Consuelo Rodríguez y Carmen Giménez (Fotografía: Roca/Mundo Gráfico) |
Desde el primer momento de la sublevación
militar que ya agoniza por el esfuerzo heroico del pueblo en armas, las mujeres
proletarias han estado en la primera linea de combate. Algún día surgirá de las
mismas entrañas del pueblo el poeta anónimo que cante, con aire ingenuo de
romance popular, la gesta maravillosa que están escribiendo estos días las
mujeres proletarias.
Ni una sola mujer del pueblo, identificadas
con el proletariado español, ha dejado de aportar su esfuerzo abnegado a la
causa de las libertades, enroladas como enfermeras en los hospitales de sangre
del frente y de la retaguardia, cuidando de los niños cuyos padres luchan o
murieron frente al enemigo, o empuñando un fusil con un heroísmo y una
serenidad que escalofrían. Sería interminable una relación de hechos gloriosos
en los que han tomado parte las mujeres. Cada hora, cada minuto, es un punto de
partida seguro para el gesto heroico.
He aquí dos casos ejemplares: Consuelo
Rodríguez y Carmen Giménez, dos valientes milicianas comunistas,
agregadas al batallón Acero, pertenecientes al Partido Comunista, Radio Sur.
—Son —nos ha dicho un destacado camarada de
aquel Radio— dos heroicas milicianas que han sabido cambiar, cuando el clarín
guerrero levantó al pueblo en armas, el alegre bullicio de las callejuelas de
los barrios bajos por el tronar de los cañones entre los riscos del Guadarrama;
dos milicianas que, con ternuras de madres, recogen a los heridos bajo el fuego
del cañón y les prodigan sus consuelos.
Ni Consuelo Rodríguez ni Carmen
Giménez quieren hablar de su actuación en las líneas de combate. Para ellas el
gesto heroico, la actitud serena y valiente no tiene importancia, porque no es
otra cosa que el cumplimiento de un deber inexcusable en momentos de peligro
para la República. Pero sus compañeros, los que junto a ellas han bebido a
sorbos apresurados el picante licor del peligro, hablan de ellas con una
profunda admiración justiciera.
—Ambas son —nos han dicho— un
hermoso ejemplo de la mujer española, de la mujer valiente, que al igual
que sus antepasados del Dos de Mayo han sabido coger las armas para libertar a
la Patria del yugo de la tiranía. De la mujer madrileña, que lo mismo escucha
madrigales entre gorjeos de pájaros en la Bombilla que maneja un fusil en
defensa del pan y de la libertad.
Una anécdota que demuestra la justicia de
estas palabras; En uno de los combates más encarnizados de la Sierra, cuando
las tropas leales llevaban varias horas luchando con el enemigo bajo un sol
abrasador, Consuelo Rodríguez y Carmen Giménez, con riesgo evidente de su vida,
y para que los heroicos milicianos de las avanzadillas pudieran refrescar, se
ofrecieron voluntarias para llevarles hasta la línea de fuego bocadillos y
bebidas frías. Durante muchas horas las dos heroicas mujeres cumplieron su
abnegada misión bajo una verdadera lluvia de balas, pespunteadas sus siluetas
por las ametralladoras, sin que un solo momento sintieran la más pequeña
vacilación.
Es lástima que esa inapetencia de
publicidad, ese afán característico de humildad, de pasar inadvertido que
caracteriza a los heroicos luchadores populares, tenga tan hondo arraigo en el
ánimo de estas dos heroicas milicianas. Es lástima, porque Consuelo Rodríguez y
Carmen Giménez son dos admirables ejemplos del heroísmo de las mujeres
madrileñas. Pero aquí quedan sus nombres como dos claros ejemplos, como dos
pilares magníficos de esta gesta maravillosa que está escribiendo el pueblo,
frente a la facciosa y cruel violencia de los milita res sublevados.
O.S.
Mundo Gráfico, 26 de agosto de 1936
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