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2871. Mitin apoyo a la República española de 26 de julio de 1936

Discurso de Gordón Ordaz, Embajador de España, en el mítin de apoyo a la República española, en el Teatro Principal de la ciudad de México el 26 de julio de 1936.


En nombre del Gobierno del Frente Popular que represento en México, no como diplomático, sino como político, os doy las gracias a los dirigentes y masas que integráis la Confederación de Trabajadores de México, por este acto magnífico de verdadera solidaridad entre pueblos que sufren.

No son, ciertamente, las galas postizas de la vieja diplomacia las que unen a los pueblos, porque no viven en contacto con ellos (Aplausos); es esta diplomacia nueva, con sangre y con nervio, que sabe sufrir como el pueblo, y que entre el pueblo encuentra su única y legítima aspiración. (Aplausos).

Yo soy uno de los republicanos ingenuos a que aquí se ha aludido con insistencia; educado, como todos los republicanos españoles de izquierda, en la doctrina de amor y de tolerancia, creíamos que los hombres que habían gozado de todos los privilegios en nuestro país, se habrían dado cuenta, ante el espectáculo maravilloso del doce y del catorce de abril, de que la hora de que fueran cediendo voluntariamente algo de sus privilegios inauditos en favor de los eternamente explotados y que habían sabido aguantar siempre con paciencia inigualada en el resto del mundo, y por eso quisimos ser tolerantes y humanos. Buscamos que no hubiera profusión de sangre, porque creíamos que a todos los hombres se les puede convencer para llegar a los extremos de verdadera fraternidad humana. y de ahí que durante el primer bienio en que gobernamos juntos socialistas y republicanos pretendimos realizar por medio de la Ley la revolución pacífica. Ya fue un aldabonazo para la triste perspectiva, aquella insurrección del diez de agosto de 1932, en la que, recordando viejas militaradas del siglo XIX, un General a quien la República había colmado de honores se levantó traidoramente y sin ningún pretexto contra ella... (se escuchan mueras a Sanjurjo). Dejadlo en paz, porque su propio destino le ha hecho aplicar la sentencia que el Gobierno español generosamente no quiso aplicarle. (Aplausos).

Y a pesar de lo que aquello significaba nuestra generosidad inagotable, la generosidad de todo el pueblo español, hizo que se indultara a todos los que habían ocasionado aquella perturbación. No han sabido agradecerlo. Nosotros luchando dentro de la Ley, acudimos, contra las bárbaras corrupciones del bienio derechista, en propaganda por todos los pueblos de la Península, tratando de elevar el espíritu y atrayendo las voluntades y fuimos a una nueva lucha electoral que presidió un enemigo nuestro con el designio de arrebatarnos el triunfo, pero el resultado fue tan arrollador que no hubo posibilidad alguna de deshacer nuestro éxito. Estábamos en el Poder con plenitud de derechos, por delegación plena de toda la democracia, en ejercicio del sufragio electoral más puro, puesto que ninguno de nosotros intervino para nada en él, y contra todos nosotros se emplearon las viejas artimañas caciquiles.

Y he ahí que cuando comenzaba el Gobierno del Frente Popular a realizar en España nuevamente una labor pacífica, pero ya no teórica sino real, efectiva, en los destinos mismos de los dos grandes enemigos que España tuvo siempre: la iglesia y el gran terrateniente (Aplausos); cuando se iba a la substitución efectiva de la enseñanza embrutecedora que las órdenes religiosas realizan en nuestra patria; cuando ya entraba de verdad la Ley Agraria en el campo, y en tres meses se asentaban cerca de ciento cincuenta mil familias proletarias para vivir del sudor de su trabajo, sin explotadores intermedios; cuando se hacía esta obra sin perjudicar a nadie, sin hacer daño a nadie, entonces se estaba incubando, como yo demostraré aquí, por medio de una serie de artículos que habré de publicar, por los jefes de la oposición parlamentaria, esta rebelión militar, ya que los militares de alta categoría en España siempre tuvieron, salvo escasísimas excepciones, el raro y triste privilegio de ser los lacayos de la aristocracia y del clero. (Aplausos).

Y así se planteó la lucha, inopinadamente; no hay peleando al lado de estos generales, jefes y oficiales insurrectos, ni un solo elemento de la población civil, más que aquellos desdichados y montaraces residuos de las guerras carlistas que, por vivir metidos dentro de las abruptas montañas de Navarra, todavía no se han enterado de lo que es el mundo. (Aplausos).

Ved, amigos proletarios de México, ved, qué virtudes tan extraordinarias encierra el bueno, el verdadero pueblo español: con todo el ejército en frente, los soldados, los pobres soldaditos ateridos por la brutalidad de los jefes que los encañonan para llevarlos a la batalla, se resisten sin embargo, como lo demuestra el espectáculo admirable del rendimiento del cuartel de La Montaña, donde los soldados, cuando supieron que estaban sitiando el cuartel proletarios amigos, se fueron por encima de sus jefes a unirse a los obreros y republicanos. (Aplausos).

