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3151. Victoria Kent y la nueva cárcel de mujeres

Victoria Kent con el periodista Ángel Lázaro en 1933 - Foto: Videa


Hay que evitar a toda costa, que en la nueva Prisión se instalen los viejos e inmundos muebles de las antiguas cárceles. Y hay que dotar a este nuevo edificio de la calefacción indispensable a la vida de reclusión de las presas. 


Con Victoria Kent 

Un año fue Victoria Kent directora general de Prisiones. En ese uño dejó semillas que empiezan a fructificar, transformando totalmente la índole de nuestros penales. Esta Cárcel de Mujeres que se acaba de inaugurar en Madrid es uno de esos milagros de Victoria Kent. De este milagro saldrán otros, por ejemplo: la mujer que entre en esta cárcel, nada más entrar sufrirá un choque moral, una crisis de conciencia de la que puede salir su cura definitiva. Porque la sociedad no responde en esta Cárcel al delito con el castigo férreo, inflexible, sino ofreciendo la perspectiva de una vida mejor, en que se puede ser limpio y recto. No es una cárcel, es una escuela llena de luz, de espacio, de blancura...

Escuela para adultas, para tantas desdichadas -el porcentaje es enorme-, que no tuvieron escuela en su niñez, y cuyo delito está amasado con miseria y con ignorancia. A este terrible mal de España: Ignorancia, Ignorancia, Ignorancia, Ignorancia, sólo se puede responder responder con esta medicina: Escuelas, Escuelas, Escuelas ...

Y Victoria Kent, en lugar de hacer una Cárcel, ha hecho eso, una escuela. Una cárcel que es una escuela.

—Sí. O creemos que nuestra función sirve para modificar al delincuente, o no tenemos fe ninguna —me dice Victoria Kent—. Si no tenemos fe, todas las mazmorras y los castigos son pocos. Sobra preocuparse del delincuente. Si tenemos alguna fe, hay que demostrarlo. Hipocresías, no. Trato humano o trato de alimaña; pero sería monstruoso responder al delito con el delito. Yo tengo fe absoluta en el régimen e corrección, de pedagogía. Odio el viejo sistema penal que consideraba al preso como un ser aparte, indigno de la mínima beligerancia humana... 

¡Qué mujer es esta mujer! Claro que a esta piedad, a esta comprensión, también puede llegar el hombre por el camino de la sensibilidad. Sin embargo, dijérase que aún en el hombre es una condición en cierto modo femenina la compasión por el alma deformada que cae en el delito, esta caridad de que es preciso llenarse para hacer que el puño crispado se resuelva en un ademán cordial. Por eso, en labios de mujer suenan tan propiamente estas palabras. Aquella gallega insigne que se llamó doña Concepción Arenal —Santa Concepción Arenal para el preso— comprobaría, oyendo hablar a Victoria Kent, que su apostolado ha tenido continuadoras. 

—Hábleme de esta obra, de la nueva Cárcel de Mujeres —le decimos—. ¿Cómo fué posible? 

—Verá usted. Era una idea mía de siempre. Iba alimentándose día a día, en una mezcla de indignación y de dolor, viendo la antigua Cárcel de la calle de Quiñones. Cuando al advenimiento de la República fuí nombrada directora de Prisiones, aproveché un sobrante del presupuesto, y dije: «Ahora hago la Cárcel.» 

—¿Con cuánto?

—Era una cantidad insignificante. Unas veintidós mil pesetas. Cantidad irrisoria para una obra de ese alcance; pero yo estaba dispuesta a buscar el dinero a toda costa. Don Femando de los Ríos, ministro entonces del Ramo, me dio facilidades, y una buena mañana ponía la primera piedra del edificio don Álvaro de Albornoz, que había pasado a ocupar la cartera de Justicia.

Habla Victoria Kent llena de entusiasmo. Su rostro grave —ese rostro anguloso, de fuertes pómulos, piel morena, frente pensativa bajo el pelo negro— se ilumina lleno de satisfacción.

