Podemos establecer la siguiente
periodización:
Fase de huidos (1936-1944)
La política de exterminio aplicada por el bando nacionalista
durante la Guerra Civil favoreció que un número importante de republicanos de
los territorios ocupados por los militares rebeldes decidieran no entregarse e
iniciaran espontáneamente un fenómeno típico de la guerra y la primera
posguerra: el de los huidos (conocidos también como fugados, fuxidos,
emboscados, escapados, o "los del monte"), pues es bien conocido que
el final de la guerra no fue el final de la represión. Se calcula en 40.000 el
número de republicanos fusilados en la posguerra (durante la guerra ya se
había fusilado a unas 90.000 personas). La cifra es altísima si tenemos en
cuenta que medio millón de republicanos estaban exiliados; es decir, que los
republicanos que habían decidido permanecer en España consideraban que no
tenían delitos de sangre ni motivos para ser perseguidos.
Sin embargo, dos cambios importantes se produjeron en la inmediata
posguerra: por una parte, el mayor aislamiento de los huidos al no poder contar
con el apoyo del Ejército republicano; y por otra, el alto nivel de
ideologización, pues los huidos al monte a partir de 1939 eran militantes
izquierdistas que huían de los campos de concentración, batallones
disciplinarios, brigadas de trabajo...
A partir de 1941 la persecución de los emboscados fue encargada a
unidades especiales de la Guardia Civil y se hizo mas dura.
Fase guerrillera (1944 1952)
A pesar del fracaso de la invasión pirenaica del 44, unos 200
guerrilleros pudieron introducirse en el interior del país y contactar con los
huidos. El trienio 1945-1947 señaló el apogeo de la resistencia armada en
España.
El PCE apenas tuvo problemas para hacerse con el control de la
mayor parte de las áreas de huidos, pues era la única fuerza organizada que
apoyaba a la guerrilla. El PSOE y la CNT se desvincularon siempre de la
resistencia armada, abandonando en muchos casos a sus propios militantes.
Durante estos años la infiltración constante de guerrilleros desde
Francia y la incorporación de enlaces "quemados" permitieron extender
las áreas de actividad a buena parte de la geografía española. Se calcula entre
5.000 y 7.000 el número de hombres en armas y en más de 20.000 el de enlaces
detenidos. El maquis fue la oposición más seria al régimen de Franco.
La practica guerrillera fue muy intensa en esos años. Se centró en
los sabotajes de vías férreas, líneas eléctricas y telegráficas, empresas mineras...
(El más espectacular desarrollado en Aragón fue la voladura de la central
eléctrica de Puertomingalvo en 1946).
El problema de la financiación se solventaba con secuestros,
atracos y multas.
Junto a la actividad guerrillera, gran parte de sus energías las
dedicaron a la propaganda. Tan importante como efectuar atentados y sabotajes
era realizar una tarea proselitista en pueblos y aldeas.
En la zona centro se produjo un fenómeno único: la desarticulación
casi definitiva a finales de 1947 de la guerrilla. Esta zona, donde
proliferaron de manera asombrosa los delatores y confidentes, recibió un
castigo casi definitivo.
Descartada la intervención aliada, Franco se adaptó mejor a las
nuevas circunstancias internacionales. El referéndum de 6 de julio de 1947 acerca de la Ley de Sucesión en la Jefatura
del Estado introdujo la llamada "democracia orgánica". Esto suponía
un lavado de imagen de cara al exterior y una cierta legitimación en el
interior.
Por estas fechas el régimen había conseguido cierta penetración
social y amplios sectores populares participaban del "apoliticismo"
impuesto desde el poder.
El decreto ley para la Represión del Bandidaje y el Terrorismo dio
carta blanca a las fuerzas represivas para desencadenar una guerra total contra
los hombres del monte. El cambio esencial fue la militarización de la lucha,
con lo que la jurisdicción castrense se encargó de los procesos contra los
guerrilleros y enlaces. A partir de 1947 se multiplicaron los "asesinatos
legales" a través de la universalización de la tristemente célebre
"ley de fugas".
El peso de la lucha contra el maquis recayó en la Guardia Civil,
la fuerza de orden específicamente rural. Los guardias civiles fueron
auxiliados por el somatén, que oficializó la participación de los civiles. Con
esta medida unos 100.000 paisanos (sobre todo falangistas) se vieron investidos
de autoridad y armas. La Benemérita pagó una importante cuota de muerte en la
contrainsurgencia. Los guardias civiles vocacionales escaseaban y la mayoría
llegaba al cuerpo a causa de las condiciones miserables del país.
A partir de 1947, las autoridades forzaron a los guardias civiles
a emplearse a fondo contra la guerrilla. Se multiplicaron las expulsiones del
cuerpo y las sanciones. Varios oficiales y suboficiales de la Guardia Civil
destinados en Levante y Aragón fueron juzgados por consejos de guerra en 1948
por "incumplimiento de misiones encomendadas en la lucha contra los
guerrilleros". El objetivo era obligar a los números a un comportamiento
agresivo contra la guerrilla. También se persiguió esto con el apartado de
premios. En general, resultaba mas rentable para los números eliminar a un
resistente que detenerlo, lo que provoco que muchos guerrilleros fueran
ejecutados.
