¡Qué
norma inolvidable sube de nuestro pueblo
como
un vapor de tierra mojada en la tormenta!
ESPAÑA:
son seis letras furiosas que penetran
en
todos los rincones del mundo nuevamente.
Así,
como esos días de sombra y de nublado
cargados
de siniestros propósitos hostiles,
así
pero más honda, más negra y más caliente
tu
vida palpitaba con sangre de amenaza.
Amarga
era tu historia y amarga tu mirada.
Tocarte
era sentirse llagado eternamente
y
andar por tus caminos era un dolor sin tregua
que
hiere y que se clava pero que purifica.
La
muerte sucedía cabal y dignamente
en
una paz espesa de mínimos rencores.
Los
hombres trabajaban con sólo indiferencia
y
España era el enorme solar de la miseria.
Los
campos florecían.
Las
fábricas marchaban pero indolentemente.
Los
hombres y mujeres cansados esperaban
no
sé qué aniversario de fiesta sin sentido.
Todo
era bronco y bajo como un delirio triste,
como
unos ojos turbios por el rencor y el odio.
La
paz se respiraba ya sólo por costumbre
y
era una flor inútil que nadie ambicionaba.
El
hombre sólo aprende después de haber sufrido.
Los
pueblos sólo alcanzan su libertad gloriosa,
la
diáfana limpieza de su podrido ambiente,
después
de inenarrable desgarrón de victoria.
Y
un día, el dieciocho de julio se produjo
la
memorable lluvia de sangre permanente:
los
artesanos libres de España
pronunciaron
palabras decisivas de sueño peligroso.
Llegado
aquel momento el odio fué batalla
y
el rencoroso estilo tan sordo de la sangre
se
trocó en borbotones calientes de peligro,
de
furia justiciera como un galope altivo.
Los
bueyes esperaron en vano en sus establos
la
pálida llamada de atónitos gañanes.
El
gremio de artes blancas no fué a amasar la harina
y
aquella madrugada los hornos no cocieron
los
símbolos morenos del hambre cada día.
No
resucitas, no, que recién naces
parida
por el pueblo nuevamente.
¡Oh
dulce, acongojada España inolvidable!
¡Oh
malvendida España, oh pueblo traicionado!
Hoy
la muerte recorre tus calles silenciosas,
tus
más mínimas plazas de pueblos olvidados
y a
todos nos convoca con dignidad y sollozos
a
cónclave de angustia.
Pero
tú permaneces.
En
ti nace una historia de fuego indivisible,
de
pueblos que han sellado su pacto con la sangre
de
campesinos libres, de obreros y artesanos.
Así
quiero decirlo, quiero ejercer mi voz
uniendo
a tu grandeza mi alabanza:
porque
en tu amor coincide la sed agotadora
del
pueblo en proporciones gemelas a su origen
y
esta sed intrincada que solamente quema
la
sola intimidad de mi esperanza sola.
Y
al fin cuando a los campos retornen por parejas
los
bueyes al trabajo. Cuando se haya cumplido
la
dolorosa etapa tanto tiempo esperada
y
en el aire palpiten los últimos sollozos
dulces
y temblorosos como gotas de lluvia
que
prenden en las ramas su cándido mensaje
de
blanda luz más clara pasada la tormenta,
yo
alzaré nuevamente mi voz más encendida
para
ensalzar el nombre de pueblo que mereces,
tu
paz que adolescente tan tierna te sonríe.
Y a
lo lejos certeros, hermanos, te saludan,
agitan
y tremolan por ti sus pabellones
otros
pueblos vecinos en libertad gozosa:
México
memorable y la Unión de Países
Soviéticos
te aclaman.
Arturo Serrano Plaja
Hora
de España VI
Valencia,
Junio 1937
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