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2781. Treinta mil hombres sin trabajo


Fotografía de Luis Ramón Marín



El angustioso problema del paro obrero en Madrid

¿Se va a arreglar todo con un «plan cuatrienal», de mil millones de pesetas? 

Seis o siete hombres toman el sol tumbados en la acera de una calle de los Cuatro Caminos. Tienen barbas de muchos días, y de los labios de algunos cuelgan las colillas cochambrosas, de las que intentan inútilmente arrancar un poco de sabor a tabaco… 

—Buen día, ¿eh?… 

—Sí, no es malo. Nos aprovecharemos de esto, que no cuesta… 

—Lo malo es que tampoco alimenta… 

—Los médicos dicen que no hay nada para la salud como los baños de sol… 

—Sí; pero será después de haberse comido siquiera unas patatas… 

—¡Patatas! ¡Pues no eres tú nadie! Hoy no comen patatas más que los que andan en automóvil. En fin, paciencia… —agrega dándose media vuelta para tomar el sol en el costado derecho. 

—Paciencia la puedes tener tú, que no llevas parao más que un mes y que además no tienes hijos. Si llevaras ocho meses, como yo, y tuvieras cinco críos y la mujer, ya veríamos… 

Me he metido a conversar con este grupo de hombres. Ya sé que ellos no tienen ganas de hablar con gente extraña y que miran con rencor —¡es natural!— a toda persona que tiene pinta de haber hecho una comida caliente. A pesar de eso, algunos hasta han abandonado su postura yacente y se aprestan a contestarme. 

—¿Todos ustedes están sin trabajo? 

—Todos, y aquel grupo de más allá. Y casi todo el barrio… Ustedes no saben lo que es esto… Yo llevo ocho meses sin dar golpe… Me levanto a las seis de la mañana y me voy por ahí a recorrer las obras. A las diez ya estoy rendido y sin haber encontrado nada. 

—¿Tiene usted hijos? 

—Cuatro nada más, y todos pequeños. Ni sé cómo viven. Menos mal que la mujer, algunos días, se emplea en limpieza por las casas. Pero lo que gana hay que emplearlo en pagar el alquiler del cuartucho, porque fíjese usted lo que sería vernos en la calle con las criaturas… 

—¿Y para comer…? 

—En casa se arreglan con algún pedazo de pan que les dan. Yo me he acostumbrado ya a no comer. 

—¿Eh?… 

—Sí… Realmente, para vivir hace falta comer muy poco. Si algún día consigo una ración de los comedores del Ayuntamiento ya estoy alimentado para una semana. Después, con agua, algún cigarro que cae y una lechuga que me da la verdulera tengo bastante… Lo malo son estos días tan largos sin hacer nada… Solo pensando en la desgracia que uno tiene encima… 

—¿Y ustedes en qué trabajaban?… 

—Nosotros éramos del ramo de la construcción. Pero ya no es posible colocarse en eso. Cada día se queda un montón más de hombres sin trabajo en las obras. Créame usted: hoy es más fácil hacerse cónsul o ingeniero, pongo por ejemplo, que colocarse de albañil…

Treinta mil hombres que no tienen trabajo en Madrid

Obreros parados… Obreros parados por todas partes… En los Cuatro Caminos, en el Puente de Toledo, en el paseo de Extremadura… Algunos se han lanzado a pedir limosna por las calles. Se los ve en las bocas del Metro y en la verja del Ministerio de la Guerra… Se los ve extender la mano tímidamente, avergonzados de encontrarse en esta situación… 

Pero donde el paro es más dramático, donde adquiere proporciones gigantescas, es, sin duda alguna, en el Puente de Vallecas. La población del Puente de Vallecas creció desmesuradamente a favor del florecimiento de la industria constructora. Se multiplicaron por ciento hace algunos años sus habitantes y sus viviendas. Ha llegado el crac de la construcción, y el Puente de Vallecas se ha quedado arruinado y deshecho, con millares de familias en la más espantosa de las miserias.


* * *

Hace pocos días, el director general de Trabajo ha facilitado una nota con el número exacto de obreros sin trabajo que hay en Madrid. La Prensa ha publicado esta nota; pero no estará de más repetirla hasta que la gente acomodada se haga cargo exactamente de lo que significa este pavoroso problema. 

El censo obrero de Madrid asciende a 89.812 trabajadores, de los cuales se encuentran en paro forzoso exactamente 30.017. 

Solamente en el ramo de la construcción hay parados 18.411. 
En artes gráficas el paro afecta a 1.178 trabajadores. 
El ramo de la madera cuenta con 1.994 parados. 
En vestido y tocado hay parados 121. 
De los obreros metalúrgicos huelgan forzosamente 2.164.
En el comercio, 1.200. 
En industrias químicas, 77. 
En industrias textiles, 23. 
En los ramos de la alimentación, 1.733.
En hostelería, 630. 
En transportes, 2.445.
En Banca y seguros, 35. 
En espectáculos, 250. 
En oficios varios, 428. 

Suman entre todos, 30.017… 

Más de treinta mil pares de brazos que caen a lo largo de los cuerpos extenuados por la angustia y el hambre…


Lo que dice el concejal señor Muiño acerca del terrible paro de la construcción.

