Es más,
estáis de acuerdo con
los asesinos,
con los jueces,
con los legajos
turbios de los ministerios,
con esa bala que de
pronto puede haceros morder el sabor de las piedras
o esas celdas oscuras
de humedad y de oprobio
donde los cuerpos más
útiles se refuerzan o mueren.
Estáis,
estáis de acuerdo,
aunque a veces algunos
de vosotros pretendáis ignorarlo.
¿Qué son esos
silencios,
esas caras de
tempestad oculta,
reprimida,
cuando el mantel se
abre ante vosotros lo mismo que un insulto,
igual que una limosna
que nos ata a vuestro pobre pensamiento,
a vuestra bolsa
despreciable siempre pendiente en vuestros ojos?
Estáis,
estáis de acuerdo.
No pretendáis negarlo.
Es inútil.
Hay que huir,
que desprenderse de ese tronco
podrido,
de esa raíz comida de gusanos
y rodar a distancia de vosotros
para poder haceros frente
y exterminaros confundiéndonos
con los que hicieron vuestras fábricas,
labraron vuestras tierras,
agonizaron en vuestros
dominios.
Porque es cierto que estáis,
que estáis todos de acuerdo con
la muerte.
Rafael Alberti, 1934
De un momento a otro, 1934-1939
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