Los pueblos iberoamericanos
expresan, en forma cada vez más entusiasta, su solidaridad con el pueblo
español, que lucha contra los generales rebeldes, instrumentos de las fuerzas
regresivas europeas y traidores a su patria. Un vasto movimiento popular al
servicio de la causa democrática de la Península, cunde y se propaga de hora en
hora en el Continente. Noticias de metan, conferencias, jornadas de masas,
formaciones de comités y campañas de prensa, nos llegan de los diversos países
de América. Si algún lacayo de Franco intenta siquiera presentarse en público,
se ve al instante sumergido por un vigilante y prepotente torbellino de opinión
antifascista. El pueblo ha pasado, allá también, a la ofensiva contra la
campaña de calumnias desencadenadas por los rebeldes contra la república
española, y esta ofensiva, lejos de ceder a la represión policíaca de ciertos
gobiernos, vinculados directa o indirectamente al fascismo internacional, crece
y va convirtiéndose en un resorte capaz de determinar cambios profundos en la
política de esos países y, por ende, en la actitud de sus esferas oficiales
frente a la guerra de España.
Respuesta más elocuente no podría dar América a los repetidos
llamamientos dirigidos por Franco a nuestros países para fundar un imperio
hispanoamericano sobre la base de los "lazos de la sangre y del idioma, de
la historia y de la civilización". Desde luego, ignoramos lo que Franco
entiende por imperio hispanoamericano. No tomamos en serio la necia y
extravagante ocurrencia —porque no hay por dónde tomarla— y sólo la registramos
para notificar, a la faz del mundo, al "generalísimo", que América
rechaza, en nombre precisamente de los auténticos destinos de la raza, todo
vínculo, siquiera fuera momentáneo y circunstancial, con los lacayos de la
invasión extranjera en España y destructores de los pueblos y ciudades en que
tuvieron cuna ese mismo idioma y esa misma civilización que nos son comunes
Sin duda, una emancipación colonial escamoteada y operada a favor
de las oligarquías criollas, nos mantiene aun en América sumidos en una
realidad política en que, con frecuencia, las normas democráticas se ven
conculcadas en provecho de castas y partidos en gran parte herederos,
justamente, del acicazgo al que hoy sirve Franco. Esta realidad, no obstante,
no impide—lo auspicia al contrario y lo alimenta— el pujante e incontrastable
movimiento de ascensión de las fuerzas democráticas del pueblo hacia su
efectiva y total liberación.
Sorda y subterránea a la vez, esta vasta efervescencia popular
prendió ya y afloró el ideario de sectores políticos que, no por no haber hasta
ahora logrado derribar a las oligarquías reinantes o haber en otros casos,
claudicado o cedido a. concupiscentes intereses personales y de clan, no son
por ello, menos representativos de la gran mayoría ciudadana y de sus ansias
colectivas más puras. Así es como Franco encontraría insisto, en la doctrina de
los Partidos Liberal de Colombia, Ecuador y Bolivia, en la de los Partidos
Radicales de Chile, del Uruguay y Argentina, en la de los Partidos Nacionales
Revolucionarios de México, Brasil, en el programa Aprista del Perú y,
sobre todo en la doctrina de los grandes partidos proletarios que de Cuba al
Paraguay y a Venezuela, recogen los hondos y genuinos anhelos de justicia
social del Continente, un perentorio y universal repudio a toda complicidad o
connivencia con su demente sueño imperialista, fuese este imperialismo
propuesto del modo más "desinteresado y fraternal" y en. el plano más
abstracto, "espiritual" o "idealista". Franco chocará en
suma, en América —ha chocado ya— con un frente enemigo que engloba la totalidad
de nuestras fuerzas sociales y cuyas formas de ofensiva tienden a devenir cada
vez más completas y envolventes.
César Vallejo
Nuestra España, 17 de Junio de 1937
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