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2669. ¿Cuánto duró el fenómeno del maquis?




Podemos establecer la siguiente periodización:

Fase de huidos (1936-1944)

La política de exterminio aplicada por el bando nacionalista durante la Guerra Civil favoreció que un número importante de republicanos de los territorios ocupados por los militares rebeldes decidieran no entregarse e iniciaran espontáneamente un fenómeno típico de la guerra y la primera posguerra: el de los huidos (conocidos también como fugados, fuxidos, emboscados, escapados, o "los del monte"), pues es bien conocido que el final de la guerra no fue el final de la represión. Se calcula en 40.000 el número de republicanos fusilados en la posguerra (durante la guerra ya se había fusilado a unas 90.000 personas). La cifra es altísima si tenemos en cuenta que medio millón de republicanos estaban exiliados; es decir, que los republicanos que habían decidido permanecer en España consideraban que no tenían delitos de sangre ni motivos para ser perseguidos.

Sin embargo, dos cambios importantes se produjeron en la inmediata posguerra: por una parte, el mayor aislamiento de los huidos al no poder contar con el apoyo del Ejército republicano; y por otra, el alto nivel de ideologización, pues los huidos al monte a partir de 1939 eran militantes izquierdistas que huían de los campos de concentración, batallones disciplinarios, brigadas de trabajo...

A partir de 1941 la persecución de los emboscados fue encargada a unidades especiales de la Guardia Civil y se hizo mas dura.

Fase guerrillera (1944 1952)

A pesar del fracaso de la invasión pirenaica del 44, unos 200 guerrilleros pudieron introducirse en el interior del país y contactar con los huidos. El trienio 1945-1947 señaló el apogeo de la resistencia armada en España.

El PCE apenas tuvo problemas para hacerse con el control de la mayor parte de las áreas de huidos, pues era la única fuerza organizada que apoyaba a la guerrilla. El PSOE y la CNT se desvincularon siempre de la resistencia armada, abandonando en muchos casos a sus propios militantes.

Durante estos años la infiltración constante de guerrilleros desde Francia y la incorporación de enlaces "quemados" permitieron extender las áreas de actividad a buena parte de la geografía española. Se calcula entre 5.000 y 7.000 el número de hombres en armas y en más de 20.000 el de enlaces detenidos. El maquis fue la oposición más seria al régimen de Franco.

La practica guerrillera fue muy intensa en esos años. Se centró en los sabotajes de vías férreas, líneas eléctricas y telegráficas, empresas mineras... (El más espectacular desarrollado en Aragón fue la voladura de la central eléctrica de Puertomingalvo en 1946).

El problema de la financiación se solventaba con secuestros, atracos y multas.

Junto a la actividad guerrillera, gran parte de sus energías las dedicaron a la propaganda. Tan importante como efectuar atentados y sabotajes era realizar una tarea proselitista en pueblos y aldeas.

En la zona centro se produjo un fenómeno único: la desarticulación casi definitiva a finales de 1947 de la guerrilla. Esta zona, donde proliferaron de manera asombrosa los delatores y confidentes, recibió un castigo casi definitivo.

Descartada la intervención aliada, Franco se adaptó mejor a las nuevas circunstancias internacionales. El referéndum de 6 de julio de 1947 acerca de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado introdujo la llamada "democracia orgánica". Esto suponía un lavado de imagen de cara al exterior y una cierta legitimación en el interior.

Por estas fechas el régimen había conseguido cierta penetración social y amplios sectores populares participaban del "apoliticismo" impuesto desde el poder.

El decreto ley para la Represión del Bandidaje y el Terrorismo dio carta blanca a las fuerzas represivas para desencadenar una guerra total contra los hombres del monte. El cambio esencial fue la militarización de la lucha, con lo que la jurisdicción castrense se encargó de los procesos contra los guerrilleros y enlaces. A partir de 1947 se multiplicaron los "asesinatos legales" a través de la universalización de la tristemente célebre "ley de fugas".

El peso de la lucha contra el maquis recayó en la Guardia Civil, la fuerza de orden específicamente rural. Los guardias civiles fueron auxiliados por el somatén, que oficializó la participación de los civiles. Con esta medida unos 100.000 paisanos (sobre todo falangistas) se vieron investidos de autoridad y armas. La Benemérita pagó una importante cuota de muerte en la contrainsurgencia. Los guardias civiles vocacionales escaseaban y la mayoría llegaba al cuerpo a causa de las condiciones miserables del país.

A partir de 1947, las autoridades forzaron a los guardias civiles a emplearse a fondo contra la guerrilla. Se multiplicaron las expulsiones del cuerpo y las sanciones. Varios oficiales y suboficiales de la Guardia Civil destinados en Levante y Aragón fueron juzgados por consejos de guerra en 1948 por "incumplimiento de misiones encomendadas en la lucha contra los guerrilleros". El objetivo era obligar a los números a un comportamiento agresivo contra la guerrilla. También se persiguió esto con el apartado de premios. En general, resultaba mas rentable para los números eliminar a un resistente que detenerlo, lo que provoco que muchos guerrilleros fueran ejecutados.

