Fotografía de Luis Ramón Marín |
El angustioso problema del paro obrero en Madrid
¿Se va a arreglar todo con un «plan cuatrienal», de mil
millones de pesetas?
Seis o siete hombres toman el sol tumbados en la acera de
una calle de los Cuatro Caminos. Tienen barbas de muchos días, y de los labios
de algunos cuelgan las colillas cochambrosas, de las que intentan inútilmente arrancar un poco de sabor
a tabaco…
—Buen día, ¿eh?…
—Sí, no es malo. Nos aprovecharemos de esto, que no
cuesta…
—Lo malo es que tampoco alimenta…
—Los médicos dicen que no hay nada
para la salud como los baños de sol…
—Sí; pero será después de haberse comido
siquiera unas patatas…
—¡Patatas! ¡Pues no eres tú nadie! Hoy no comen patatas
más que los que andan en automóvil. En fin, paciencia… —agrega dándose media
vuelta para tomar el sol en el costado derecho.
—Paciencia la
puedes tener tú, que no llevas parao más que un mes y que además no tienes
hijos. Si llevaras ocho meses, como yo, y tuvieras cinco críos y la mujer, ya
veríamos…
Me he metido a conversar con este grupo de hombres. Ya sé que ellos
no tienen ganas de hablar con gente extraña y que miran con rencor —¡es
natural!— a toda persona que tiene pinta de haber hecho una comida caliente. A
pesar de eso, algunos hasta han abandonado su postura yacente y se aprestan a
contestarme.
—¿Todos ustedes están sin trabajo?
—Todos, y aquel grupo de más
allá. Y casi todo el barrio… Ustedes no saben lo que es
esto… Yo llevo ocho meses sin dar golpe… Me levanto a las seis de la mañana y
me voy por ahí a recorrer las obras. A las diez ya estoy rendido y sin haber
encontrado nada.
—¿Tiene usted hijos?
—Cuatro nada más, y todos pequeños. Ni sé
cómo viven. Menos mal que la mujer, algunos días, se emplea en limpieza por las
casas. Pero lo que gana hay que emplearlo en pagar el alquiler del cuartucho,
porque fíjese usted lo que sería vernos en la calle con las criaturas…
—¿Y para
comer…?
—En casa se arreglan con algún pedazo de pan que les dan. Yo me he acostumbrado ya a
no comer.
—¿Eh?…
—Sí… Realmente, para vivir hace falta comer muy poco. Si algún
día consigo una ración de los comedores del Ayuntamiento ya estoy alimentado
para una semana. Después, con agua, algún cigarro que cae y una lechuga que me
da la verdulera tengo bastante… Lo malo son estos días tan largos sin hacer
nada… Solo pensando en la desgracia que uno tiene encima…
—¿Y ustedes en qué
trabajaban?…
—Nosotros éramos del ramo de la construcción. Pero ya no es
posible colocarse en eso. Cada día se queda un montón más de hombres sin trabajo en las obras. Créame
usted: hoy es más fácil hacerse cónsul o ingeniero, pongo por ejemplo, que
colocarse de albañil…
Treinta mil hombres que no tienen trabajo en Madrid
Obreros parados… Obreros parados por todas partes… En
los Cuatro Caminos, en el Puente de Toledo, en el paseo de Extremadura… Algunos
se han lanzado a pedir limosna por las calles. Se los ve en las bocas del Metro
y en la verja del Ministerio de la Guerra… Se los ve extender la mano tímidamente, avergonzados de
encontrarse en esta situación…
Pero donde el paro es más dramático, donde
adquiere proporciones gigantescas, es, sin duda alguna, en el Puente de
Vallecas. La población del Puente de Vallecas creció desmesuradamente a favor
del florecimiento de la industria constructora. Se multiplicaron por ciento
hace algunos años sus habitantes y sus viviendas. Ha llegado el crac de la
construcción, y el Puente de Vallecas se ha quedado arruinado y deshecho, con
millares de familias en la más espantosa de las miserias.
* * *
Hace pocos días, el director general de Trabajo ha
facilitado una nota con el número exacto de obreros sin trabajo que hay en
Madrid. La Prensa ha publicado esta nota; pero no estará de más repetirla hasta
que la gente acomodada se haga cargo exactamente de lo que significa este
pavoroso problema.
El censo obrero de Madrid asciende a 89.812 trabajadores, de
los cuales se encuentran en paro forzoso exactamente 30.017.
Solamente en el ramo de la construcción hay parados 18.411.
En artes gráficas
el paro afecta a 1.178 trabajadores.
El ramo de la madera cuenta con 1.994
parados.
En vestido y tocado hay parados 121.
De los obreros metalúrgicos
huelgan forzosamente 2.164.
En el comercio, 1.200.
En industrias químicas, 77.
En industrias textiles, 23.
En los ramos de la alimentación, 1.733.
En hostelería, 630.
En transportes, 2.445.
En Banca y
seguros, 35.
En espectáculos, 250.
En oficios varios, 428.
Suman entre todos,
30.017…
Más de treinta mil pares de brazos que caen a lo largo de los cuerpos
extenuados por la angustia y el hambre…
Lo que dice el concejal señor Muiño acerca del
terrible paro de la construcción.