Y ved, como frente a todo el ejército que tenía en su poder los parques militares más surtidos, se levanta sin embargo la voz del Gobierno, y a su alrededor la de todos los líderes obreros. Creyeron los miserables autores de esta rebelión que porque había discusiones internas en el Partido Socialista, el proletariado estaba muerto; no sabían que lo objetivo se deja siempre cuando peligra lo substantivo. (Aplausos). Estaban mal enseñados. Cuando el general Primo de Rivera estornudó un día en Barcelona, aquel pobre diablo que dirigía los destinos de España, el Marqués de Alhucema, echó a correr espantado y dejó el Poder, y creyeron que todos los hombres que vestimos traje civil somos como aquel pobre títere.

Pero ahora no: ahora se encuentran con un Gobierno popular, con un Gobierno que tiene el designio de transformar honda y radicalmente a España, y aunque no tenía ejército de qué echar mano, y aunque estaba circundado todo Madrid de cuarteles llenos de hombres dispuestos a salir contra la República en el momento que les tocara el turno, supo organizar la resistencia, y la población entera, con un espectáculo que pocos ejemplos parejos tendrá en la Historia, dijo en el momento que era preciso: ¡Presente y a la lucha! (Aplausos).

Las modistillas madrileñas, sobre las cuales tantas estupideces han escrito los poetas cursis, que creyeron que eran juguetes de placer o de ilusión, dejaron el arma tan inofensiva que es la aguja, para empuñar el fusil que jamás habían visto cerca de ellas y, confundidas con los hombres, han luchado en el asalto de los cuarteles, y en el propio momento en que se decide el drama del Guadarrama, la batalla más importante que ha de darse en esta revuelta, son también estas mujeres hermosas y delicadas, acostumbradas a la vida de la ciudad, quienes trepan junto a los hombres por los riscos montañosos, sin que les pese para nada el fusil que llevan en la mano para defender la libertad de España. (Aplausos).

Por eso, los que tenemos la inmensa desgracia de estar en estos momentos tan lejos del sitio donde nuestro brazo y nuestra sangre hacen falta, tenemos que agradecer con el alma que el espíritu popular mexicano haya vibrado con el mismo dolor conque vibramos nosotros, y yo transmitiré, en un mensaje cálido de vuestra simpatía, una inyección de entusiasmo a quienes luchan sabiendo que al defender la República en España, están defendiendo el imperio de la verdadera democracia en el mundo. (Aplausos).

No lo dudéis un momento, proletarios mexicanos y españoles que me escucháis: el triunfo será rotundamente nuestro (Aplausos), porque en España el triunfo en todos los momentos decisivos de su historia no fue nunca de los ejércitos, sino de los pueblos (Aplausos), de este magnífico y ejemplar pueblo español que está hoy levantado con ardor verdaderamente maravilloso, con el ardor de quienes han proclamado que no quieren la guerra como instrumento político, pero precisamente porque no la quieren no toleran que nadie se las haga! (Aplausos).

¡Ya pasó para siempre la ingenuidad republicana en España! Os lo dice un hombre que viene luchando desde su infancia en las filas de la República; un hombre que tiene el pensamiento tan lejos como puede tenerlo el que más en cuanto a los postulados de justicia social, que creyó que se podría llegar a ella lentamente, despacio, pero dentro de las normas legales y sin efusión de sangre. No soy yo, son ellos quienes me han convencido de que eso es imposible. (Aplausos).

Estad seguros de que en estos momentos dramáticos, la misma evolución que dentro de mi espíritu se ha operado, se operó ya en el espíritu de todos los republicanos dirigentes de las masas españolas, de todos. ¡Ellos lo han querido! Nosotros fuimos con ansias de paz; ellos vienen con clarines de guerra, y puesto que guerra quieren, guerra tendrán. (Aplausos).

Como para asustamos, a los que somos republicanos, se nos dice por las gentes de alma arrugada y encanecida, que con haber armado a los obreros el Gobierno republicano va a correr un peligro, y yo pregunto: ¿cuál? ¿el establecimiento del comunismo en España? ¡Antes que cualquier militarismo, los republicanos queremos el Comunismo en España! (Aplausos).

Hemos estado siempre los republicanos, desde que se instauró la República, siendo los únicos verdaderamente conservadores que había en el país; toda nuestra atención se fijó en ir atrayendo a la masa obrera hacia la lucha legal dentro la República; los esfuerzos realizados por nosotros fueron inauditos, y tuvieron éxito. Pero mientras nosotros, ejerciendo de conservadores, realizábamos esta labor, los que en España se llaman conservadores emprendían la bárbara labor demagógica de injuriar a los socialistas, a los comunistas, a los sindicalistas, y a nosotros los republicanos. No comprendían que lo que hacíamos era atraer a la lucha legal, dentro de la República, a los obreros. Decían que éramos nosotros los que íbamos a la lucha de violencia. No bastó ni siquiera nuestra abstención durante la Revolución de Asturias; no bastó toda nuestra propaganda, toda nuestra actitud; ellos siempre decían: “Los republicanos no están más que al servicio de Moscú por intermedio de los socialistas”.

