corresponsales en Madrid, y la censura gubernamental era más estrecha de lo necesario.

Desearía tener tiempo para deciros cómo ha ido cambiando gradualmente esta situación. Ello ha sido debido, en parte, a la acción de Bates y de Malraux. Considerable fué también la acción de los periodistas americanos, que trataron de obtener noticias sobre la verdadera situación en España. Jay Alien, que pertenecía entonces a la Chicago Tribune, estaba en Badajoz cuando Franco tomó la ciudad. Con peligro considerable para su persona telegrafió a los Estados Unidos la Verdad sobre la matanza.

Hay otros muchos corresponsales americanos que han realizado una obra excelente comunicando noticias del lado republicano. Minifie, del Herald Tribune; Mattews, del New York Times; Mowrer, del Chicago News; Luis Fischer, de la Naiion, así como escritores transformados en Corresponsales de guerra, tales como Ernest Hemingway, Ana Louise Strong, George Seldes. Escribiendo sencillamente la verdad sobre la guerra, estos hombres y mujeres contribuyeron a cambiar la actitud de ios periódicos que representaban.

En abril de 1937, los filofascistas de América se quejaban de que la prensa era parcial, de que no presentaba las cosas vistas desde el lado de Franco. Creo que su queja estaba justificada. En realidad, hay muchos periódicos filofascistas en los Estados Unidos. Hay muchos más —la gran mayoría— que tratan de ser estrictamente imparciales. Pero la verdad no es imparcial y la prensa americana está ahora reflejando apenas una parte de la verdad.

Especialmente a partir de la destrucción de Guernica y del bombardeo de Almería, no hay ya que preguntar cuáles son las simpatías predominantes entre el público americano. Cuando yo salí de Nueva York el 9 de junio, creo poder decir con seguridad que los únicos buenos amigos de Franco que quedan en los Estados Unidos eran católicos. La Iglesia había estado llevando a cabo una gran campaña secreta, pero violenta, contra la España republicana. Todos los altos dignatarios de la Iglesia intervenían en ella —especialmente el cardenal Hayes, de Nueva York—, pero se encontraron con una inesperada resistencia entre las masas católicas. Y después del ataque a Bilbao, ya no pueden pretender que todos los católicos españoles están combatiendo de un solo lado.

¿Qué podremos decir sobre los intelectuales americanos y especialmente sobre los escritores? Con ellos no se ha producido una confusión semejante a la que existía entre el público en general. Creo que se puede afirmar que desde el principio sabían perfectamente que aquí en España estabais luchando no sólo contra la tiranía política, sino también contra el analfabetismo y la superstición. Han seguido vuestra lucha con una tensión sostenida y continua. No pocos de ellos han pasado el tiempo leyendo periódicos, velando hasta muy tarde en espera de las últimas noticias de la Radio, y han pasado en sus camas la noche, pensando en combinaciones militares o políticas capaces de provocar una rápida victoria. Han trabajado por España, han escrito artículos, traducido poemas, formado Comités, organizado mítines, reunido dinero, y, sin embargo, no han considerado esto suficiente y se han sentido contristados al pensar qué suerte se estaba decidiendo en tierras lejanas, durante el transcurso de una lucha, en la que apenas podían tomar una parte mínima.

Y así, el mensaje que traigo de los Estados Unidos no es tanto una «oferta» de ayuda como una «petición» de ayuda. Escritores españoles, compañeros españoles: os ruego que nos habléis de vuestras propias luchas, de lo que habéis hecho en el frente y en la retaguardia, de cómo habéis contribuido para levantar la moral y a construir una nueva sociedad, mientras continuabais escribiendo poemas, de algunos de los cuales podemos apreciar, en nuestras defectuosas traducciones, su alto valor. Decidnos cómo os podemos ayudar, qué podemos escribir en vuestro favor, qué auxilios os podemos enviar, iCompañeros: el mensaje importante no es el que yo traigo aquí, sino el que espero poder llevarme a mi país!


Malcolm Cowley (EE.UU)
Valencia, Julio 1937

Publicado en Hora de España núm. VIII
Valencia, Agosto 1937









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