La República española es un
régimen de derecho. Su contenido estatal está basado en un orden jurídico que
se funda en la democracia como sistema político constitucional.
Contra ese orden jurídico se alzó en armas el ejército, en unidad
de pensamiento primero y de acción más adelante con las derechas españolas por
una parte y el fascismo internacional por la otra.
La característica de la lucha hoy podría definirse con decir que bajo la forma de un pronunciamiento militar, riñen sus diferencias el despotismo
y la democracia, ésta con la ayuda de la Ley y el afecto del proletariado
universal; aquél con el apoyo de los fascistas de Italia, Alemania y Portugal.
La lucha tiene tres sistemas de combate. Las retaguardias de ambos
zonas, leal y rebelde, donde al amparo de normas de Gobierno y bajo la presión
de contrapuestas orientaciones políticas y sindicales, se fragua el espíritu
del nuevo Estado.
Los frentes de batalla en los que la metralla siega la vida de la
juventud española. Y los órganos de opinión internacional, desde donde se
interviene la lucha con egoísmos, afectos, intereses, audacia y decaimientos
sin que a la hora presente se haya bosquejado la figura positiva que pase a la
historia como trasunto final de su actitud.
Existe un nombre en el que de modo más o menos directo e inmediato
confluyen las rutas de los tres grandes frentes de lucha: Madrid.
Capital de la República, teatro de heroísmos, de frentes de
combate, violencias de retaguardia, problemas internacionales anunciados por
las representaciones diplomáticas con traducción a la práctica en beneficio de
la rebeldía, Madrid recibe afanes, heroísmos, vilezas, traiciones, lealtades y
firmezas, que la convierten en símbolo hacia el que la democracia emancipada
supo defender, como las cloacas que el miedo, las baja pasiones, la traición y
la felonía recogieron al derivar entre ruinas, odios y cadáveres.
Madrid recoge en su nombre el contenido integral de los diversos
componentes que demarcan el guión del triunfo. Su firmeza, su heroísmo, su
resignación, su altivez, su esfuerzo y su fortuna, han hecho de Madrid la enseña de la República en la lucha contra el conjunto abigarrado que se mueve en
la rebeldía de la que Franco es cabeza visible.
La capital de la República es hoy nudo de afectos, esperanzas y
anhelos de un mañana de triunfo y de paz en el cual la virtud, el esfuerzo y la
fortuna no lo sean tan solo de Madrid, sino del Estado entero y de toda la
democracia universal.
¡AURRERA BETI MADRID!
¡MADRID POR EVER!
IRUJO
Ministro de Justicia
Valencia, octubre de 1937
Facetas de la actualidad española, La Habana, enero de 1938
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