Con mis ojos los he visto:
desterrados, miserables,
vagando por los caminos,
campesinos andaluces;
hombres, mujeres y niños,
caminan, yo no sé adónde;
caminan, y van perdidos.
Con mis ojos los he visto:
al pie de las carreteras,
que hacia Córdoba son ríos
de bestias y muchedumbres,
buscando entre los olivos,
si no refugio, la sombra;
si no paz, siquiera el olvido.
Con mis ojos los he visto:
de la más terrible ofensa
que en España se ha vivido
son testimonio sangriento
sus pasos de perseguidos,
sus pies hinchados, su voz,
que suena como a vacío
relatando los horrores
que en su pueblo han cometido
los fascistas y los moros,
los bárbaros señoritos
que a su pueblo, en bajo precio,
al extranjero han vendido,
como en otro tiempo hicieran
con el Cristo redivivo.
Los he visto con mis ojos
destrozados, no vencidos
en el desigual combate
que con moros han tenido;
emigrantes en su patria,
del fascio son buen testigo;
las mujeres de Baena
que no tienen ya marido,
los hijos de aquellos padres
que en El Carpio han perecido,
y en Villafranca, Posadas,
Pedro Abad, Lora del Río,
luchando con escopetas
contra fusiles sombríos;
que emigran por los caminos,
porque todo le han robado
los fascistas enemigos;
largas filas de mujeres,
hombres ancianos y niños,
los he visto con mis ojos:
por los campos van, perdidos.
Pero les queda coraje
para pedir a otros hijos
de otros padres de otros pueblos
justicia para enemigos;
pero queda en sus gargantas
un mensaje malherido,
un grito de los que han muerto
luchando contra el fascismo:
¡Guerra a muerte, puño en alto;
venganza de nuestros hijos,
justicia seca queremos
para el fascismo asesino!
Justicia seca pidiendo,
con mis ojos los he visto.
Arturo Serrano Plaja
El Mono azul, 24 de septiembre de 1936
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