No pasa ni un
solo día sin que lleguen hasta nuestras filas soldados del lado contrario que
vienen huyendo de la barbarie facciosa. La descomposición moral en las piaras
enemigas, el desconcierto ante la heroica e invencible resistencia y los
furiosos ataques de las tropas populares, hace que los soldados que están con
el adversario, bajo la amenaza de muerte, aprovechen alguna oportunidad para
escapar de ellos y unirse a verdaderos hermanos.
Hoy he podido
hablar con un compañero que huyó del enemigo y llegó a nuestro lado con su
fusil y sus cajas de municiones para ponerlas al servicio pueblo. Se llama
Miguel Hons, es natual de Figuerola de Orcao (Lérida) pertenecía al batallón
Cazadores de Ceuta número 7. A través de sus palabras y de su alegría al verse
entre nosotros, se nota la verdadera situación del enemigo, no ya sólo en lo
que se refiere su debilidad moral para la lucha, sino también sus planes
desesperados ante la fortaleza combativa de las fuerzas antifascistas. Un
panorama de tristeza, de hambre diaria, se extiende sobre tropas de Franco. No
son muchos los días en que logran unas sardinas para su comida. En realidad, el
rancho consiste en medio chusco. De ropas no hay nada comparable en pobreza y
escasez de abrigo.
Cuando
este escapado de las garras fascistas ha llegado a nuestro lado, traía
consigo solamente el viejo traje de rayadillo, testigo de tantos desastres del
Ejército reaccionario. Nuestros camaradas le han dado una muda de ropa limpia,
comida abundante y caliente, tabaco y todo cuanto este nuevo compañero había
perdido desde que comenzó la guerra El tabaco entre los fascistas es caro y
escaso. Por una cajetilla de las que ordinariamente se pagan a treinta
céntimos, ellos tienen que dar tres reales como mínimo. A pesar de tener para
abastecerse las fábricas tabaqueras de Sevilla y Cádiz, los operarios de éstas
dificultan y sabotean la producción
La prudencia nos
obliga a silenciar muchos detalles que serían sabrosos para la información. Sí
podemos decir que entre las huestes del adversario se ha llegado a la
convicción de que no es posible terminar la guerra, a no ser con el triunfo de
la República. Todos los soldados que permanecen obligados junto a los rebeldes,
están hartos de pelear en vano contra una fuerza invencible.
—Cuando
pasábamos por los pueblos —dice el nuevo compañero— no quedaba nada;
destrucción y tristeza por todos lados. Algunos campesinos se han visto
forzados a cultivar la tierra con un jornal de 17 reales los más favorecidos.
Era tanta la desconfianza entre ellos mismos que frecuentemente se oía decir a
algunos: "El día menos pensado vienen los rojos y nos llevan corriendo
hasta Sevilla". Allí nos trataban como bestias —termina diciendo Miguel
Hons—. Aquí ya veo vuestra alegría y vuestra seguridad en la victoria. Aquí me
encuentro entre los míos.
Al mismo tiempo
nos ha escrito unas palabras que dicen así: "Fugado de las filas fascistas
para defender la República y defender la clase trabajadora, saluda con un
abrazo cordial vuestro camarada para seguir en nuestro triunfo definitivo. ¡Adelante, camaradas! ¡El triunfo es vuestro! ¡Salud! Miguel Hons".
Después de escribir esto se ha quedado entre sus compañeros de clase contando,
sin acabar nunca, las miserias y penalidades pasadas.
A. Aparicio
Ahora, 24 de
febrero de 1937
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