Hay también en estos
veintidós relatos historias de maestros de la República que creyeron que la
educación nos hacía más libres, nos enseñaba a pensar, nos abría a otras
posibilidades; relatos donde se hacen patentes los conflictos laborales y la
lucha por la supervivencia; relatos de niños que entrañan una maduración, un
tránsito obligado de la niñez a la edad adulta, tan difícil siempre, mucho más en
aquellos años de la guerra y postguerra; relatos que tienen que ver de mi
memoria personal y con historias oídas en un entorno muy cercano; relatos de
oficios antiguos, oficios a extinguir, como la del pastor trashumante o el herrero; relatos de
escenas cotidianas de la vida de los pueblos, con sus costumbres, las relaciones
que se establecen entre sus gentes, las murmuraciones que como corrientes de
aire van de un lugar a otro y tanto daño causan.
Atraviesan estos
relatos temas como el miedo tan latente
en la guerra y la postguerra con su arsenal de represalias.
Y su contrario, la valentía, o forma de hacerle frente al miedo sacando
de no sé sabe dónde fuerzas de flaqueza. Tema recurrente es la suerte, conocer
a alguien que interceda por ti o encontrarse en una circunstancia vital
determinada, juegan en aquellos años amordazados un papel esencial. La amistad
y la lealtad también salen con frecuencia. Amistad que nace o que se pierde o reñida
o reencontrada.
Pero son sobre todo y
fundamentalmente relatos de memoria y dignidad para poner de relieve un mundo y
una generación que se extinguen y que desaparecerán del todo si no
hacemos algo por remediarlo, como esos árboles que se talan y no se reponen,
esas casillas de camineros o esos palomares que se caen y que nos dejan más
pobres, porque toda pérdida de nuestro patrimonio es pobreza. También para que
se sepa lo que pasó y hacer visible lo que durante tanto tiempo estuvo
silenciado. “No olvidar lo inolvidable”, reitera en uno de los relatos
Heliodoro Villar pastor, el fusilado de Villafer.
El escenario en el que
transcurren los relatos están localizados en su mayoría en la localidad de Valderas,
un escenario y un paisaje el de Tierra de Campos que conforman un carácter en su paisanaje duro, sacrificado,
paciente, tal vez algo arisco, y una forma de ser, de concebir la vida y de
afrontar un destino.
Relatos, en suma, hechos de pequeñas historias de gente
sencilla que con su
trabajo diario, mano a mano con otros, hacen la historia grande.
Solo añadir mi
invitación a que os asoméis a ese universo que es “El sol a la tinaja”.
Sol Gómez Artega
El libro está editado por la Fundación "Fermín Carnero", situada en la antigüa Casa del Pueblo de Valderas, construida en 1932.
Se puede adquirir el libro a través de la web.
Se puede adquirir el libro a través de la web.
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