La estrategia de lucha también cambió. En vez de enfrentamientos directos, que no resultaban positivos, se mejoraron los sistemas de espionaje y contrapartidas (grupos de guardias civiles que, con apariencia de maquis, se presentaban en las masías pidiendo alimentos o refugio, y cuya función era descubrir los puntos de apoyo de la guerrilla). Conseguida la información, se presionaba a los enlaces y se premiaba a confidentes y delatores. Los confidentes y la consiguiente pérdida de los puntos de apoyo fueron los dos elementos en los que se apoyo la aniquilación de la resistencia.

Un ejemplo de la arbitrariedad y violencia institucional fue la actuación del gobernador civil de Teruel y general de la Benemérita Manuel Pizarro Cenjor contra la AGLA (Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón) . El general Pizarro militarizó el territorio considerándolo "zona de guerra", impuso el traslado de masoveros, carboneros y pastores con el fin de cortar las bases de aprovisionamiento del maquis, dio órdenes de no hacer detenidos y aplicó otras medidas que conculcaban la propia legislación franquista. El 9 de agosto de 1947 guardias civiles y un batallón de infantería atacaron el campamento de Aguaviva, prendiendo fuego al bosque con bombas incendiarias y quemando unas 700 hectáreas. No es de extrañar que muchos campesinos emigraran por estas fechas. Por supuesto, las noticias de este tipo de actuaciones nunca traspasaron el ámbito local. El mutismo de la prensa fue absoluto. Como mucho, se aludía a actividades de bandoleros o bandas de atracadores.

La respuesta de los maquis también fue de extremada dureza. Pero no solo fue una reacción a la política de exterminio del franquismo, sino que fue también una constatación de su proceso de desintegración y de que no existía control político en la misma. Como la mayor parte de las bajas se produjeron a partir de delaciones, el acoso implacable a confidentes y delatores fue continuo.

En ese contexto dominado por la idea de la muerte y la exigencia de adoptar decisiones extremas, algunos maquis y enlaces eligieron la traición como medio para sobrevivir. Las caídas de maquis a partir de 1947 no se produjeron en campo abierto, algo excepcional, sino a causa de las delaciones. En este clima de desconfianza aparecieron las depuraciones entre los mismos guerrilleros. Las víctimas habituales fueron los libertarios que combatían en las agrupaciones comunistas o que actuaban de libre con prácticas cercanas al bandolerismo. Uno de estos guerrilleros "autónomos" eliminados fue José Ramiá, "el Petrol", de tendencia cenetista, ejecutado en las proximidades de Mosqueruela.

Resulta difícilmente comprensible la actitud del PCE con los guerrilleros. Da la sensación de que el partido se desentendió de ellos abandonándolos a su suerte. La única operación de huida organizada por el PCE fue la de la AGLA en 1952, bastante tarde, cuando ya se habían producido muchas bajas. La operación fue un éxito: una treintena de guerrilleros se puso a salvo en Francia. El hecho de combinar avances con leves retrocesos despistó a la guardia civil, que conocía la ruta pero no sincronizó los tiempos. El método utilizado fue el mismo en todas las escapadas numerosas: caminar durante la noche y "aplastarse" al terreno durante el día.

Una de las huidas más épicas de la resistencia fue la protagonizada por los seis miembros a que había quedado reducida la Agrupación de Granada-Málaga. Emplearon más de tres meses en atravesar España, se guiaron por la estrella polar y por toda cartografía se sirvieron de los mapas de un libro escolar. En Caspe sortearon el Ebro obligando a un barquero a pasarlos, decisión que les salvó la vida pues los puentes estaban vigilados por la Guardia Civil, que era conocedora de su huida.

En la zona centro, un caso de último guerrillero fue el de Francisco Blancas Pino, "Veneno", que con cuatro hombres mas aguantó hasta 1955. Algo insólito. Sólo la deserción de uno de sus hombres les obligó a marchar hacia Francia. Uno de los últimos guerrilleros jiennenses, "El Perdiz", quedó oculto en Bailén, como un topo, hasta 1969.

El último final sangriento de un guerrillero ocurrió en marzo de 1965. José Castro Veiga, "El Piloto", había abandonado la lucha en el verano de 1949 y pasó a llevar vida de topo. Permaneció oculto más de 15 años. Tenía ya 50 cuando un antiguo enlace cometió la villanía de delatarlo. Tampoco la Guardia Civil le quiso dar, en fecha tan tardía, ninguna oportunidad: lo ejecutaron en una pequeña aldea de Lugo.


12 preguntas sobre el maquis
La Biblioteca, 2003

Esta edición no venal, con fines pedagógicos y hecha para su distribución entre el alumnado del Instituto de Enseñanza Secundaria Pablo Serrano y el público asistente a las jornadas sobre el Maquis, rescatada, a celebrar en Andorra del 29 de abril al 9 de mayo de 2003, se acabó de imprimir visperas del 23 de abril, Dia de Aragón.












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