Confieso francamente que no
pertenezco a ningún partido político. En España era un español que amaba a su
patria, prestando atención a sus deseos.
Por la prensa rebelde, e incluso por alguna clase de prensa
extranjera, se ha hecho creer que todos los católicos están al lado de los
rebeldes. Esto es completamente falso. Hay católicos españoles —los más
eminentes— que condenan la guerra civil y se han colocado decididamente al lado
del Gobierno de la República. Y aun hay más: hay importantes regiones de
España, como son, por ejemplo, Cataluña y el País Vasco, en las que los
católicos luchan juntamente con los partidos del Frente Popular.
Creo que no me equivoco al afirmar que esta noble actitud de
los católicos vascos y catalanes está contribuyendo en gran parte a rectificar
el juicio adverso de muchos de los que combaten al Gobierno español por razones
religiosas.
La pasión política se ha infiltrado en la Iglesia católica
española, apartándola de sus deberes cristianos. Un examen del bando en que
luchan los católicos nos convencerá más aún de esta verdad. A la cabeza del
movimiento están casi absolutamente los militares. De éstos sólo sé una cosa:
que han pecado contra su deber como cristianos y como patriotas al romper su
juramento de honor y fidelidad al Gobierno.
Otro grupo que está al lado de los rebeldes es el formado por la
llamada aristocracia, alta burguesía y terratenientes. No necesito discutir el
catolicismo de esta gente rica. Sólo sé una cosa: que la religión católica no
tiene nada que hacer con su feroz egoísmo, con su privilegio de gozar las
riquezas acumuladas con la sangre y las lágrimas de sus hermanos.
Otro grupo del campo rebelde son los carlistas. Sueñan con la
restauración de los Austrias y con un despertar en España de la Inquisición.
Unidos a ellos están los fascistas.
El terrorismo y la demagogia del fascismo español se han
desarrollado gracias a la evidente y lamentable complicidad de los católicos y
del clero.
Los eclesiástlcos se han unido a estos grupos políticos, en
vez de dar ejemplo de sumisión y obediencia al Gobierno legitimo. Este hecho ha
producido una gran inquietud en las almas verdaderamente cristianas.
Luis Sarabesola
Presbítero
Ahora, 3 de marzo de 1937
No hay comentarios:
Publicar un comentario