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2859. Elecciones para las Cortes Constituyentes de 1931

La fachada de la Dirección General de Seguridad en laPuerta del Sol de Madrid, cubierta de carteles de propaganda política durante 
la campaña electoral a Cortes Constituyentes. Madrid, junio de 1931. EFE

Pórtico electoral de la República

El hecho diferencial de las elecciones de anteayer fue su pulso tranquilo. Amaneció en la calle de Alcalá, bajo las frescas guirnaldas de las mangas de riego, un día caliente y mecido en aires tempestuosos. Los unos y los otros la dejaron desde media noche sucia, con un carnaval de papeles. A las seis inicióse el combate. Por el Prado surgieron dos camionetas de comunistas. Cantaban torpemente; pero cantaban «Los sirgadores del Volga». Don Marcelino Domingo les agradecerá sin duda su hermosa diana. Ellos, sin demasiada vehemencia, distribuían sobre las soledades de asfalto paquetes y paquetes de literatura electoral. Y fue ésta, a lo largo de la jornada, la única vibración «de otros tiempos» que puso en las calles un poquito de espectáculo.

No se olvide en el índice a los jóvenes y a los «viejos» de la Acción Nacional. Con los comunistas rivalizaron en entusiasmos para imponer su propaganda; pero ni los unos ni los otros intentaron corromper la paz idílica del primer domingo electoral de la República. ¡El viejo marqués de Lema junto en línea de ataque con los mozos ardientes que sueñan con Moscú! Pero mientras los «stalinistas» empujaban a las urnas grupos de casi adolescentes, los emisarios de la Acción Nacional, en un trasunto de los postulados de San Juan de Dios, traían y llevaban generosamente en automóviles a todos los impedidos de Madrid.

La conjunción republicanosocialista concurrió al combate serenamente. Y a las doce de la mañana puede decirse que el triunfo estaba resuelto. Madrid votaba, con un sentido de previsión inteligente, a los representantes del actual Gobierno. Así como en las elecciones del 12 de abril el héroe en las calles fue Alcalá Zamora, en éstas Lerroux arrastró en su breve paso por algunos distritos la simpatía de la multitud.

No hay en el «carnet» del reportero ni una nota que destaque del tono dichosamente gris de estas elecciones. Pero nunca como ahora fue más expresiva la actitud de un pueblo. Madrid vota tranquilamente -mejor dicho, serenamente- porque la República se consolide sin peligrosos funambulismos. Y es la conjunción quien le ofrecía tales garantías. Y a ella ha votado.

Después de esto, ¿para qué forzar dotes de observación en difíciles pintoresquismos? Tranquilidad, serenidad y sensatez. He aquí lo que dió de sí el pórtico electoral de la República.

Añadamos complementariamente: la Guardia civil paseó las calles con propósitos paternales..., y desde hoy, los acreditados «muñidores» electorales tendrán que vivir de los bonos de «sin trabajo». En Madrid, resumimos, hubo una elección toda pureza, y naturalmente, toda tranquila. Las viejas picardías del tingladillo electoral parecen idas para siempre.


F. L.

El Sol, 30 de junio de 1931









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