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2767. El violeta

Conversamos con Juan Sepúlveda y Marina Cochet, dos de los autores de El violeta. un cómic sobre la persecución que sufrieron los homosexuales durante el franquismo y la convivencia de las mujeres que se casaron con ellos. 


¿Cómo surgió la idea de hacer un cómic?

Juan: La idea me surgió en los años noventa cuando se emitió el documental «Condenados sin juicio» producido por Eliseu Blay y Paco Ballester. El documental narra, a través del testimonio de expresos sociales, las vejaciones que sufrieron los homosexuales en la cárcel modelo de Valencia durante el franquismo. Me impactó mucho la historia porque los testimonios eran terroríficos y me resultaba algo desconocido para el público y que de alguna forma estaba olvidado u escondido.

Pero en aquel momento tenía como quince años y no sabía cómo contar la historia ni cuáles iban a ser los personajes. Años después, en 2013, publiqué un libro de cuentos titulado «Las seis caras de un dado». En uno de los relatos hablaba sobre un personaje llamado Braulio, un joven con la tentación de ocultar su homosexualidad para integrarse más fácilmente en la sociedad. Braulio pasó a ser Bruno en «El Violeta» y empecé a crear personajes a su alrededor.

Cuando busqué documentación al respecto descubrí miles de historias de españoles que fueron encarcelados, vejados, desterrados y estigmatizados durante toda su vida por el simple hecho de ser homosexuales. Y la existencia de campos de concentración, un hecho que es desconocido para muchas personas de mi generación.

¿La historia de Bruno es una historia real?

Juan: A excepción del personaje de mi tía Julia que sí regentaba una fábrica de turrón en aquellos años todos los personajes son ficticios. Pero sí que es cierto que Bruno corre la misma suerte que el valenciano Antonio Ruiz. Es denunciado por una monja y acaba siendo violado en los calabozos de la comisaría.

También creé personajes de ficción basándome en características de personajes reales recogidos de los testimonios de Octavio García, uno de los supervivientes del campo de concentración de Tefía en Fuerteventura. Como el sacerdote castrense que dirigía la colonia penitenciaria o guardias como «La Viga» cuyo trabajo era dar palos a los internos.

Por lo que la novela gráfica está basada en muchas historias de homosexuales que no pudieron vivir su sexualidad libremente y en la historia de las mujeres con las que algunos se casaron para poder encajar en la sociedad.

¿Es cierto que se hacían redadas y se les perseguía activamente?

Juan: Se hacían “redadas de violetas” y se les coaccionaba para que denunciaran a otros homosexuales. En el cómic se narra como la policía de Valencia conocía los lugares donde se reunían y cómo los chantajeaban. También ilustra la actitud de la Brigada Criminal de la Policía Nacional y la hipocresía de muchos agentes que a pesar de ser homosexuales los perseguían y se ensañaban con ellos. Fue un momento muy difícil para el colectivo ya que estaban muy desprotegidos por la ley y cualquier denuncia podía acabar en arresto y cárcel.

¿Cómo se ilustra una obra así? En qué se inspiró para crear a los personajes? ¿Hubo alguna indicación? ¿Cómo se reconstruyen los ambientes?

Marina: El estilo o formato de las páginas es un reflejo de la intensidad de la historia. Para los personajes, tiré mucho de recuerdos de pelis españolas de toda clase, sobre todo de los años 70. Salvo para el personaje de Julia, tuve libertad total, aparte de los rasgos de personalidad  explícitos del guión.

Cuando pienso en un chico español de hace cincuenta años, me lo imagino  flaco, porque en la posguerra no había abundancia precisamente, moreno, como la mayoría de los españoles, y cara de buen chico, como lo era una juventud más bien cándida en esa época. Para Julián, decidí hacer lo opuesto que Bruno: desenvuelto, fuerte y hermoso. Es también la representación de la belleza  destruida. El padre es el estereotipo, casi cliché, de un español de la época como yo me lo imagino, con bigotillo, medio calvo y con cara de mala leche. Maricruz tenía que ser de belleza discreta y mirada triste y tímida, como su personalidad. 

Y Julia está basada en una persona real, la tía de Juan, del mismo nombre, así que me basé en un par de fotos que me dio y la dibujé lo mejor que pude.

En cuanto al ambiente, no hay mucha documentación sobre ello, al menos no a mi alcance. Siempre es un reto recrear algo que no has visto nunca, así que tiras de imaginación y recuerdos personales y de imágenes que has visto o que recopilas en internet, aunque pude inspirarme en algunas fotos que me mandó Juan para Tefía y la tienda de turrones de su tía. Y con esos elementos creé los escenarios.








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