Lo Último

2952. Las ideas ortográficas de Juan Ramón Jiménez




Se me pide que escriba algo en “Universidad” sobre mis ideas ortográficas; o mejor dicho, se me pide que esplique por qué escribo yo con jota las palabras en ge, gi; por qué suprimo las b, las p, etc., en palabras como oscuro, setiembre, etc., por qué uso s en vez de x en palabras como escelentísimo, etc.

Primero, por amor a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil. Luego, porque creo que se debe escribir como se habla, en ningún caso como se escribe. Después, por antipatía a lo pedante. ¿Qué necesidad hay de poner una diéresis en la u para escribir vergüenza? Nadie dice excelentísimo, ni séptima, ni transatlántico, ni obstáculo, etc. Antiguamente la esclamación “Oh” se escribía sin “h”, como la escribo hoy, y “hombre” también. ¿Ya para qué necesita hombre una ”; ni otra hembra? ¿Le añade algo esa h a la mujer o al hombre? Además, en Andalucía la jota se refuerza mucho y yo soy andaluz .

Pero aparte de estas sensateces, cuando yo era niño, en los fines del siglo XIX, un grupo de escritores distinguidos promovieron esta costumbre de simplificación ortográfica. El diccionario que yo usé siempre y sigo usando es el Diccionario enciclopédico de la lengua española, con todas las voces, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas españolas, en el lenguaje común antiguo y moderno; las de ciencias, artes y oficios; las notables de historia, biografía y todas las particulares de las provincias españolas y americanas, por una sociedad de personas especiales en las letras, las ciencias y las artes, los señores don Augusto Ulloa, Félix Guerrero Vidal, Fernando Fragoso, Francisco Medinabeitia, Isidoro Fernández Monje, José Plácido Sansón, José Torres Mena, Juan Creus, Juan Diego Pérez, Luis de Arévalo, Ventura Ruiz-Aguilera, y revisado por don Domingo Fontán, ex-director del Observatorio Astronónico de Madrid, catedrático de matemáticas sublimes y autor de la carta de Galicia; don Facundo Goñi, catedrático de Filosofía y Derecho Internacional del Ateneo científico y literario de Madrid; don Joaquín Avendaño, inspector jeneral de las Escuelas del Reino; don José Amador de los Ríos, individuo de la Academia de la Historia y catedrático de Literatura de la Universidad de Madrid, don Juan Bautista Alonso, antiguo abogado del colejio de Madrid; don Patricio Filgueira, injeniero de minas; don Pedro Mata, catedrático de la Facultad de Medicina de Madrid; don Rafael Martínez, doctor en Medicina y rejente en Botánica; don Tomás García Luna, catedrático del Ateneo. Y ordenado por don Nemesio Fernández Cuesta. En él están escritas, como yo las escribo, todas las palabras que yo escribo como en él están escritas. Este diccionario era de uno de mis abuelos, y en él encuentro siempre todo lo que no encuentro en ningún otro diccionario enciclopédico, Siempre ha viajado conmigo y lo uso como libro de cabecera. 

Yo leí a “Fígaro” por primera vez en una preciosa edición que aún poseo, impresa en París con esta misma ortografía que yo uso. Un tío mío, hombre de gran cultura y viajero incansable, y quien me legó una parte de su hermosa biblioteca, escribía así y me pidió que yo lo hiciera; y, como me gustaba, lo hice. De modo que, como me acostumbré a escribir así desde niño, me pareció absurdo escribir de otra manera. Mi jota es más higiénica que a blanducha g, y yo me llano Juan Jiménez, y Jiménez viene de “Eximenes”, donde la x se ha transformado en jota para mayor abundamiento. En fin, escribo así porque yo soy muy testarudo, porque me divierte ir contra la Academia y para que los críticos se molesten conmigo. Espero, pues, que mis inquisidores habrán quedado convencidos, después de leerme, con mi esplicación y, además, de que para mí el capricho es lo más importante de nuestra vida.


Juan Ramón Jiménez
Mis ideas ortográficas, Universidad, Puerto Rico, 1953






No hay comentarios:

Publicar un comentario