Don Manuel Muiño, antes de ser el popular concejal que
todos conocemos, ha sido obrero del ramo de la construcción. Trabajaba en una
de las secciones más duras del ramo. Muiño era embaldosador.
—¿Entonces no
había crisis?…
—Ya lo creo que la había. Lo que pasaba es que no era tan
prolongada como ahora. Entonces la crisis era por temporadas. Trabajábamos
bastante en verano; pero en invierno pasábamos largas temporadas sin comer…
—¿A
qué obedece esta crisis enorme del ramo de la construcción?…
—Muy sencillo. A raíz de la guerra, todas las
industrias florecieron en España; pero especialmente esta. Mucha gente con
dinero comenzó a venirse a vivir a Madrid, y entonces se construyeron muchas
casas caras y surgieron los contratistas que, a favor del florecimiento del
negocio, montaron una gran industria sin ningún capital. Naturalmente, en
cuanto hubo muchas casas y los pisos dejaron de alquilarse bien, esta
industria, montada solo a favor de las circunstancias propicias, pero sin
ninguna base sólida, comenzó a venirse abajo.
Este paro tan enorme en la
construcción no es de ahora. El oficio comenzó a ponerse mal hace diez años. Precisamente cuando empezó a aumentar el censo del
oficio, debido a que por lo duro que es el trabajo, todo el mundo creía que
sería más fácil colocarse en él que en otro cualquiera…
—¿Posibles remedios?…
Muiño se calla y sonríe. Después dice:
—Sobre eso se podrían decir tantas
cosas…
—¿Y el Ayuntamiento no puede hacer algo por estos hombres?…
—Puede
hacerlo y lo hace. En primer lugar, el Ayuntamiento destina anualmente una
considerable cantidad que se da como subvención a las sociedades obreras que
tienen establecido el socorro de paro. Además sigue
sosteniendo los Comedores de Asistencia Social, en los que se reparten todos
los días de mil quinientas a dos mil raciones para los obreros sin trabajo y
sus familias.
Además, puede decirse que los obreros del ramo de la construcción
que hoy tienen trabajo ganan su jornal del Ayuntamiento. Ha habido muchos
empleados en la construcción de casas ultrabaratas, casas que ya están
habitadas por los mismos obreros. Estas casas son higiénicas y cómodas, y en
ellas pagan los trabajadores tres duros al mes de alquiler.
Al que está parado
se le guardan unas consideraciones que sin duda los caseros no le guardarían. Ahora se están
construyendo otras dos barriadas de casas baratas en los alrededores de la
calle de Antonio López y del paseo de las Delicias… Los obreros de la
construcción podrán vivir gracias al Ayuntamiento y al Estado, si se decide,
porque la industria está muerta…
Lo que dice el director general de Trabajo: mil
millones para aliviar el paro.
Para añadir algo a esta informaciónque pueda dar esperanza a los millares de hombres que
quieren trabajar y no tienen en qué, he ido a ver a don Daniel Riu, actual
director general de Trabajo.
—¿Qué puedo yo decir?… Ya he dado esa nota. Los
números son más elocuentes que las palabras…
—No importa: usted puede decirnos
algo. ¿Es que no hay algún remedio siquiera para los albañiles, que son los más
afectados?
—A mi juicio, sí. Aquí, en el Ministerio, hemos redactado un
proyecto de ley mediante el cual todo puede arreglarse. Se trata de cubrir un
empréstito de mil millones de pesetas, destinado a realizar un plan cuatrienal que puede resolver el problema.
—Eso es
importantísimo…
—Este proyecto lo tiene el Gobierno en su poder, y lo examinará
pronto, con objeto de presentarlo a las Cortes en su día. Con estos mil
millones, una Junta nacional se encargará de la construcción de edificios
públicos, que tanta falta hacen, no solo en Madrid, sino en toda España. Se
trata de construir escuelas, audiencias, cárceles, ayuntamientos, ministerios…;
por tanto, aunque la iniciativa haya sido de este Ministerio, les afecta a
todos, y muy particularmente al de Hacienda, que es el que en definitiva ha de
autorizarlo. En fin…, no me creo autorizado a decirle a usted más…, y hasta me parece que ya he sido indiscreto…
—Y
la oficina de paro, ¿no se iba a establecer en este Ministerio?…
—Sí; se piensa
en eso y en el seguro; pero yo creo que es más urgente lo que le he dicho
antes. La mejor manera de ayudar al parado es darle trabajo. Con el socorro se
resuelve poco. Además, es evidente que todas esas obras que antes he indicado
son de urgencia. En España hacen falta edificios públicos que estén en mejores
condiciones que los que hay por el momento. Con este proyecto no solo se
remediaría la crisis de la construcción, sino la de otros muchos oficios que de ella dependen: ramo de la madera, metalúrgicos,
transportes, etc., etc. Además, hay que tener en cuenta que como estos
edificios habrían de construirse en las provincias y en los pueblos, se podría
aliviar también el paro campesino y la crisis por la que atraviesan muchos
pueblos.
Esto me ha dicho don Daniel Riu.
Ahora es menester que el Gobierno se
ocupe en seguida de este proyecto, que las Cortes lo aprueben…, para que esos
hombres que hoy languidecen de pena y de miseria tumbados al sol en las aceras
de los barrios de Madrid vuelvan a tener trabajo y pan.
Josefina Carabias
La Voz, 10 de febrero de 1934
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