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3172. Huyendo del terror fascista





No pasa ni un solo día sin que lleguen hasta nuestras filas soldados del lado contrario que vienen huyendo de la barbarie facciosa. La descomposición moral en las piaras enemigas, el desconcierto ante la heroica e invencible resistencia y los furiosos ataques de las tropas populares, hace que los soldados que están con el adversario, bajo la amenaza de muerte, aprovechen alguna oportunidad para escapar de ellos y unirse a verdaderos hermanos.

Hoy he podido hablar con un compañero que huyó del enemigo y llegó a nuestro lado con su fusil y sus cajas de municiones para ponerlas al servicio pueblo. Se llama Miguel Hons, es natual de Figuerola de Orcao (Lérida) pertenecía al batallón Cazadores de Ceuta número 7. A través de sus palabras y de su alegría al verse entre nosotros, se nota la verdadera situación del enemigo, no ya sólo en lo que se refiere su debilidad moral para la lucha, sino también sus planes desesperados ante la fortaleza combativa de las fuerzas antifascistas. Un panorama de tristeza, de hambre diaria, se extiende sobre tropas de Franco. No son muchos los días en que logran unas sardinas para su comida. En realidad, el rancho consiste en medio chusco. De ropas no hay nada comparable en pobreza y escasez de abrigo. 

Cuando este escapado de las garras fascistas ha llegado a nuestro lado, traía consigo solamente el viejo traje de rayadillo, testigo de tantos desastres del Ejército reaccionario. Nuestros camaradas le han dado una muda de ropa limpia, comida abundante y caliente, tabaco y todo cuanto este nuevo compañero había perdido desde que comenzó la guerra El tabaco entre los fascistas es caro y escaso. Por una cajetilla de las que ordinariamente se pagan a treinta céntimos, ellos tienen que dar tres reales como mínimo. A pesar de tener para abastecerse las fábricas tabaqueras de Sevilla y Cádiz, los operarios de éstas dificultan y sabotean la producción

La prudencia nos obliga a silenciar muchos detalles que serían sabrosos para la información. Sí podemos decir que entre las huestes del adversario se ha llegado a la convicción de que no es posible terminar la guerra, a no ser con el triunfo de la República. Todos los soldados que permanecen obligados junto a los rebeldes, están hartos de pelear en vano contra una fuerza invencible.

—Cuando pasábamos por los pueblos —dice el nuevo compañero— no quedaba nada; destrucción y tristeza por todos lados. Algunos campesinos se han visto forzados a cultivar la tierra con un jornal de 17 reales los más favorecidos. Era tanta la desconfianza entre ellos mismos que frecuentemente se oía decir a algunos: "El día menos pensado vienen los rojos y nos llevan corriendo hasta Sevilla". Allí nos trataban como bestias —termina diciendo Miguel Hons—. Aquí ya veo vuestra alegría y vuestra seguridad en la victoria. Aquí me encuentro entre los míos. 

Al mismo tiempo nos ha escrito unas palabras que dicen así: "Fugado de las filas fascistas para defender la República y defender la clase trabajadora, saluda con un abrazo cordial vuestro camarada para seguir en nuestro triunfo definitivo. ¡Adelante, camaradas! ¡El triunfo es vuestro! ¡Salud! Miguel Hons". Después de escribir esto se ha quedado entre sus compañeros de clase contando, sin acabar nunca, las miserias y penalidades pasadas.


A. Aparicio
Ahora, 24 de febrero de 1937







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