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3199. Habla la viuda de Miguel Hernández

No somos los españoles aficionados a escribir simple y honradamente nuestras biografías o nuestras memorias. Exceso de pudor o de miedo ante la opinión ajena privan a la historia literaria de aportaciones del mayor interés sin duda. A diferencia de escritoras y escritores de otros países, la vida íntima de las españolas se recata, con detrimento del importante documento humano que podrían ofrecer. Si alguna de ellas se atreve a decir algo propio, lo enmascara con difusa literatura. Saltándose todos los prejuicios, una mujer del pueblo, ajena hasta hoy a exposiciones escritas de sus sentimientos y vivencias, adviene al grupo de las calladas, contándonos en voz alta y sencilla, densa de dramatismo, su vida y su dolor con y por uno de los hombres más puros, de los poetas más grandes de nuestra España contemporánea. Me refiero a Josefina Manresa, viuda de Miguel Hernández. La lectura de su obra denuncia una palpitación ronca de sollozos reprimidos. Ni por una sola vez destaca la mujer si no es en función de aquel a quien evoca. Cuenta –y sus referencias nos hacen recordar las de Doña Francisca Sánchez de Rubén Darío, por lo que atañe a los depredadores del archivo de los poetas– lo fundamental de su dignísma existencia: su encuentro y su amor por el poeta Miguel Hernández, que murió en la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942.

Una juventud marcada por doble destino de muerte, la de su padre a manos de irresponsables, y la de su marido, en la posguerra. Flanqueada su vida por dos hombres que el odio, disfrazándose de cualquiera cosa, eliminó de un modo u otro, Josefina Manresa cuenta serenamente cómo y por qué ella es huérfana y viuda a causa de nuestra tristísima guerra civil y sus consecuencias.

Amor, entrega total al marido y al hijo de ambos; dolor, hambre, humillaciones en lo más delicado de su ser; decepciones compartidas con el que nunca perdió las ilusiones y la esperanza de salir vivo de las cárceles que se sucedían en su turismo involuntario. Todo lo va relatando Josefina Manresa porque quiere dejar claras muchas cosas que quedaban confusas a causa de mala interpretación o ligera afirmación. Y la denuncia escueta de quienes no ayudaron a Miguel en su doliente estado, y la de los que se aprovecharon ruinmente de la confianza que Josefina Manresa puso en sus manos: retratos, originales, cartas que nunca recuperó... Y no hablemos de ciertas ediciones piratas a raíz de la muerte del poeta. En distinta circunstancia la amada de Rubén Darío, la castellana de Navalsaúz, experimentó semejantes sustracciones por parte de ciertos desaprensivos que lograron el acceso a su archivo rubeniano, despojándolo de documentos valiosos. 

Leyendo a Josefina Manresa no puedo por menos que identificar alguna de sus quejas con las de Doña Francisca Sánchez en cuanto a lo que a apropiación indebida de originales y cartas de su archivo se refiere.

Este libro, Recuerdos la viuda de Miguel Hernández, era necesario; completa la biografía del poeta y detalla vivencias conocidas solo por ellos. No pretende hacer literatura: habla con propiedad y al margen de pretensiones literarias; sin embargo encuentran sus palabras sencillas un eco profundo en el corazón de sus lectores.

Acertada decisión la de Josefina Manresa, aportando al conocimiento de su marido, como hombre dueño de poderosa y noble arquitectura poética y humana, una serie de curiosos detalles que demuestran, a la vez, la calidad de la elegida para el amor y la maternidad. Las cartas desde su última cárcel, por ejemplo, nos ofrecen la categoría espiritual de un Miguel Hernández que ya está en su inmortalidad bien merecida. 

Eludiendo los brevísimos comentarios que la autora cree oportuno hacer para que determinados personajes o acciones aparezcan en su dimensión justa, el libro posee un cálido interés, muestra la hermosa entrega propia de la mujer que Miguel Hernández supo querer para esposa y madre de sus hijos. El río de la desventura no logró apagar los recuerdos del poeta en la vida voluntariamente apartada, recatada, de la viuda que mantiene su llanto por la desaparición del hombre, y el orgullo de su esclarecida obra poética que, con su colaboración apasionada, fue extendiéndose por todo el mundo de la literatura, ganándose la admiración y la adhesión de los lectores. 

Muchos nombres para los que guarda su gratitud Josefina, concurren a las páginas de su libro; muchas fotos significativas las ilustran también. A mí, que gusto de la verdad y la valentía de mantenerla, este libro me ha conmovido profundamente. Si en algo pudiere herir, quizá, a alguien piénsese en la llaneza de la autora, en su obsesivo afán por fijar la auténtica imagen de su poeta y marido, que merece respeto y estimación. 

Recuerdos la viuda de Miguel Hernández es un valioso documento humano y social. Habla de amor, de duelos, de hambre, de dolor, y no falla en ningún instante en decir lo que quería. Bienvenido sea este primer libro de nuestro tiempo, escrito por una mujer, si no literata, que escribe con grandeza de espíritu en cuanto a su único amor se refiere. Con respeto se la lee por su sobriedad en el relato de tanta desgracia como la persiguió tan inmerecidamente.


Carmen Conde,
Pueblo, 13 de junio de 1980, pág. 9 





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