Gitano joven, jugabas
ayer a las despedidas.
Barcos de sombra violenta
–guitarras del mediodía–
tus palabras meridianas
naufragaban en la brisa.
Hoy baila tu corazón
sobre sus olas heridas.
Y son tus ojos gitanos
las dos auroras que ardían
entre la sangre y la muerte
de Federico García.
La tierra es la hembra que ahora
te aduerme en blanda caricia
y un de profundis resuena
más allá de Andalucía.
Hurgaron su manto tus
desconsoladas queridas
–oh, las caderas infieles:
morenas y bailarinas–
mujeres que eran un ramo de
rosas y de sonrisas
cuando asomaba el corcel
de Federico García.
Flautas y flores y besos
para tu tumba querías
no lejos de tu guitarra,
muy cerca de la alegría.
Juvenil moriste como,
juvenil, como vivías
y era tan joven tu amor
tan ágil tu poesía.
Romancero silencioso,
río de luto en sonrisas;
una carcajada triste
sobre tus alegres días.
Llueve. A la sombra del agua
sollozas tu despedida.
Oh, la guirnalda gitana,
oh, la guitarra dormida
del joven poeta muerto
don Federico García
Gonzalo Rojas, 1937
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