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2590. El reino de las contradicciones. España: de la guerra civil al referéndum de 1966 - Trece

Barcelona, 11 de mayo de 1966. Tras concentrarse en la catedral, los sacerdotes iniciaron la marcha hacia la jefatura de policía
(Thomas Hoepker/La Vanguardia)


Trece

A pesar de la distensión, hay todavía presos políticos en España. Y son unos cuantos. El régimen mismo lo reconoce, sin proponérselo, cada vez que anuncia que se reduce una pena de once a nueve años, otra de veintitrés a quince.

Aplicándoseles el rótulo común de "agitadores rojos", se ha encerrado y se encierra, en realidad, a hombres de todas las tendencias –en un país donde, por lo demás, se cultiva en estos últimos tiempos con particular dedicación la relación con los gobiernos de "agitadores rojos" que han tomado el poder.

Contra lo que se cree habitualmente en el exterior, es alto el porcentaje de católicos que van a parar a la cárcel con cierta frecuencia en España. Tampoco se sabe, fuera de fronteras, que hubo agitadores católicos en el origen de las huelgas de Asturias, y se ignora que una considerable cantidad de revistas y publicaciones católicas han sido confiscadas o clausuradas por el régimen en estos últimos años. El convento de benedictinos de la Abadía de Montserrat, publica la revista más liberal de cuantas aparecen en España: Serra d’Or, en catalán: otro convento de Barcelona, el de los capuchinos de Sarriá, fue sitiado por la policía durante tres días en marzo de este año: se había realizado allí una asamblea estudiantil prohibida por el régimen. Fue en el Instituto de Química de este mismo convento, donde Raimon realizó una de sus más espectaculares funciones-mítines, ante un público de 6500 muchachos congregados por el Sindicato Democrático de Estudiantes (ilegal) y numerosos policías de uniforme o de civil que no se atrevieron a intervenir. En estos últimos tres o cuatro años, el movimiento juvenil católico de izquierda de Barcelona que ha funcionado siempre clandestinamente, varió su nombre tres veces: las sucesivas modificaciones dan la pauta de un proceso de cambio que va mucho más allá de las palabras. Comenzó llamándose "Católicos Catalanes", después "Cristianos Catalanes" y más tarde "Comunitarios Catalanes": ahora se llama "Fuerzas Federales Socialistas". Es una editorial católica de Barcelona la que se apresta a publicar un texto del marxista Ernest Mandel, que verá la luz al mismo tiempo que una nueva edición de un manual de consejos sacros para jovencitas de quince años.

Conocí en Madrid al sacerdote José Baylo. Había salido de la cárcel hacía poco tiempo. Siendo capellán, un tribunal militar lo acusó y condenó, en 1962, por "mantener contactos con elementos del Partido Comunista". Se trataba de un "delito" eclesiástico, no militar ni civil: hay cánones y textos pontificios que condenan las relaciones con los marxistas. Baylo sufrió, pues, las consecuencias de un proceso eclesiástico sin haber pasado por él. Durante su larga detención, la Iglesia lo abandonó: fueron inútiles las cartas a los obispos, las reclamaciones, todos los propósitos de comunicación con la jerarquía. Sus propios colegas le hicieron el vacío: cuando le pidió a un capellán que sacara del cuartel unas líneas dirigidas a un abogado eclesiástico, el sacerdote le dijo que él era capellán y no cartero. El de Baylo fue un claro caso de cobardía colectiva de la Iglesia, todavía presa del pánico a la contaminación marxista, funcionando todavía dentro de los esquemas que la han convertido en una empresa de venta de entradas al Cielo. Pero ya en estos últimos tiempos soplan vientos de Concilio también para la Iglesia española: de 1962 a 1967, varios siglos han transcurrido.

José María González Ruiz, canónigo de la Catedral de Málaga, una de las más altas autoridades de la Iglesia en el país, de prominente actuación también en Roma, mantiene relaciones públicas y notorias, hoy día, con marxistas de varias tiendas, publica libros y dicta conferencias en este sentido, envía cartas a L’Unitá. Fue él quien organizo la manifestación de curas en Barcelona, en la primavera de 1966, severamente reprimida por la policía.

Hay en Madrid cincuenta mil niños sin escuela por falta de locales, pero se organizan campañas para levantar 186 nuevas Iglesias. Para inscribir a un niño en las escuelas españolas, se requiere el certificado de vacunación, pero también el de bautismo: en los pueblos, son los curas quienes expiden los certificados de buena conducta. Si un hombre o una mujer quieren casarse sin ceremonia religiosa, deben abjurar públicamente de la fe católica: quien no está casado por la Iglesia es soltero porque así lo han decidido las leyes y la moral pública.

La "España negra", el imperio de curas, militares y señoritos, no es un invento. No por casualidad, el régimen difundió, en los días del referéndum, papeletas sin pie de imprenta aconsejando votar "sí". Y sin embargo, dentro de esta misma Iglesia cuya jerarquía había decidido que el aplastamiento de la República era la última Cruzada de la Edad Media, surgen las más estridentes voces de protesta contra sus propios privilegios y las injusticias del régimen.


Eduardo Galeano
El reino de las contradicciones.  España: de la guerra civil al referéndum de 1966
Cuadernos de Ruedo ibérico núm. 10, diciembre-enero 1967








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