Llegado el triunfo del Frente Popular en España antes que en ninguna otra parte del mundo, hecho que no nos pueden perdonar los conservadores. Los socialistas y los comunistas, en representación de todo el proletariado español, subscribieron un pacto de gobierno con nosotros, en el que no hay ni un solo postulado socialista, ni un solo postulado de lucha de clases. Lo subscribieron con la ingenuidad que, por ejemplo, existiendo en el programa del Partido UNIÓN REPUBLICANA, a que yo pertenezco, el postulado de la nacionalización de la Tierra, bastó que otro Partido Republicano no quisiera subscribirlo, para que los socialistas y los comunistas aceptaran que no se subscribiere dicho postulado. Hasta ese extremo se fue transigente.

Y cuando se hacen estas cosas, cuando se agotan todas las medidas para realizar una labor constructiva dentro de la República; cuando siendo -os los dice un republicano- mayoría sobre nosotros las fuerzas obreras, éstos, sin embargo, prestan su generoso y decidido apoyo al Gobierno, sin participar en él. Cuando se agotan los esfuerzos mayores para establecer la paz entre los españoles, y esa paz se perturba un día y otro con provocaciones individuales, con provocaciones colectivas, asesinando incluso a los oficiales del Ejército que se consideraba que eran republicanos; cuando se intenta matar dentro de su casa a Largo Caballero y los asesinos frustrados no son sancionados en ninguna forma; cuando se intenta matar a uno de los hombres más eminentes de España, afiliado al Partido Socialista, el penalista insigne, señor Jiménez de Asúa, y a los asesinos no se les hace nada; cuando hay una justicia corrompida al servicio de estos intereses muertos; cuando hay un Ejército que no quiere defender otra cosa más que eso, ¿qué íbamos a hacer los republicanos? ¡Que venga lo que tenga que venir, que nosotros lo recibiremos como se merezca! (Aplausos).

¡Nada nos asusta a los republicanos españoles que esté en la distancia, delante de nosotros, de nuestros ojos! Para atrás no tenemos nada que ver; lo de atrás es camino recorrido; nos falta por recorrer un camino inmenso para llegar al ideal; quisimos ir andando lentamente; ellos nos impulsan a ir en aeroplano. Lo tomaremos. (Aplausos).

Y ahora, nada más sino celebrar con toda sinceridad que el primer acto público, después de la operación que hube de sufrir en esta maravillosa ciudad, lo haya realizado entre obreros, que son mis hermanos. (Aplausos). Yo he proclamado en todas partes que tengo un blasón de nobleza que no cambio por ninguno de los que ostentan con tanto orgullo los aristócratas españoles: yo soy hijo de un albañil y de una criada de servicio, (Aplausos), y cuando por el sacrificio enorme de mis padres que quizás les costó vigilias muy dolorosas, yo pude estudiar y me elevé con mi propio y exclusivo esfuerzo, pues yo no debo nada más que a mis padres, no soy como tantos tránsfugas que cuando se elevan por el pueblo que les sirve de pedestal, no hacen otra cosa sino dar al pedestal un puntapié y olvidarse de donde procedieron. (Aplausos). Yo no: yo proclamo con el mayor orgullo: Elevé mi inteligencia con el trabajo, saliendo de las filas anónimas del proletariado, y empleo mi inteligencia siempre que puedo, en todas las ocasiones, en poner lo que yo pude aprender a fuerza de trabajo y de estudio, a la disposición de los que necesitan de mí. (Aplausos).

Por eso siento esta íntima satisfacción, y también yo os digo como vuestro líder Lombarda Toledano, que no será esta la última vez que yo hable con vosotros; ahora he venido a agradeceros con toda emoción, con toda cordialidad, en nombre de mis hermanos y hermanos vuestros también, que en España luchan por defender la libertad y el porvenir de la República, que otro día, otros días, hablaré con vosotros de gran cantidad de problemas que hay en España, y cada uno de vosotros estará pensando que este hombre ha recorrido México y está hablando de los problemas de México, porque hasta este punto es similar vuestra situación a la nuestra.

Amigos proletarios de México: muchas gracias en nombre del Gobierno de la República, muchas gracias, y sabed que allá, todos los que sienten el ideal republicano, vibran con la misma emoción y tienen los mismos propósitos que acabo yo de manifestar ante vosotros para el día en que, vencida la rebelión militar, después de los castigos inexorables -ahora no habrá piedad-, juntos todos iremos a constituir la Patria nueva, que sea espejo en que se miren tantas Patrias oprimidas como hay en el mundo. (Aplausos).













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