Don Manuel Muiño, antes de ser el popular concejal que todos conocemos, ha sido obrero del ramo de la construcción. Trabajaba en una de las secciones más duras del ramo. Muiño era embaldosador. 

—¿Entonces no había crisis?… 

—Ya lo creo que la había. Lo que pasaba es que no era tan prolongada como ahora. Entonces la crisis era por temporadas. Trabajábamos bastante en verano; pero en invierno pasábamos largas temporadas sin comer… 

—¿A qué obedece esta crisis enorme del ramo de la construcción?…

—Muy sencillo. A raíz de la guerra, todas las industrias florecieron en España; pero especialmente esta. Mucha gente con dinero comenzó a venirse a vivir a Madrid, y entonces se construyeron muchas casas caras y surgieron los contratistas que, a favor del florecimiento del negocio, montaron una gran industria sin ningún capital. Naturalmente, en cuanto hubo muchas casas y los pisos dejaron de alquilarse bien, esta industria, montada solo a favor de las circunstancias propicias, pero sin ninguna base sólida, comenzó a venirse abajo.

Este paro tan enorme en la construcción no es de ahora. El oficio comenzó a ponerse mal hace diez años. Precisamente cuando empezó a aumentar el censo del oficio, debido a que por lo duro que es el trabajo, todo el mundo creía que sería más fácil colocarse en él que en otro cualquiera… 

—¿Posibles remedios?… 

Muiño se calla y sonríe. Después dice: 

—Sobre eso se podrían decir tantas cosas… 

—¿Y el Ayuntamiento no puede hacer algo por estos hombres?… 

—Puede hacerlo y lo hace. En primer lugar, el Ayuntamiento destina anualmente una considerable cantidad que se da como subvención a las sociedades obreras que tienen establecido el socorro de paro. Además sigue sosteniendo los Comedores de Asistencia Social, en los que se reparten todos los días de mil quinientas a dos mil raciones para los obreros sin trabajo y sus familias.

Además, puede decirse que los obreros del ramo de la construcción que hoy tienen trabajo ganan su jornal del Ayuntamiento. Ha habido muchos empleados en la construcción de casas ultrabaratas, casas que ya están habitadas por los mismos obreros. Estas casas son higiénicas y cómodas, y en ellas pagan los trabajadores tres duros al mes de alquiler.

Al que está parado se le guardan unas consideraciones que sin duda los caseros no le guardarían. Ahora se están construyendo otras dos barriadas de casas baratas en los alrededores de la calle de Antonio López y del paseo de las Delicias… Los obreros de la construcción podrán vivir gracias al Ayuntamiento y al Estado, si se decide, porque la industria está muerta…


Lo que dice el director general de Trabajo: mil millones para aliviar el paro.

Para añadir algo a esta informaciónque pueda dar esperanza a los millares de hombres que quieren trabajar y no tienen en qué, he ido a ver a don Daniel Riu, actual director general de Trabajo. 

—¿Qué puedo yo decir?… Ya he dado esa nota. Los números son más elocuentes que las palabras… 

—No importa: usted puede decirnos algo. ¿Es que no hay algún remedio siquiera para los albañiles, que son los más afectados? 

—A mi juicio, sí. Aquí, en el Ministerio, hemos redactado un proyecto de ley mediante el cual todo puede arreglarse. Se trata de cubrir un empréstito de mil millones de pesetas, destinado a realizar un plan cuatrienal que puede resolver el problema. 

—Eso es importantísimo… 

—Este proyecto lo tiene el Gobierno en su poder, y lo examinará pronto, con objeto de presentarlo a las Cortes en su día. Con estos mil millones, una Junta nacional se encargará de la construcción de edificios públicos, que tanta falta hacen, no solo en Madrid, sino en toda España. Se trata de construir escuelas, audiencias, cárceles, ayuntamientos, ministerios…; por tanto, aunque la iniciativa haya sido de este Ministerio, les afecta a todos, y muy particularmente al de Hacienda, que es el que en definitiva ha de autorizarlo. En fin…, no me creo autorizado a decirle a usted más…, y hasta me parece que ya he sido indiscreto… 

—Y la oficina de paro, ¿no se iba a establecer en este Ministerio?… 

—Sí; se piensa en eso y en el seguro; pero yo creo que es más urgente lo que le he dicho antes. La mejor manera de ayudar al parado es darle trabajo. Con el socorro se resuelve poco. Además, es evidente que todas esas obras que antes he indicado son de urgencia. En España hacen falta edificios públicos que estén en mejores condiciones que los que hay por el momento. Con este proyecto no solo se remediaría la crisis de la construcción, sino la de otros muchos oficios que de ella dependen: ramo de la madera, metalúrgicos, transportes, etc., etc. Además, hay que tener en cuenta que como estos edificios habrían de construirse en las provincias y en los pueblos, se podría aliviar también el paro campesino y la crisis por la que atraviesan muchos pueblos.

Esto me ha dicho don Daniel Riu. 

Ahora es menester que el Gobierno se ocupe en seguida de este proyecto, que las Cortes lo aprueben…, para que esos hombres que hoy languidecen de pena y de miseria tumbados al sol en las aceras de los barrios de Madrid vuelvan a tener trabajo y pan.


Josefina Carabias
La Voz, 10 de febrero de 1934










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