De izquieda a derecha: José Ibáñez, Severino Campos, Ricardo Sanz, Aurelio Fernández, Joan García Oliver, Gregorio Jover,
Miguel García Vivancos y Agustín Souchy - Desfile en Barcelona, agosto de 193
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En el transcurso de las páginas
de este libro, se puede apreciar fácilmente, que al rozar las cuestiones
internacionales, no hemos hecho apenas alusión a las naciones
intervencionistas que lo hacían al lado de Franco. Ahora vamos a hablar de
ellas.
Tanto Italia como Alemania, no
se ha recatado de decir, públicamente, que intervenían es España, con todas sus
consecuencias y que ayudaban a Franco, porque eran partidarias del régimen que
éste pretendía establecer. Por ellos, Alemania e Italia, en su condición de
países totalitarios, declaraban ser enemigos de la República Española y de la
libertad.
Ayudaban a sus amigos de
España, porque de implantarse el régimen por ellos preconizado, se situará
frente al mundo entero, que no se quería someter a su política, en una
situación tan favorable, que les permitirá ganar muchas batalla, tanto en el
terreno político y diplomático como en una guerra, si ésta estallaba.
Por consiguiente, Mussolini
desde sus periódicos y desde la tribuna, lo manifiesta sin recato.
El general Von Reichenau,
hombre de gran prestigio militar en Alemania, también se expresó
categóricamente en una conferencia, en la cual expuso los motivos y
consideraciones del porqué Alemania intervenía en la guerra española. Dijo que
la intervención alemana, se realizaba para que este país pudiera probar los
nuevos modelos de toda clase de armas y métodos de guerra y así comprobar
cuales eran los más apropiados, para dar el triunfo a su país, en el caso de
una conflagración europea y, a la par, por que el triunfo de los fascistas en
España, permitirá a Alemania ocupar posiciones favorables en la Península
Ibérica, desde las que más tarde, poder enfrentarse con sus adversarios
políticos, que no son otros que los países democráticos, para así combatirlos y
vencerlos más fácilmente.
La intervención de la U.R.S.S. en la guerra española era una cosa sabida por todos y solo faltaba que una
persona, más o menos enterada de este asunto, la expusieron públicamente, tal
como hago yo en esta ocasión.
Debe tenerse en cuenta que las
censuras que expongo, duras si se quiere, contra el Gobierno de la U.R.S.S.
y sobre todo, contra el partido Comunista, no las hago porque quiera sentar mi
disconformidad con la intervención del Gobierno de los Soviets, sino que, por el
contrario, mis censuras son las leales, hechas tal como se deben hacer cuando
se censura a un amigo que se quiere y que, si procede mal, hay que
remarcárselo, para que en lo sucesivo, no incurra en la misma falta.
La Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, coloca en el plano que estaba ante el problema de la
guerra en España, tenían que intervenir con todas consecuencias a favor de la
República Española, de la misma forma que intervenían los otros países
totalitarios, a favor del fascismo.
Si lo hubiera hecho así y
además, hubiera demostrado un desinterés en su apoyo, es indudable que todo el
pueblo español, si distinción de matices, hubiera inclinado toda su voluntad, a
favor de la U.R.S.S. y seguramente esta, hubiera ganado mucho más si hubiera
expuesto mucho a perder, que no pretendiendo ganar mucho exponiendo poco.
El pueblo español, que ha
sabido ser por tradición histórica, hidalgo con sus amigos, aún a pesar que no
abraza las mismas ideas y pensamientos que Rusia, seguramente hubiera sido condescendiente,
con este modo de convivencia social y si bien, al triunfo de los republicanos
españoles, no se hubiera establecido en España el régimen comunista, con todas
sus consecuencias, no es menos cierto que en consideración a la ayuda, al apoyo
que nos hubiera podido prestar Rusia, inclinando la balanza a favor de los
republicanos, España toda hubiera transigido en aceptar un régimen en armonía
con el de ese país, aunque desde luego sin aceptarlo, bajo ningún concepto, ya
que España es un país liberal, enemigo de toda dictadura, esta parte negativa
que tiene, a nuestro entendedor, el Gobierno de los Soviets y que se llama
Dictadura del Proletariado.