Estamos en su despacho de abogado. Victoria Kent ha dejado sobre la mesa un montón de papeles que tenía entre manos cuando llegamos. Fuera, en la habitación inmediata, se oye el teclear de una máquina. Es su secretaria. Se advierte enseguida que Victoria Kent es una mujer llena de trabajo. 

—Hemos tenido mucha suerte —prosigue con el tema de la Cárcel—. Porque Montoto es un hombre que toma con alma las cosas.

—¿Quién es Montoto? 

—El contratista. Se trata de un hombre puntual, virtud en España de valor inestimable. Ha cumplido a conciencia. Yo le dije: «Usted me deja registros de todo.» Y así lo ha hecho. Allí puede verse, desde los cimientos, en qué se ha empleado el dinero. Cuando usted vea la Cárcel, me dirá. «Mucha luz, mucha luz», advertí al arquitecto, don Manuel Sáenz de Vicuña... Una casa como la quisiera uno para vivir. Luz por todas partes. Todo se ha logrado. Ya me dirá cuando la vea usted. 

—Ahora lo que hace falta —decimos— es completar la obra de esa institución suya.

Y es que no nos hemos olvidado —¡cómo puede olvidarse en este momento!— de aquella campaña injusta que hubo de sufrir esta mujer cuando se esforzaba por humanizar todo lo posible la vida de las prisiones españolas. 

Cuando aludimos a esto, Victoria Kent tiene un gesto de dulzura indulgente, y dice: 

—Es un problema delicado. La evolución en la psicología del guardián depende, claro está, del régimen y la condición de las prisiones. Por otra parte, hay que hacerse cargo de lo que supone la lucha diaria con el preso, el cual tiene casi siempre una personalidad fuerte. Una personalidad a su modo, claro es; pero, desde luego, no es un hombre vulgar, de borrosa psicología. Por eso habría que pensar en un sistema de servicio alterno que le permitiera al guardián evadirse de su ambiente habitual durante algún tiempo, ocupándose en otra cosa. La rutina llega a hacemos en ocasiones perezosos para aceptar cualquier sugestión que venga a turbar nuestros métodos. Recuerdo lo que me pasó en el penal del Puerto de Santa María... 

—¿Qué fué ello? 

—Había allí unos viejos a quienes el rancho ordinario les hacía daño. Cosas de la edad, naturalmente. El sistema del racionado, igual para todas las prisiones, hacía que aquellos ancianos se tuvieran que quedar sin cenar o sufrir los efectos de un rancho que ya no podía digerir su organismo gastado. Yo dije: «¿Por qué no se les hace una colación especial para la noche, que resultaría, incluso, más económica?» Sonrieron muy amablemente de mi idea, pero yo comprendía que en el fondo les sorprendía un poco. 

Por cierto —añade— que pude conseguir algo en favor de esos viejos durante mi paso por la Dirección. 

Una ley según la cual todo penado que cumpla setenta años es puesto en libertad condicional, sea cual fuere su situación procesal. 

—La última pregunta, Victoria: ¿Cree usted que el Cuerpo de Prisiones evoluciona de acuerdo con nuestro tiempo? 

—Creo que hay una gran diferencia entre lo actual y lo pretérito.


La obra

Se halla la nueva Cárcel de Mujeres en la calle Nueva del Este, esquina a la del Marqués de Mondéjar. A sus espaldas se extiende el ancho campo de Castilla. 

La impresión que produce es la de uno de esos edificios modernos para viviendas. No hay, al entrar, la menor impresión de rastrillo. Puertas recias, pero cuya estructura y combinación de barrotes aleja todo recuerdo de las clásicas rejas carcelarias. Igual los hierros que guardan las ventanas. 

La señorita Luisa Terán, oficial del Cuerpo Femenino de Prisiones —otra creación de Victoria Kent— nos va guiando a través del edificio. Claridad, amplitud, alegría. Patios anchos, llenos de sol. Azoteas amplias y luminosas. 