La estrategia de lucha también cambió. En vez de enfrentamientos
directos, que no resultaban positivos, se mejoraron los sistemas de espionaje y
contrapartidas (grupos de guardias civiles que, con apariencia de maquis, se
presentaban en las masías pidiendo alimentos o refugio, y cuya función era
descubrir los puntos de apoyo de la guerrilla). Conseguida la
información, se presionaba a los enlaces y se premiaba a confidentes y
delatores. Los confidentes y la consiguiente pérdida de los puntos de apoyo fueron
los dos elementos en los que se apoyo la aniquilación de la resistencia.
Un ejemplo de la arbitrariedad y violencia institucional fue la
actuación del gobernador civil de Teruel y general de la Benemérita Manuel
Pizarro Cenjor contra la AGLA (Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón) . El
general Pizarro militarizó el territorio considerándolo "zona de
guerra", impuso el traslado de masoveros, carboneros y pastores con el fin
de cortar las bases de aprovisionamiento del maquis, dio órdenes de no hacer
detenidos y aplicó otras medidas que conculcaban la propia legislación
franquista. El 9 de agosto de 1947 guardias civiles y un batallón de infantería
atacaron el campamento de Aguaviva, prendiendo fuego al bosque con bombas
incendiarias y quemando unas 700 hectáreas. No es de extrañar que muchos
campesinos emigraran por estas fechas. Por supuesto, las noticias de este tipo
de actuaciones nunca traspasaron el ámbito local. El mutismo de la prensa fue
absoluto. Como mucho, se aludía a actividades de bandoleros o bandas de
atracadores.
La respuesta de los maquis también fue de extremada dureza. Pero
no solo fue una reacción a la política de exterminio del franquismo, sino que
fue también una constatación de su proceso de desintegración y de que no
existía control político en la misma. Como la mayor parte de las bajas se
produjeron a partir de delaciones, el acoso implacable a confidentes y delatores fue continuo.
En ese contexto dominado por la idea de la muerte y la exigencia
de adoptar decisiones extremas, algunos maquis y enlaces eligieron la traición
como medio para sobrevivir. Las caídas de maquis a partir de 1947 no se
produjeron en campo abierto, algo excepcional, sino a causa de las delaciones.
En este clima de desconfianza aparecieron las depuraciones entre los mismos
guerrilleros. Las víctimas habituales fueron los libertarios que combatían en
las agrupaciones comunistas o que actuaban de libre con prácticas cercanas al
bandolerismo. Uno de estos guerrilleros "autónomos" eliminados fue
José Ramiá, "el Petrol", de tendencia cenetista, ejecutado en las
proximidades de Mosqueruela.
Resulta difícilmente comprensible la actitud del PCE con los
guerrilleros. Da la sensación de que el partido se desentendió de ellos
abandonándolos a su suerte. La única operación de huida organizada por el PCE
fue la de la AGLA en 1952, bastante tarde, cuando ya se habían producido muchas
bajas. La operación fue un éxito: una treintena de guerrilleros se puso a salvo
en Francia. El hecho de combinar avances con leves retrocesos despistó a la
guardia civil, que conocía la ruta pero no sincronizó los tiempos. El método
utilizado fue el mismo en todas las escapadas numerosas: caminar durante la
noche y "aplastarse" al terreno durante el día.
Una de las huidas más épicas de la resistencia fue la
protagonizada por los seis miembros a que había quedado reducida la Agrupación
de Granada-Málaga. Emplearon más de tres meses en atravesar España, se guiaron
por la estrella polar y por toda cartografía se sirvieron de los mapas de un
libro escolar. En Caspe sortearon el Ebro obligando a un barquero a pasarlos,
decisión que les salvó la vida pues los puentes estaban vigilados por la
Guardia Civil, que era conocedora de su huida.
En la zona centro, un caso de último guerrillero fue el de
Francisco Blancas Pino, "Veneno", que con cuatro hombres mas aguantó
hasta 1955. Algo insólito. Sólo la deserción de uno de sus hombres les obligó a
marchar hacia Francia. Uno de los últimos guerrilleros jiennenses, "El
Perdiz", quedó oculto en Bailén, como un topo, hasta 1969.
El último final sangriento de un guerrillero ocurrió en marzo de
1965. José Castro Veiga, "El Piloto", había abandonado la lucha en el
verano de 1949 y pasó a llevar vida de topo. Permaneció oculto más de 15 años.
Tenía ya 50 cuando un antiguo enlace cometió la villanía de delatarlo. Tampoco
la Guardia Civil le quiso dar, en fecha tan tardía, ninguna oportunidad: lo
ejecutaron en una pequeña aldea de Lugo.
12 preguntas sobre el maquis
La Biblioteca, 2003
Esta edición no venal, con
fines pedagógicos y hecha para su distribución entre el alumnado del Instituto de
Enseñanza Secundaria Pablo Serrano y el público asistente a las jornadas sobre
el Maquis, rescatada, a celebrar en Andorra del 29 de abril al 9 de mayo de 2003,
se acabó de imprimir visperas del 23 de abril, Dia de Aragón.
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