Sobre las democracias, tenemos
que decir que se han comportado, frente al problema español, en forma poco
adecuada. El fascismo, que contaba con grandes medios, que lo que tenía todo
previsto y organizado, antes de la sublevación militar en España, se había
cuidado de tener en todos los países, una tupida red de agentes de propaganda,
que desde el principio, procuraron por todos los medios, presentar al pueblo
español, en armas contra los sublevados, como un pueblo de cafres, de bandidos,
como unos hombres que todo lo arrastraban, que todo lo quemaban, que lo
destruían todo, por el solo placer de destruir y destrozar, como destruyen los
perversos.
Estos agentes de propaganda,
trabajaron lo increible. En todas partes, hicieron creer que, donde habían
dominado los republicanos, reinaba el caos. Así es como, desde el principio, la
causa republicana, encuentra en los países demócratas —los demás no nos interesan— una hostilidad incomprensible.
Incomprensible desde todo punto
de vista. Ya que esos países tenían la obligación de conocer la verdad. En el
sector dominado por los republicanos, ocurría una cosa natural. A un pueblo
desatado, en plena revolución, provocada precisamente por las castas
privilegiadas, difícilmente se le puede controlar en sus mínimos detalles.
Recuérdese la historia de todas las Revoluciones, sucedidas en el mundo entero.
Admitamos que quizás, se
cometieron muchas injusticias, incluso barbaridades si se quiere. ¿Pero esos
países, que las juzgaban tan severamente, no tenían la obligación de saber
también, lo que ocurría en la España invadida? Si hiciéramos ahora un balance
de lo sucedido en ambas partes, veríamos la diferencia existente. En la España
"nacionalista", se cometieron muchos más crímenes, muchas más
salvajadas y barbaridades que las que se pudieron cometer en la parte donde
había triunfado la razón y la justicia.
Lástima que no podamos explicar
aquí en detalle, una serie de hechos que horrorizarían de verdad a las
conciencias más templadas. Nosotros sabemos que al principio, cuando un soldado
desertaba de las filas fascistas y se pasaba a las nuestras —cada día había
centenares de casos— los amigos de Franco, los falangistas, los
"depuradores", cogían a los familiares más queridos del evadido,
padres, hijos, hermanos o esposa y sin previo juicio los pasaban por las armas.
Sabemos también lo que les
sucedía a los familiares de los hombres que se habían destacado en defensa de
la República y de la libertad, que se encontraron, por diferentes
circunstancias, en la zona dominada por Franco. Eran fusilados. Se les sacaba
de su hogar por las noches y no volvían nunca más a él.
En caso del general Batet y de
otros muchos militares y paisanos, se repitió centenares de veces en la España
fascista. Pero se ve que esto, no quería decir nada. Los criminales, eramos
nosotros. La actuación de los fascistas, no decían nada a las naciones
democráticas.
Solo veían estas el
"peligro comunista", que se cernía como una plaga fatal sobre ellos.
Ante esto, cerraban los ojos a las demás verdades, a los demás hechos, a la
evidencia clara.
Hubo más. Se inventó la
"No Intervención" que colocó a la España republicana en un plano de
inferioridad. Ha sido esta la comedia que se ha representado en el área
internacional más vergonzosa, más sangrante y más trágica contra un pueblo que
se defendía, que luchaba, pasando hambre y privaciones, perdiendo en la lucha a
sus mejores hijos.
Se hablaba de la "No Intervención"
en el Famoso Comité de Londres. Mientras esto ocurría, los mismos que lo
formaban, conocían que aquello era una comedia trágica. Se reunía el Comité de
la "no Intervención". Se hablaba por todas partes de no intervención.