He aquí, concretamente, las condiciones de este reformatorio y otros datos:

Tiene capacidad para 450 reclusas. 

El primer cuerpo del edificio está destinado a la Administración, viviendas del director y del administrador del establecimiento y al cuerpo de guardia exterior. Hay otro pabellón —el central— con dos viviendas para los empleados, y un tercer pabellón independiente, cuya planta baja ocupará el economato. En la alta, viviendas del personal. 

En la nueva prisión prestarán servicio el director, don Francisco Machado; el director adjunto, el administrador y 27 oficiales femeninos y siete masculinos.

Comedores, salones de trabajo y lectura. La cocina general es magnífica, amplia y llena de luz, como todas las estancias; hay agua corriente, luz eléctrica, timbres. Existen en el edificio 45 cuartos de baño, 110 lavabos, 125 waters, 42 bidets, 24 baños de pies y 11 teléfonos interiores. Seis azoteas y otros tantos patios, y además, la azotea general y la destinada a tendederos. 

La planta de sótanos se utilizará para ampliación de la prisión, para lavaderos mecánicos y para almacenes del economato. En los lavaderos hay una modernísima estufa de desinfección de ropa. 

En la primera planta están los locutorios públicos judiciales, el despacho de jueces y abogados, el  pabellón de sociales (con ocho celdas, dotadas de todos los servicios): locales para la filiación, el salón de actos, 75 dormitorios independientes, una enfermería, cocina, comedores, escuela, talleres y biblioteca. 

En la segunda planta hay cinco dormitorios, cada uno con 25 camas; quirófano, otra enfermería y el departamento de madres, que podrán tener consigo a sus hijos. Para ello se han dispuesto habitaciones especiales con toda clase de servicios independientes. 

El edificio ha costado unos cuatro millones de pesetas. En Diciembre de 1931 fué colocada la primera piedra. 


Detalles 

No hay celdas de castigo. Hay, eso sí, unas celdas de aislamiento para las reclusas rebeldes; pero sin más pena que la que supone vivir aislada de las demás. 

Se ha cuidado de evitar el dormitorio en común, procurando al propio tiempo que no exista la soledad celular. Para esto hay un tabique que divide los dormitorios hasta una altura prudencial, prolongándose en una tela metálica que permite dialogar a las reclusas entre sí. 


Lo inadmisible

Pero hay algo tremendo que viene a manchar esta obra con el sello de la vieja desidia española. Algo inconcebible. Y es lo siguiente:

Todos los muebles, viejos, carcomidos, llenos seguramente algunos de ellos de miseria, que hay en la antigua Cárcel de Mujeres y en la Prisión de Alcalá, han empezado a ser trasladados aquí. Es como si vaciásemos sobre un mantel sin mácula los residuos de un basurero. Algo absurdo, a lo que no daríamos crédito si no lo viesen nuestros ojos. 

Las razones son que «no hay presupuesto». Esperamos que se remedie este mal antes de que el nuevo edificio se contagie de la vieja podredumbre.

Esperamos también que no lleguen los días del invierno sin que quede instalada la calefacción, que es otro detalle olvidado al final, ¿Cómo podrá vivirse en este enorme edificio —pisos y zócalos de azulejos— sin contar con la calefacción? 

El trabajo de las reclusas es sedentario. Ateridas de frío, no podrían mover los dedos en los crudos días del invierno.


El triunfo

Victoria Kent: hay un triunfo inmediato, fácil, que busca congraciarse con todo y con todos. No nos sirve. Hay otro triunfo que va germinando en silencio en esa lucha que supone todo empeño verdaderamente creador. Esto es lo noble y lo fecundo.

Usted lo ha realizado en esta obra a la que quiere bautizar con su nombre: «Casa de Victoria Kent», para que ninguna denominación carcelaria caiga sobre ella.

Por esta obra, con todo fervor, nuestro homenaje.


Ángel Lázaro
Crónica, 17 de septiembre de 1933









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