Un soldado republicano montando guardia en la Ciudad Universitaria de Madrid. Foto Chim |
¡Muertos al sol, al
frío, a la lluvia, a la helada,
junto a los grandes
hoyos que abre la artillería,
o bien sobre la
yerba, que de puro delgada
y al son de vuestra
sangre, se vuelve melodía!
Siembra de cuerpos
jóvenes, tan necesariamente
descuajados del
triste terrón que los pariera,
otra vez y tan pronto
y tan naturalmente
semilla de los
surcos que la guerra os abriera.
Se oye vuestro
nacer, vuestra lenta fatiga,
vuestro empujar de
nuevo bajo la tapa dura
de la tierra que al
daros la forma de una espiga
siente en la flor
del trigo su juventud futura.
¿Quién dijo que
estáis muertos? Se escucha en el silbido
que abre el
vertiginoso sendero de las balas
un rumor, que ya es
canto, gloria recién nacido,
lejos de las
piquetas y funerales palas.
Y los vivos,
hermanos, nunca se les olvida.
Cantad ya con
nosotros, con nuestras multitudes
de cara al viento
libre, a la mar, a la vida.
No sois la muerte,
sois las nuevas juventudes.
Rafael Alberti
(En Madrid,
diciembre de 1936)
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