Y mientras esto ocurría, barcos mercantes que enarbolaban el pabellón inglés o
el francés, eran capturados, hechados a pique, por la aviación
"legionaria" o por la marina rebelde. Nadie se atrevió a poner a raya
al Dictador Franco, que hacía todo esto, no por iniciativa propia, sino por
indicaciones expresas de sus amos, Hitler y Mussolini.
Funciona la "No
Intervención". Y se da el caso que, por haberse dicho que la aviación
republicana, al bombardear una población fascista, alcanzó a un barco de guerra
alemana, anclado en el puerto de Ibiza, la Escuadra Alemana, agredida de una
forma ignominiosa, a la población de Alemania y se vanagloriara públicamente,
de haberlo hecho.
Nadie se ruborizó. Nadie salió
en defensa de la España republicana, continuándose la comedia de la no intervención,
que no engañaba ni a sus autores.
La España republicana, contaba
con medios suficientes para poder adquirir, en el mercado internacional, los
materiales que precisaba para su defensa, pero se le negó, incluso, este
legítimo derecho. Se hizo más. Se bloquearon los créditos, los fondos y hasta
el oro depositado en los Bancos ingleses y franceses fondos cuya propiedad
legítima, era indiscutible de la República Española. se hace, de esta forma, lo
imposible para evitar que pudieramos defendernos.
España, la España Republicana,
quiso ser amiga sincera de las democracias. Tendió su mano amiga, en todas las
ocasiones. Y estas no correspondieron de igual manera, no trataron a la España
leal nunca con el cariño que merecía por la agresión criminal de sus enemigos
poderosos.
No se nos tuvo la menor
consideración. Se violó impunemente el derecho internacional, que
desgraciadamente, desde hace mucho tiempo, no tiene ningún valor, ni merece el
respeto de nadie.
Si era necesario dar solución a
algún asunto que pudiera beneficiar a la República Española, tanto en la
Sociedad de las Naciones como en los Gobiernos de los países demócratas, se
precede con dilaciones.
No se resuelve rápidamente,
nada de lo que puede interesar a los republicanos españoles.
Nuestra actitud, de verdadera
amistad con los Gobiernos democráticos, se interpretaba por estos, más que como
un signos de buena fe, comprensión e incluso de hermandad de ideales, como
debilidad, impotencia.
No se tuvo la más pequeña
consideración con los defensores y amigos de la democracia, que eran en verdad,
y aún lo son, los republicanos españoles. Se procedió en todas las ocasiones
con nosotros, en forma tardía cuando no era negativa.
Por el contrario, Franco, que
detrás de él tenía el imperio de la fuerza, apoyándolo incondicionalmente, no
daba explicaciones. Procedía y después de proceder, las democracias no se
atrevían a enfrentarse con el cabecilla rebelde, porque sabían lo que ello
representaba. Se ha tolerado el máximo. Que las armas de la invasión, llegarán
al territorio francés y este fuera bárbaramente bombardeado por la aviación
"legionaria". Francia, no supo hacer en ese momento, valer su derecho
de país neutral. Y nada ocurrió. Simples y puras protestas diplomáticas, que no
conducían a nada.
El miedo a la guerra. Ese
terrible miedo, movió la conducta de las democracias. Ese miedo a la guerra,
precedido de la brutalidad de los que recurren a ella como única solución de
los problemas, ha sido el que ha mantenido a esas naciones, a distancia del
derecho y de la razón.
Es más. Los Gobiernos
democráticos, han permitido que las Bancas internacionales, apoyaran
financieramente al "Caudillo" para que este pudiera continuar
haciendo la guerra en España, para que seguramente, después de su triunfo en el
país, continúe haciéndola contra esos países mismos, ayudando a Alemania e
Italia.
Cuando vemos que esto sucede
esto, cabe pensar que no existen posibilidades de retrotraer al mundo a un
camino seguro y que termine con las brutalidades de los países totalitarios.
Por lo visto, se pretendía que
España se convirtiera, desde el momento de la sublevación fascista, en una
nación sumisa y obediente, que llegara al fin desgraciadamente catastrófico de
Checoslovaquia, que al verse desamparada y sin el apoyo prometido de antemano
se vió descuartizada primero y asfixiada después siéndole negado el derecho a
su propia y natural defensa. Quizás se quería que España, fuera una especie de
Abisinia que debía inclinarse ante la invasión romana.
Pero nosotros, no somos
iguales. Los españoles, tenemos un temperamento racial muy distinto al de
ciertos países y quisimos demostrar, y lo hemos demostrado con creces al mundo
entero, que no estábamos dispuestos a perecer porque así se le antojara a
algunas naciones totalitarias, que tienen como única razón la del imperio de la
fuerza. Por eso luchamos, abandonados quizás por todos, pero luchamos con la
entereza que luchan los hombres, que se sienten libres y no quieren ser exclavos.
Quisimos, en estos dos años
últimos, acercarnos lo más posible en el terreno diplomático, a las democracias
y tampoco estas, supieron comprender la verdad de los sentimientos que nos
animaban. Creían que nuestro proceder era fingido y tras de nosotros, siempre
pensaban encontrar ese fantasma, al que tanto temen: el Comunismo.
Por esto, siempre vencía el
mismo. El Capital. La Alta Banca. El Capitalismo, no tiene entrañas: pretende
convencer a los Gobiernos democráticos, para que continúen situados en esa
situación ambigua, indecisa, frente a los países totalitarios. No quieren que
se proceda enérgicamente, porque ello puede representar la guerra. Esa guerra
terrible, a la que se teme tanto y que todos los hombres odiamos.
Pero no quieren la guerra, no
por un simple motivo de odio a la misma. La temen, por las consecuencias que
ella lleva aparejada, como ya ocurrió en la conflagración mundial de los años
1914 al 1918. El Capitalismo sabe que, si se desencadena una nueva guerra
europea o mundial, su imperio, el imperio del oro, sea quien sea quien triunfe,
quedará definitivamente destruido. Si los vencedores de esa guerra son las
democracias, ya saben que los avances sociales, que se manifiestan en todos los
pueblos del mundo, impondrán su razón de ser al finalizar la contienda. Si el
triunfo es de los totalitarios, o sea, de los fascistas, el Capitalismo pierde
también su base. El Fascismo en su afán de poderío, no se limita solamente a
destruir el pensamiento libre de los pueblos, sino que absorbe con sus grandes
tentáculos, el poder de todos, sin respetar el poder capitalista, que pasa en
su gran volumen, a ser manejados por el Estado.
A pesar del resultado negativo,
dado al problema español, a pesar de que hemos sido vencidos, nosotros nos
sentimos orgullosos de nuestra gran gesta. Si hoy la misma no es reconocida y
considerada como se merece en el mundo entero, las generaciones venideras, más
justas quizás que las presentes, han de juzgarnos. Ellas comprenderán lo
sublime de nuestro esfuerzo y de nuestro espíritu de sacrificio. Que este
sacrificio del pueblo español sea la antorcha formidable que más tarde
iluminará los pasos de las nuevas generaciones. Estas, si quieren salvarse, si
quieren vivir en la paz y en la propiedad, tendrán que escoger el camino que
nosotros marcamos y hemos tenido que abandonar momentáneamente.
En el ánimo de cada uno de
nosotros, está fuertemente grabado que tenemos razón y que solo la brutalidad
del momento, ha sido capaz de hacernos bajar la cabeza y vencernos. Pero nunca,
nunca, de convencernos.
Ante los hechos, que cada uno
cargue con la responsabilidad histórica que le corresponda. Nosotros
arrastraremos la nuestra, ante el mundo entero y ante las generaciones futuras.
Ricardo Sanz
Los que fuimos a
Madrid, 1969 - Capítulo IX
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